La canciller Angela Merkel dio la bienvenida el domingo al presidente estadounidense Barack Obama con un tradicional "desayuno bávaro" a base de pretzels, cerveza espumosa y música 'oompah', evidenciando la buena salud de las relaciones entre ambos países.
Temprano, antes del inicio de la reunión de alto nivel en la que se tratará desde las crisis en Grecia y Ucrania hasta el cambio climático en el lujoso castillo de Elmau, Merkel y Obama visitaron el idílico pueblo alpino de Krün.
Allí fueron recibidos por los habitantes locales vestidos con el traje tradicional bávaro: 'lederhosen' (pantalones cortos de cuero) para los hombres y blusas 'dirndl' para las mujeres.
Una tormenta nocturna había limpiado el cielo y el día, azul y soleado, iluminaba las casitas dignas de postal, de tejados inclinados, balcones de madera adornados con coloridos geranios.
Obama llegó al pueblo en un coche negro, saludó a Merkel con dos besos en las mejillas y estrechó la mano al marido de la canciller, el discreto Joachim Sauer. Ambos líderes firmaron el libro de visitas de Krün, cuya historia remonta al siglo XIII, antes de dar un discurso en el que subrayaron los valores compartidos de ambos países.
Obama explicó que los líderes del G7 discutirán sobre las amenazas al orden democrático internacional, incluida la necesidad de frenar la "agresión rusa en Ucrania", y celebró la amistad americano-germana. Por su parte, Merkel, describió a Estados Unidos como un "amigo y socio" incluso si a veces tenían "desacuerdos", en referencia al escándalo del espionaje de la NSA, que ha tensado las relaciones bilaterales en los últimos dos años.
El tono fue generalmente ligero: "Olvidé mi lederhosen", bromeó Obama, antes de prometer que compraría uno y de alabar la "mejor actuación de 'alphorn'", la trompa de los Alpes de su vida.
Después llegaron las salchichas, los pretzels y la cerveza local de trigo. "Nunca es mal momento para una cerveza y Weisswurst", aseguró el presidente estadounidense, tras brindar con la expresión bávara "Gruss Gott!".
Un granjero que se sentó en la misma mesa explicó a la AFP que la bebida no era alcóholica. Los habitantes, que no pararon de hacerse fotos y charlar con Obama, se mostraron encantados con la visita. "No se ve algo así cada día", explicó con una sonrisa Marianne, de 81 años, que había salido pronto de casa para poder ver, aunque fuera de lejos, a ambos líderes.
Bernhard Neuer, que llevaba el típico sombrero bávaro, con una especie de plumero hecha de pelo animal, señaló que "normalmente" también portaría sus armas (sables y rifles carabineros). "Sin munición, claro, pero obviamente hoy no podíamos traerlos", se disculpó, mientras varios hombres en traje negro, gafas de sol y pinganillo vigilaban apostados a la sombra de los árboles en la plaza principal del pueblo. Los vecinos de Krün compartían cervezas con sus ilustres invitados, mientras de fondo se encadenaban temas de música tradicional 'oompah'.