El japonés Haruki Murakami, autores estadounidenses como Joyce Carol Oates y Philip Roth dominan los pronósticos para el Nobel de Literatura, que se falla dentro de dos días en Estocolmo, y para el que también tendrían opciones el noruego Jon Fosse y la bielorrusa Svetlana Alexijevich.
Al igual que en los últimos años, Murakami, que despierta más entusiasmo entre sus numerosos lectores que en la crítica, aparece como uno de los grandes favoritos a sustituir en el palmarés del premio al chino Mo Yan, ganador en 2012.
Su nombre suena con fuerza en los medios suecos y en las casas de apuestas, en las que ocupan lugares prominentes otros "clásicos" de las quinielas como la argelina Assia Djebar, el húngaro Peter Nadas, la canadiense Alice Munro, el keniano Ngugi wa Thiongo, el checo Milan Kundera, el irlandés William Trevor y el israelí Amos Oz.
Pero en los primeros puestos se encuentran también el dramaturgo noruego Jon Fosse y la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexijevich, que nunca hasta ahora sonaban en los pronósticos.
La nómina de poetas bien situados en las quinielas se ha reducido tras la concesión del Nobel en 2011 al sueco Tomas Tranströmer, aunque continúan el sirio Adonis, seguido por el surcoreano Ko Un y el australiano Les Murray.
Thomas Pynchon, Margaret Atwood, Don De Lillo, Cormac McCarthy y el cantautor Bob Dylan son otros autores estadounidenses que se mencionan y a favor de los que podría jugar el factor tiempo, ya que las letras de ese país no ganan desde 1993 con Toni Morrison, aunque varios escritores en lengua inglesa sí lo han logrado en esos años.
La Academia rescató por ejemplo recientemente las literaturas francesas e hispanas, que no recibían el Nobel desde hacía dos décadas, al distinguir a Jean Marie Le Clézio (2008) y al peruano Mario Vargas Llosa (2010).
Que hayan pasado solo tres años desde el triunfo del autor de "La ciudad y los perros" da en teoría pocas opciones a escritores como los españoles Javier Marías, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas y Antonio Gamoneda, así como el argentino César Aira y el nicaragüense Ernesto Cardenal.
Pero no hay que olvidar que la Academia sueca otorgó el Nobel de Literatura al mexicano Octavio Paz (1990) justo un año después de que el galardón fuera a parar al español Camilo José Cela.
La elección de Vargas Llosa o los británicos Harold Pinter (2005) y Doris Lessing (2007) demostró que la Academia puede recuperar a "eternos candidatos" que llevan sonando muchos años, como los italianos Claudio Magris y Umberto Eco, el holandés Cees Nooteboom, el albanés Ismail Kadare o el portugués Antonio Lobo Antunes.
Aunque las listas previas son ya una tradición, no suelen acertar con mucha frecuencia, salvo en casos aislados, como el del turco Orhan Pamuk, indiscutible favorito y finalmente ganador en 2006, o el propio Mo Yan, que ya aparecía en las quinielas del año pasado.
En su ya centenaria historia la Academia Sueca ha demostrado también que es capaz de elegir a nombres inesperados como la austríaca Elfriede Jelinek o la alemana Herta Müller.
La Academia insiste siempre en que sólo premia a autores y no a literaturas ni países, aunque sus elecciones parecen llevarse a veces más por cuestiones políticas o por el criterio de rotación geográfica que por la calidad literaria.
Al igual que en los últimos años, Murakami, que despierta más entusiasmo entre sus numerosos lectores que en la crítica, aparece como uno de los grandes favoritos a sustituir en el palmarés del premio al chino Mo Yan, ganador en 2012.
Su nombre suena con fuerza en los medios suecos y en las casas de apuestas, en las que ocupan lugares prominentes otros "clásicos" de las quinielas como la argelina Assia Djebar, el húngaro Peter Nadas, la canadiense Alice Munro, el keniano Ngugi wa Thiongo, el checo Milan Kundera, el irlandés William Trevor y el israelí Amos Oz.
Pero en los primeros puestos se encuentran también el dramaturgo noruego Jon Fosse y la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexijevich, que nunca hasta ahora sonaban en los pronósticos.
La nómina de poetas bien situados en las quinielas se ha reducido tras la concesión del Nobel en 2011 al sueco Tomas Tranströmer, aunque continúan el sirio Adonis, seguido por el surcoreano Ko Un y el australiano Les Murray.
Thomas Pynchon, Margaret Atwood, Don De Lillo, Cormac McCarthy y el cantautor Bob Dylan son otros autores estadounidenses que se mencionan y a favor de los que podría jugar el factor tiempo, ya que las letras de ese país no ganan desde 1993 con Toni Morrison, aunque varios escritores en lengua inglesa sí lo han logrado en esos años.
La Academia rescató por ejemplo recientemente las literaturas francesas e hispanas, que no recibían el Nobel desde hacía dos décadas, al distinguir a Jean Marie Le Clézio (2008) y al peruano Mario Vargas Llosa (2010).
Que hayan pasado solo tres años desde el triunfo del autor de "La ciudad y los perros" da en teoría pocas opciones a escritores como los españoles Javier Marías, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas y Antonio Gamoneda, así como el argentino César Aira y el nicaragüense Ernesto Cardenal.
Pero no hay que olvidar que la Academia sueca otorgó el Nobel de Literatura al mexicano Octavio Paz (1990) justo un año después de que el galardón fuera a parar al español Camilo José Cela.
La elección de Vargas Llosa o los británicos Harold Pinter (2005) y Doris Lessing (2007) demostró que la Academia puede recuperar a "eternos candidatos" que llevan sonando muchos años, como los italianos Claudio Magris y Umberto Eco, el holandés Cees Nooteboom, el albanés Ismail Kadare o el portugués Antonio Lobo Antunes.
Aunque las listas previas son ya una tradición, no suelen acertar con mucha frecuencia, salvo en casos aislados, como el del turco Orhan Pamuk, indiscutible favorito y finalmente ganador en 2006, o el propio Mo Yan, que ya aparecía en las quinielas del año pasado.
En su ya centenaria historia la Academia Sueca ha demostrado también que es capaz de elegir a nombres inesperados como la austríaca Elfriede Jelinek o la alemana Herta Müller.
La Academia insiste siempre en que sólo premia a autores y no a literaturas ni países, aunque sus elecciones parecen llevarse a veces más por cuestiones políticas o por el criterio de rotación geográfica que por la calidad literaria.