Fueron recibidos y luego rechazados, incluso por familiares que hicieron lo indecible, gastaron lo que no tenían para llevar una embarcación a la costa cubana y rescatarlos de lo malo.
Por el puerto de procedencia, Miami les colgó el cartel de “marielitos”, los refugiados que cambiaron la dinámica de una ciudad, buenos y malos, personas que querían progresar, estudiar, hablar inglés, y otras reticentes a adaptarse a su nuevo entorno, y en muchos casos, empeñados en campear por sus fueros.
María Werlau, tenía 17 años, estudiaba en la Universidad de Georgetown, en Washington,cuando 125 mil almas en pena llegaron a Cayo Hueso y más tarde se diseminaron por el sur de la Florida en apenas siete meses.
“Hasta ese momento era un exilio y siguió siendo exilio con la llegada de los cubanos del Mariel, porque la mayoría se fue por la mismas razones que se marcharon los cubanos en la década de 1960”, remarcó Werlau, Presidenta del Proyecto sin fines de lucro, Archivo Cuba.
Andy Gómez, recién se graduaba de la universidad y no olvida aquella noche de abril cuando el sonido de las bocinas de los autos interrumpió el sueño a los moradores de la barriada donde residía, cerca de la Iglesia Saint Michael.
“Me acuerdo que puse la radio y me dirigí a la céntrica esquina de la 8 y la 27 donde se aglomaraba gran cantidad de público, ahí me enteré”, dijo Gómez, actual director del Centro de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami.
Costó a los exiliados de los primeros años de la década de 1960 entender la génesis de un éxodo provocado por una presión política-social intestina y la engañifa de un régimen que se deshizo de lo peor, una crápula cautiva engrosada con pacientes de manicomios.
Jorge Duany, director del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad Internacional de la Florida, recibía noticias confusas en la Universidad de Berkeley, California, donde cursaba el doctorado.
“Las noticias que nos llegaban del éxodo eran impactantes, confusas y preocupantes. Algunos emigrados del Mariel llegaron al área de la Bahía de San Francisco y compartieron sus experiencias dramáticas”, dijo Duany, que posteriormente incorporó investigaciones sobre el éxodo en su tesis doctoral sobre los cubanos en Puerto Rico.
LLEGABAN CON BOLA NEGRA
“En Miami lamentablemente, el estigma del Mariel se reprodujo ampliamente”, agregó el docente tras recordar que muchos residentes manifestaron preocupación por el aumento de la delincuencia, el desempleo, la pobreza y el hacinamiento en la vivienda, supuestamente provocado por los nuevos emigrados.
LLegaban con la imagen negativa y la marca que el mismo Fidel Castro se encargó de acuñar: escoria.
“El gobierno cubano difundió una visión peyorativa de los emigrados, tildándolos de "escoria", "lumpen" y "antisociales", e insistiendo en la presencia de delincuentes comunes, pacientes mentales, homosexuales y prostitutas dentro del flujo migratorio”, precisó el profesor.
MIAMI SE PUSO FEO Y HIALEAH TAMBIEN
Los miamenses jamás inmaginaron que la ciudad del sol, de palmeras y playas, perdería el glamour tropical.
“Miami se puso feo, tiendas de campañas debajo de los puentes, el crimen vinculado al tráfico de drogas se disparó, incluso el panorama de aquellos tiempos inspiró a Hollywood a realizar la cinta, Cara Cortada (Scarface, 1983)”, agregó Gómez.
Hialeah fue asentamiento mayor de cubanos llegados en este Puente Mariel-Cayo Hueso. Raúl Martínez era concejal de la municipalidad y dada su prominencia dentro del Partido Demócrata y su amistad con un miembro de la ayudantía del presidente Jimmy Carter, en un acto muy reservado, sirvió de enlace entre la Casa Blanca y el sur de la Florida.
Además, el alcalde de entonces había salido de la ciudad y le había otorgado la autoridad necesaria para tomar las deciciones que considerara pertinente.
“Fueron momentos desafortunados, en el sentido que una buena intención del presidente Carter, Cuba la viró y sin darnos cuenta, se llenó la zona de personas indeseables”, comentó Martínez que en 1981 ganó la elección por la alcaldía de la también conocida como la Ciudad que Progresa, y que al igual que Miami, sufriría las consecuencias fatales de este movimiento migrarorio.
“Me tocó enfrentarme con aquellos elementos. La criminalidad en Hialeah subió exponencialmente, la tasa de asesinatos llegó al 40 por ciento, peleas con armas blancas por deudas que traían de Cuba. Y lo peor, la mayoría de los jefes de la policía y otros departamentos del ayuntamiento eran americanos, no entedían lo que estaba pasando”, recordó Martínez que como muchos otros cubanoamericanos, admite que Mariel fue una experiencia única.
En este sentido, Duany dijo que hasta 1980, la imagen de los cubanos exiliados en los medios de comunicación de EE.UU. había sido mayormente favorable.
“El éxodo del Mariel socavó esa imagen y convirtió a los cubanos en uno de los grupos étnicos peor vistos en EE.UU”.
Por otra parte, consideró que, el arribo de un gran número de jóvenes solteros, muchos de ellos negros o mulatos, de clase trabajadora y nacidos después de la Revolución, transformó a la población cubana en Miami.
“La fecha de salida de Cuba –antes y después de 1980– sirvió como un parteaguas dentro de la comunidad emigrada, como un símbolo de estatus social. Esas heridas entre cubanos aún no han sanado del todo”.
Pero también, Mariel trajo a cubanos corrientes que a golpe de vida, se abrieron camino, el camino que los convirtió en ciudadanos ejemplares.
“La parte buena del Mariel, la vemos hoy, hombres y mujeres profesionales en diferentes rubros, influyentes personas en nuestra sociedad, pero que en aquellos momentos fueron despreciados”, opinó Martínez que a reglón seguido recordó:
“Hoy perdura aquello de, fulano es un “marielito”. Acuérdate que los cubanos somos muy buenos, pero también sabemos despreciar mucho”, dijo el ex alcalde de Hialeah.
“Conozco a personas, que no menciono ahora, que llegaron en ese éxodo muy necesitadas, se establecieron en Miami, estudiaron y hoy son ciudadanos distinguidos que colaboran en el desarrollo no solo de nuestra comunidad, sino de todo el país, sin dejar a un lado la batalla por la libertad de Cuba”, acotó Gómez.
40 años se han encargado de borrar la referencia a los “marielitos”, gracias a la trayectoria de personas honestas, trabajadoras que integraron aquel éxodo y que igual que sus coterráneos que dejaron antes la patria, se integraron a la sociedad y asimilaron la nueva cultura.