LA HABANA- El parque Maceo, ubicado en la barriada de Centro Habana, marca el punto de partida de Reconstrucción, un proyecto independiente que lleva a cargo cada domingo el joven sonidista Raymel Casamayor con el objetivo de inundar cada zona de la capital de la buena música cubana y de la región del Caribe.
El proyecto, con cerca de un año de creado, lo impulsan unos pocos que -junto a Raymel- ven en Reconstrucción un intento de reformar la sociedad cubana actual rescatando los valores cívicos y buenos modales que se pierden a pasos agigantados.
Casamayor, equipado con un puñado de sombreros de yarey y una bocina donde retumban Benny Moré, Ray Charles, Rita Montaner, Celia Cruz y Willy Chirino, se adentra en las zonas destruidas de la capital. Precisamente allí, donde las personas sienten el dolor de la miseria, donde nadie gasta dinero en discos de otra música que no sea reguetón, donde la guapería, la chusmería, los basureros y los derrumbes son el pan de cada día, es donde Casamayor y su piquete de melómanos despliegan todo su equipamiento.
“Yo creo que la gente debe saber sus raíces musicales antes de disfrutar algo como Chocolate, que es lo más parecido al himno nacional por estos días en Cuba. En estos lugares los panoramas son tristes porque las personas están muy ocupadas en subsistir y no tienen acceso a este tipo de ritmos, además de no poseer ni tiempo ni dinero para invertir en un disco de esta música. Por ello se los regalamos, se los copiamos en memorias, móviles o tabletas, y la gente lo disfruta. En un principio hicieron un poco de resistencia al cambio, pero luego buena parte de la comunidad se integró, sobre todo los niños”, dijo el sonidista.
Este grupo no se detuvo ni siquiera tras el paso del huracán Irma. Entre el ambiente desolador de esos días y la angustia general por la ausencia y carencia de insumos, Reconstrucción decidió regalar un poco de alegría y apoyo a quienes lo perdieron todo.
“Fue muy difícil, yo creo que ha sido los peores tiempos porque nosotros queríamos dar ánimos a las personas y les veías en el rostro la tristeza. Pero esta era la manera que teníamos de ayudarlos un poco para salir de ese estrés que ocasionó Irma”, dijo Andy Muñoz, otro integrante del proyecto.
“Yo por ejemplo sufrí daños leves en mi casa, y aun así salía ver cómo podía ayudar a los que estaban peor que yo. Al hecho de jugar con los pequeños en la calle, hablar con sus padres y brindarle el apoyo que podíamos solo pedíamos a cambio una sonrisa”.
Laritza Celada es una joven fotógrafa española radicada en Cuba por dos años y miembro desde hace dos meses de Reconstrucción. “En Cuba no resulta difícil diagnosticar la mala salud de géneros como la timba, el son y el jazz. El termómetro lo da la cantidad de vulgaridades que genera en la población el reguetón unido al desinterés del gobierno o del Ministerio de Cultura de cambiar esta realidad”, dijo Celada.
“Existen artistas creando y componiendo sonoridades diversas, pero son minoría ante la avalancha de reguetón, trap, traptón y todos los derivados que están brotando como la espuma”.
“No entiendo por qué, con la riqueza musical existente en la isla, agencias cubanas como Bismusic o Musicalia no promuevan otro tipo de ritmos o sencillamente dediquen algún tipo de tiempo y un mínimo de presupuesto a rescatar los que están y por desidia van quedando en el olvido,” Celeda añade.
“Si hubiese un mínimo de interés proyectos como Reconstrucción se ampliarían y no quedara en el esfuerzo de unos pocos por llevar a la gente otra música que no es solamente la que escuchamos aquí que se vuelve cíclica y repetitiva”, señala la española.
En esta isla, la industria de la música tiene sus intenciones bien garantizadas y acentuadas: promover, producir y grabar aquello que les sea más factible económicamente sin interés en el contenido o en lo que cada composición pueda transmitir a la población. Es por ello que cada día, las nuevas generaciones de cubanos que van creciendo bajo dicho contexto se vuelven más vulgares y olvidan o desconocen la tradición cultural que estos 60 años de Revolución se ha encargado de tirar poco a poco por la borda.
Proyectos como Reconstrucción no perfilan entre las prioridades culturales de esta nación, que tuvo entre sus aspiraciones ser una de las más cultas del mundo. Por lo pronto, Raymel y su equipo de melómanos seguirá, puerta a puerta, llevando su música a esos sectores que sin saberlo, son los que más la necesitan.