María Elena Hernández Caballero, la poeta que "Iba desnuda dentro de una bala" atraviesa las paredes virtuales de este sitio. Concisa como es, directa y militante de la sinceridad, ajusta las cuentas con el pasado difícil de un país en "afrentas y oprobios sumido", que fue obligado a renunciar a sus mejores hijos.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
La pregunta que yo me hacía era: ¿me queda algún motivo para no querer marcharme de Cuba? Por otra parte, marcharse es muy suave. No me marche, yo me escapé. ¿Detonantes? Todos los días encontraba uno. No encajaba.
La presidenta del CDR le advertía con frecuencia a mi madre: han venido a investigar a tu hija. Mi madre me decía: no lo pienses, vete. Y me fui bien lejos. Nunca regresé. Ni pienso. De todas formas, si hubo dos detonantes.
El primero ocurrió a mis dieciocho años. Un policía borracho me acusó de homosexualidad. Hasta me hicieron juicio. Me pedían 2 años de cárcel, que (gracias a algunas intervenciones de amigos), terminó en multa de 200 pesos que pagó mi madre. El otro detonante fue la golpiza que en la librería El Pensamiento recibieron mis amigos poetas. Algunos de los allí presentes parecen haber olvidado. O perdonado. Tal vez “les resbaló”.
Está bien que las cosas resbalen. A mí me resbalan otras. Me resbala, por ejemplo, que una funcionaria (ex amiga), luego de haber sido testigo en mi juicio por homosexualidad, luego de defenderme con uñas y dientes, me encuentre, pasados muchos años, en la Feria del Libro de Buenos Aires y diga, aprovechando que presenta un libro, micrófono en mano, que no entiende que yo no desee publicar en Cuba. Que no entiende mi obstinada gusanería. Si en aquel momento me resbaló, ahora, que ya lo dije, me resbala más.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Gente que no caminara con delirio de persecución.
¿Qué encontraste?
Gente con muchos delirios, lo cual es una ganancia.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Aprendí que no todo es blanco, o negro. A olvidar la palabra compañero. Aprendí a caminar por una calle. Incluso, aprendí a leer. A hablar. A comer. Me soltaron en el mundo, era, otra vez, un bebé.
¿Qué es para ti La libertad?
Responder por uno mismo. De los éxitos, de los fracasos, no tener que echarle más la culpa a nadie, ni a nada.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Durante todos estos años, me he mudado mucho de país, de ciudad. En todos los lugares he encontrado a los míos. Somos una secta. La poesía es mi patria. Ella no me exige nada, sólo que no malgaste el tiempo llenando páginas y páginas sin sentido. Caer en la palabrería es el único riesgo de quedar expatriada.
Ah!: Mi patria tampoco me perdonaría que ande por ahí, disfrazada de poeta.