Ernest Hemingway se inspiró para algunas de sus obras en temas, personajes y detalles de los libros del autor cubano Enrique Serpa, según un nuevo libro acerca de la relación de amistad del escritor de El viejo y el mar con Cuba, del que es autor el investigador y profesor estadounidense Andrew Feldman.
“No creo que Hemingway se robara las historias de Serpa, porque hay una clara diferencia entre sus obras y tienen estilos propios, pero creo que la influencia es lo suficientemente visible como para que nos preguntemos hasta qué punto su amistad e intercambio intelectual afectaron sus obras”, dice Feldman en Miami.
Ernesto. The Untold Story of Hemingway in Revolutionary Cuba (Melville House), que saldrá este martes a la venta en EE.UU., es el resultado de una investigación que Feldman llevó a cabo en la isla siguiendo el mandato del premio Nobel de Literatura 1954: si quieres ser escritor, debes ser capaz de “caminar en los zapatos” de otro.
Feldman tuvo la suerte de ser el primer extranjero que tuvo acceso a los archivos de Finca Vigía, la casa de Hemingway (1899-1961) en las afueras de La Habana, hoy convertida en un museo, y permaneció de 2008 a 2010 en Cuba.
El tema principal del libro es la relación de Hemingway con Cuba, un país que visitó por primera vez en 1928 y en el que residió en las décadas de los años cuarenta y cincuenta.
“Desarrolló una empatía genuina, respeto y amistad con el pueblo cubano”, dice Feldman, quien recuerda que cuando recibió el premio Nobel en 1954 se definió como un “ciudadano de Cojímar”, un municipio a pocos kilómetros de La Habana.
“Cuando el gobierno revolucionario llegó al poder (en 1959), el gobierno estadounidense le dijo que tenía que denunciarlo y salir de Cuba, pero él no lo hizo, porque dijo que su tarea era escribir, no la política, y porque Cuba era su hogar y el pueblo cubano era su amigo”, subraya en la entrevista con Efe.
Uno de sus amigos cubanos fue Enrique Serpa (1900-1968), ganador del Premio Nacional de Novela de Cuba en 1938 y al que Hemingway consideraba un “prodigio”, según escribió Martha Gellhorn, tercera esposa del escritor, en una carta a su editor, Max Perkins.
Feldman dice que no sería “justo” decir que fue un plagio lo que Hemingway hizo con Aletas de tiburón y La aguja, dos obras de Serpa con una “influencia notable” en El viejo y el mar (1952).
“Sería difícil identificar a un artista digno de elogio que no haya encontrado inspiración en otras obras de arte”, dice.
A su juicio, Hemingway no “copiaba” a Serpa, sino que aprendía mucho de las historias del cubano, que tenía un talento equiparable al suyo y “una prosa muy elaborada, potente y expresiva”.
Después de leer a ambos detenidamente, Feldman todavía se pregunta cómo es “posible que Hemingway se volviera tan famoso y rico a lo largo de su vida y Serpa muriera relativamente desconocido y ganando muy poco por su obra”.
El investigador y su esposa, Yelani Reyes León, profesora de español en Nueva Orleans, se proponen hacer todo lo posible para que Contrabando, la obra mayor de Serpa, se traduzca al inglés y se publique en Estados Unidos.
Leopoldina Rodríguez, una mulata educada, viajada y con una vida amorosa agitada, fue otra influencia importante para el autor de Por quién doblan las campanas, quien hizo infinidad de referencias a “Leo” en sus cartas y creó un personaje en “Islas a la deriva (“Islands in the Stream”), "Honest Lil”, claramente inspirado en ella.
Entre los amantes de esta cortesana que pasó un tiempo en España y frecuentaba el bar habanero Floridita estuvo el líder falangista español José Antonio Primo de Rivera, fusilado a comienzos de la Guerra Civil española (1936-1939), según escribió Hemingway en una carta.
Hemingway y Leopoldina “fueron compañía mutua y amistad durante los días más difíciles de sus últimos años. Se enseñaron sobre sus culturas de origen. Se hicieron amigos íntimos. Se cuidaron de una manera que otros no lo hicieron”, dice Feldman.
Al autor de Ernesto le interesó mucho el hecho de que Hemingway llevara la medalla del premio Nobel a la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, en cuyo santuario aun está expuesta junto a las de militares y atletas cubanos.
“Leopoldina parece haber influido en las prácticas religiosas del escritor, así como haberlo ayudado a comprender y apreciar la santería, el folclore popular y otros elementos de la cultura cubana”, dice Feldman.
Hemingway pagó la renta del apartamento de Leopoldina en La Habana durante muchos años y cuando ella falleció en 1956 a causa de un cáncer fue la única persona que asistió a su funeral, según Norberto Fuentes, el biógrafo cubano del escritor estadounidense.
Si se le pregunta a Feldman por qué perdura el interés por la vida y obra de Hemingway casi 60 años después de muerto, responde que es “uno de los narradores más perceptivos y expresivos” del siglo XX y supo “tejer un mito alrededor de sí mismo”.
“Creo que Hemingway es una especie de superhéroe literario que nos muestra de qué somos capaces. En la tradición de Daniel Boone, Paul Bunyan, Perseo, Aquiles y Ulises, se hizo más grande que la vida, mitad hombre mitad inmortal, un semidiós, que parecía trascender los límites de una sola vida”, concluye.