Entre col y col, lechuga. Andy, un mulato jaranero que importa mercancías de la zona franca de Colón, Cancún o Moscú, aprovechó un viaje de ‘negocios’ al país euroasiático para ver en vivo un partido del Mundial de Fútbol que se celebra en Rusia.
“Mi bisne es mulear (ser 'mula'). Eso en Cuba está prohibido y las autoridades intentan cerrarnos el paso. Pero debido a la escasez y altos precios en las tiendas por divisas, el negocio deja buenos beneficios. Además, la corrupción tremenda que hay en la Aduana posibilita entrar casi de todo. Importo refrigeradores, computadoras de última generación, pacotilla barata, aires acondicionados, ropas por catálogo, motos eléctricas y piezas de Lada”, comenta vía WhatsApp y precisa:
“En este viaje a Moscú vi el partido entre Alemania y México. Nunca había tenido la posibilidad de ver un juego sentado en un estadio espectacular, con el césped que parece un paño de una mesa de billar, pantallas gigantescas y una animación cinco estrellas. Aunque yo soy fans de Alemania, disfruté la victoria del Trí. Al final de la noche terminamos en un bar cerca los almacenes GUM tomando tequila El Cuervo con sal y limón”.
Aunque casi un millón de cubanos pueden pasar cortas estancias en hoteles de la Isla y otros costearse un viaje a Punta Cana o Cancún, muy pocos pueden comprar un billete a Rusia ni pagar la entrada para ver a sus ídolos deportivos.
Es un hecho. Desde hace cinco años, quizás más, el fútbol supera en audiencia al béisbol, el deporte nacional. Las causas son variadas. Y van del goteo incesante de estrellas beisboleras, la merma cualitativa de las Series Nacionales a una política de Estado con toda la intención de privilegiar el fútbol por encima de la pelota.
Fidel Castro fue un enemigo acérrimo del deporte profesional. A la usanza del comunismo soviético y sus satélites, el deporte era una vitrina con la cual se intentaba demostrar la superioridad del socialismo sobre el capitalismo.
Mientras la antigua URSS pudo, el Estado verde olivo recibió un cheque de muchos ceros girados desde el Kremlin, destinado a costear la economía, las fuerzas armadas y el deporte. Llegaron entrenadores soviéticos, alemanes del este, búlgaros, húngaros y norcoreanos a preparar atletas en especialidades que entonces eran exóticas en el país, como la esgrima, lucha grecorromana y polo acuático.
La empobrecida Cuba, con libreta de racionamiento, sin acceso a internet y salarios que no superaban los 30 dólares, llegó a ocupar el quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y hasta Atenas 2004, siempre estaba entre los primeros quinces países en el medallero, a pesar de tener una infraestructura económica de corte africana.
A pesar de contar con una afición que se cuenta por millones, el fútbol en la Isla no logra resultados destacados ni siquiera en la zona del Caribe.
Aunque el Kremlin cerró el grifo de créditos a Cuba en el verano de 1990 (en 31 años, la autocracia castrista recibió en dos veces y media más cantidad de dinero que el Plan Marshall de Estados Unidos a la Europa después de la Segunda Guerra Mundial), gracias a la cantidad de técnicos y especialistas deportivos y una estructura organizada desde las categorías infantiles, le permitió al deporte cubano mantener buenos resultados.
El retroceso llegó cuando se acrecentó la emigración de atletas y entrenadores de primer nivel. En los últimos 25 años, han saltado la cerca alrededor de mil peloteros, decenas de boxeadores, entre ellos varios campeones olímpicos, voleibolistas de calibre y futbolistas.
Es raro que no haya una especialidad deportiva en Cuba que no tenga ausencias de figuras importantes o preparadores de calidad. A pesar de contar con una afición que se cuenta por millones, el fútbol en la Isla no logra resultados destacados ni siquiera en la zona del Caribe.
Hubo una etapa, entre 1974 y 1986, que la selección nacional de fútbol contó con jugadores de talento e incluso en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, el once cubano empató a cero con la Polonia de Lato y Boniek, que dos años antes había ocupado el tercer puesto en la Copa Mundial efectuada en Alemania.
Siempre hemos tenido jugadores diferentes. Osvaldo Alonso, Maikel Galindo o Rey Ángel Martínez han llegado jugar en la liga profesional de Estados Unidos, que dista mucho de las europeas, pero es un referente en una nación país que busca escalar posiciones en el ranking del fútbol planetario.
Cada vez que Cuba clasifica a Copas de Oro en Estados Unidos, abandonan la selección entre tres y seis jugadores. Aunque desde 1986 la FIFA dona implementos deportivos y un millón de dólares para el desarrollo del fútbol local, la selección de mayores no acaba de despegar. Fuentes de todo crédito dentro de la federación cubana, dijeron a Martí Noticias que el manejo de esos recursos no siempre es el correcto.
“Mira las canchas cómo están, parecen sembradíos de papas. No se invierte dinero en mantenerlas con calidad. Excepto la cancha de Zulueta, Villa Clara, o el campo de hierba artificial de La Polar, los terrenos en Cuba dan asco. Al no existir transparencia -bueno ni la propia FIFA es transparente-, Luis Hernández, el presidente, hace con el dinero de la FIFA lo que le da la gana. Todo el mundo sabe de la corrupción de los federativos en las regiones caribeñas. A cambio de un voto de apoyo a Blatter (después destituido), la FIFA daba dinero por debajo de la mesa”, señala la fuente y añade:
“Los federativos no han sabido capitalizar el tremendo auge del fútbol en Cuba. Se necesitan entrenadores de primera que dominen las metodologías y formas novedosas de entrenamiento. En pleno Mundial, se está efectuando en el país el torneo nacional. Pregúntale a un aficionado si conoce los nombres de los futbolistas de su provincia”.
Cuba no participa en una Copa del Mundo desde la celebrada en Francia en 1938, y no por méritos propios, sino porque fue invitada. Actualmente, los cubanos se alistan en otras selecciones. Las que tienen más seguidores son Brasil y Argentina. La canarinha mantiene un viejo romance con nuestra afición. El juego bonito de aquel soberbio equipo de México 1970, con sus cinco diez y liderado por Pelé, siempre ha sido referente estético del mejor fútbol.
Argentina, con sus dos Copas ganadas y aquella memorable actuación de Diego Armando Maradona en México 1986, aglutina una gran cantidad de partidarios. Italia y Holanda, ausentes en Russia 2018, también tienen muchos fans. Alemania, un equipo competitivo que siempre mira hacia adelante, tiene una peña muy activa en la Isla.
El otro peso pesado entre la hinchada local es la España del tiqui-taca. Y en menor grado, Uruguay y Portugal. En plena efervescencia mundialista, la polémica sobre quién es mejor, Messi o CR7, no pierde vigencia.
Según Alfredo, un joven que vende tarjetas de navegación a internet en el parque del Mónaco, al sur de La Habana, el Mundial de Fútbol es una buena medicina para escapar del estrés cotidiano. Confiesa que a partir de las 8 de la mañana se sienta frente al televisor y ve los tres partidos diarios.
"Con el fútbol me olvido de la escasez de comida, que no tengo dinero y que debo comprarle un par de zapatos a mi hijo para el próximo curso escolar. El fútbol atenúa las penurias cotidianas".
Al menos durante noventa minutos.