¿ Qué pasa en el mundo musulmán ? Las idas y venidas de los protagonistas del golpe de Estado egipcio; los avances y retrocesos de los combatientes en Siria; las de cal y arena que reparte Erdogan en Turquía; la irritación popular en Túnez; el terrorismo creciente del Irak… y la lista no sigue porque se haría demasiado larga.
La pregunta no tiene una respuesta sino muchas, porque cada crisis tiene su propia etiología. Pero sí existe un factor que se encuentra en la inmensa mayoría de las naciones islámicas inestable : el entrelazado intimísimo de las pasiones ideológicas, las ambiciones personales y el oportunismo de unos y otros en la disputa del poder en todas la naciones desestabilizadas de los últimos años.
La preponderancia de ese factor se debe a que se trata de naciones con una sociedad civil endeble - sin protagonismo ni tradición democrática – y casi siempre pobre, inmersa en unas estructuras económicas sin presente ni porvenir (Turquía es una excepción en este último punto). En este marco las masas se manipulan fácilmente y con poco dinero. Es decir, que al final el único argumento válido es el de la fuerza. Y esta la suele tener el Ejército.
Claro que los ejércitos – sus generales – también necesitan dinero y en el Oriente Medio así como en el norte de África, sólo lo pueden obtener de 3 fuentes : de los árabes del Golfo para defender la ortodoxia sunita…e impedir un protagonismo político iraní en el mundo musulmán; de Teherán, para ayudar a los chiítas… y reducir el protagonismo saudí; y de los Estados Unidos, que lo desembolsan para defender la poca estabilidad de toda la región… y, en no poca medida, su propia seguridad.
Y si bien con dinero se consigue casi todo, empezando por la paz o la guerra, a la hora de la verdad las batallas hay que ganarlas con combatientes. Y ahí intervienen las ambiciones. Las de los líderes que quieren afianzarse en el poder – o conquistarlo – y las de los subalternos que ven en las aguas revueltas del terrorismo y las revoluciones la ocasión de hacer con dinero y poder. Y no hay que olvidar a los enemigos políticos y personales de líderes y ambiciosas sin liderazgo que intrigan, traicionan y entran – o salen – de las alianzas por venganza y rencor. Si de paso eso coincide con creencias e ideologías, pues miel sobre hojuelas….
Por último, queda un factor cultural muy importante de esas políticas que contradicen toda lógica : en las civilizaciones autoritarias, radicalmente no democráticas desde hace muchos siglos, el poder es concebido como una propiedad. Se tiene el poder – ganado en las urnas o en los campos de batalla – como se podría tener una finca en la que se hace lo que se quiere y como se quiere. No se gobierna pensando en el interés de todos y en los derechos de los otros; se suele gobernar como se va compras : esto me lo quedo y aquello lo tiro y lo de más allá (mejor dicho. él de más allá) lo encierro en el baúl de los olvidos.
Consecuentemente, los que tiene el poder no negocian nunca de buena fe con sus rivales - la oposición o los disidentes - y no pactan jamás para establecer una convivencia de larga duración. Si se pacta, es para esperar la primera ocasión de quedarse con todo el poder, todo el dinero y todas las cárceles en las que meter a “los otros”.
La pregunta no tiene una respuesta sino muchas, porque cada crisis tiene su propia etiología. Pero sí existe un factor que se encuentra en la inmensa mayoría de las naciones islámicas inestable : el entrelazado intimísimo de las pasiones ideológicas, las ambiciones personales y el oportunismo de unos y otros en la disputa del poder en todas la naciones desestabilizadas de los últimos años.
La preponderancia de ese factor se debe a que se trata de naciones con una sociedad civil endeble - sin protagonismo ni tradición democrática – y casi siempre pobre, inmersa en unas estructuras económicas sin presente ni porvenir (Turquía es una excepción en este último punto). En este marco las masas se manipulan fácilmente y con poco dinero. Es decir, que al final el único argumento válido es el de la fuerza. Y esta la suele tener el Ejército.
Claro que los ejércitos – sus generales – también necesitan dinero y en el Oriente Medio así como en el norte de África, sólo lo pueden obtener de 3 fuentes : de los árabes del Golfo para defender la ortodoxia sunita…e impedir un protagonismo político iraní en el mundo musulmán; de Teherán, para ayudar a los chiítas… y reducir el protagonismo saudí; y de los Estados Unidos, que lo desembolsan para defender la poca estabilidad de toda la región… y, en no poca medida, su propia seguridad.
Y si bien con dinero se consigue casi todo, empezando por la paz o la guerra, a la hora de la verdad las batallas hay que ganarlas con combatientes. Y ahí intervienen las ambiciones. Las de los líderes que quieren afianzarse en el poder – o conquistarlo – y las de los subalternos que ven en las aguas revueltas del terrorismo y las revoluciones la ocasión de hacer con dinero y poder. Y no hay que olvidar a los enemigos políticos y personales de líderes y ambiciosas sin liderazgo que intrigan, traicionan y entran – o salen – de las alianzas por venganza y rencor. Si de paso eso coincide con creencias e ideologías, pues miel sobre hojuelas….
Por último, queda un factor cultural muy importante de esas políticas que contradicen toda lógica : en las civilizaciones autoritarias, radicalmente no democráticas desde hace muchos siglos, el poder es concebido como una propiedad. Se tiene el poder – ganado en las urnas o en los campos de batalla – como se podría tener una finca en la que se hace lo que se quiere y como se quiere. No se gobierna pensando en el interés de todos y en los derechos de los otros; se suele gobernar como se va compras : esto me lo quedo y aquello lo tiro y lo de más allá (mejor dicho. él de más allá) lo encierro en el baúl de los olvidos.
Consecuentemente, los que tiene el poder no negocian nunca de buena fe con sus rivales - la oposición o los disidentes - y no pactan jamás para establecer una convivencia de larga duración. Si se pacta, es para esperar la primera ocasión de quedarse con todo el poder, todo el dinero y todas las cárceles en las que meter a “los otros”.