1- Recordar el color del automóvil. O los colores: hay automóviles camaleónicos, capaces de reflejar el entorno hasta parecerse más a éste que a sí mismos; automóviles donde las imágenes del cielo, las nubes, los árboles, los edificios cercanos y la gente que va y viene entre ellos colman, hasta reemplazarla, la superficie metálica. Sorprende que no haya adivinos que, lejos de recurrir a la bola de cristal, consulten los automóviles de sus clientes. Dentro de la carrocería, diáfana o turbia, aguarda el destino.
2- Recordar el modelo del automóvil. De ser imposible, tener una noción de sus dimensiones y aspecto. Es conveniente que los vehículos sufran golpes y rasguños. Si no los sufren a manos de otras personas, uno mismo debe infligírselos. Lo que pierdan en valor material lo ganarán en personalidad, y ésta facilitará su identificación. Nada como una cicatriz para no ser uno más.
3- Confirmar que se tiene automóvil.
4- No guiarse por los árboles que crecen en los estacionamientos: todos se parecen y una racha puede levantar y agitar una rama que luego colgará exangüe, incapaz de permitirle reconocer el árbol en el que usted confió.
5- No guiarse por los postes de la electricidad: todos son iguales, a no ser que el graffiti les haya infundido vida propia. El graffiti ha sido a los postes lo que el lenguaje fue al hombre: una culminación. No tarda en llegar el día en que se oiga a los postes hablar.
6- No guiarse por los charcos de agua cuyo número o diseño puedan ofrecerle una pista a la hora de regresar por su automóvil: los pájaros se beben los charcos o alteran su contorno bañándose en ellos. El sol, también.
7- No dejar rastro de migas: los pájaros se las comen. El mundo es bosque; usted, Hansel (o Gretel); bruja, la vida.
8- No contar con los pájaros: observe cómo se detienen un instante, revolotean y vuelven a posarse. Ni ellos mismos saben dónde están.
9- No fiarse de las nubes. Siervas de Ovidio, mudan de forma y lugar constantemente. Ilustran “Las Metamorfosis”.
10- No fiarse de la posición del sol. Tampoco permanece inmóvil y más tarde o más temprano se ocultará. No hace excepciones.
11- Descartar la matrícula del vehículo. Todas muestran los mismos números y las mismas letras, sólo que en distinto orden.
12- Comprobar que la llave que usted empuña es la de su automóvil y no la de la puerta de su casa u oficina. Si no abre la puerta del vehículo, desistir: no es el suyo, aunque se le parezca. El parecido entre dos automóviles no hace intercambiables sus llaves.
13- No dejar pasajeros asomados a las ventanillas abiertas del automóvil con el propósito de facilitar la identificación del vehículo a su vuelta. Los niños crecen en un abrir y cerrar de ojos, los adultos envejecen repentinamente, todos los semblantes varían de acuerdo con los estados de ánimo de los que son reflejo, y usted podría no reconocer a nadie cuando regresara al estacionamiento, o aquéllos en cuya inmovilidad usted confió, podrían negarse a abrirle las puertas por no reconocerle a usted.
14- Nada de lustrar su automóvil: el resplandor deslumbra y puede impedirle reconocerlo. Es el caso de la humanidad según un texto de William Blake citado por Giovanni Papini: cree que fue expulsada del Paraíso Terrenal pero lo cierto es que nunca lo abandonó. No puede reconocerlo porque el brillo de la espada que empuña el ángel la ciega. Si usted es una de esas personas que lustra su automóvil y un día no lo ve, hágase de gafas oscuras, parasol y tiente todo bulto que le salga al paso. Puede tenerlo delante y no darse cuenta.
15- Confirme que el automóvil que busca no es uno que alguna vez tuvo y del que se deshizo. Guarde en su billetera o bolso una fotografía de su automóvil actual. No tiene que ser una fotografía de estudio; sí, en colores.
16- Cerciórese de que el automóvil perdido no es, en realidad, el automóvil que siempre soñó tener y no tuvo. Es raro que uno tenga el automóvil que sueña.
17- Desconfíe de los automóviles que rodean el suyo al instante de estacionarlo. Apenas usted se aleje cederán su lugar a otros y se atrincherarán a cierta distancia para esperar su regreso y divertirse observándole, ofuscado, ir y venir entre ellos. El suyo no es ajeno a esas travesuras.
18- Sea la última persona que abandone el centro comercial que visita: el estacionamiento estará vacío y ello le impedirá confundir su automóvil con otro.
19- Sea la penúltima persona que abandone el centro comercial que visita. Si no distingue su automóvil, la última persona le ayudará a identificarlo, a distinguirlo del de ella.
20- Si la persona en cuestión tampoco recuerda cuál de los dos automóviles que permanecen en el estacionamiento es el suyo y cuál el de ella, traten de abrir ambos con sus respectivas llaves. Ojo con intercambiarlas: esa persona podría volver a su casa con su automóvil (el de usted), y usted a la suya con el suyo (el de ella).
21- No solicite el concurso divino. Nadie ha visto un automóvil atravesar la bóveda celeste (El Carro, constelación de la Osa Mayor, carece de motor y permanece abandonado en el éter desde hace siglos); atravesar el mar, sí. En 2004, un grupo de cubanos ansiosos de escapar de la isla cruzó el Estrecho de la Florida a bordo de un Buick de 1959. El éxito de la empresa sugiere que el vehículo albergaba las mismas ilusiones que sus pasajeros. Burló a la guardia costera gracias a su color verde. A cierta distancia pudo hacerse pasar por una ola en cuya cresta luchaba, por mantenerse a flote, un puñado de algas.