Los rusos tienen unas formas sui generis de calificar acciones y hechos. El KGB llamaba “trabajos mojados” (mokire dela) a los asesinatos y secuestros. Las operaciones del Kremlin para influir en la opinión pública extranjera con campañas de desinformación, propaganda o falsificación eran “medida activa” (aktivnie meropriyatiya).
Ahora los activistas de Greenpeace que defienden el medio ambiente en Rusia son piratas. Ecologistas de esa organización, provenientes de Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Reino Unido, Holanda, Nueva Zelandia, Ucrania, Rusia, Francia, Italia, Turquía, Finlandia, Suecia, Suiza y Polonia, fueron arrestados por las fuerzas especiales de la guardia costera y acusados de piratería. Dos de los detenidos intentaron escalar la plataforma marítima de la empresa Gazprom, en el Mar de Pechora. La guardia costera rusa disparó once veces, en señal de advertencia, contra los activistas de esa reconocida organización internacional defensora del medio ambiente. Ahora están tras las rejas en Múrmansk, a donde llevaron también al rompehielos “Artic Sunrise”.
En ocasiones esas protestas son un vehículo efectivo para llamar la atención sobre desastrosas situaciones climáticas. Pero en Rusia el clamor por el cuidado del medio ambiente es “piratería”. La fiscalía ya ordenó la prisión preventiva a varios de los ecologistas, y la prensa ruda les acusa de “terrorismo” y un almirante ruso explicaba casi a diario en la televisión moscovita los artículos del código penal que violaron y “el riesgo a la seguridad del país” por este tipo de actividad. Ni a los abogados defensores ni a los representantes diplomáticos, que han volado desde Moscú a Múrmansk, se les permite hablar con los detenidos.
Los ecologistas de las filiales rusas de Greenpeace y WWF explicaron los peligros para el medio ambiente de la producción de petróleo en la plataforma del Ártico, así como el riesgo que supone para la economía. Detallaron la política de empresas como Total, Lukoil y Chevron, que han decidido no producir petróleo en el Ártico, debido a altísimos estándares ambientales en otros países para ese tipo de trabajo en la plataforma ártica, a excepción de Rusia. Ante esta situación y con el monopolio de Gazprom y Rosfnet, las empresas extranjeras como Statoil y Shell se unen a estas compañías rusas para explotar el Ártico.
No pueden explotar petróleo en Alaska, Groenlandia, o Noruega, entonces terminan hurgando el helado suelo marino en costas rusas.
Una catástrofe ecológica en cualquiera de las plataformas petroleras requerirá decenios para su liquidación. El peligro por las explotaciones petrolíferas en la zona ha sido denunciado por ambientalistas rusos, sin resultado alguno. Gazprom sigue excavando en el mar.
El presidente Vladimir Putin fue más condescendiente con los activistas de Greenpeace, y no les calificaba de piratas, pero sí de violar la ley rusa. La esperanza está en que las palabras de Putin es lo más parecido a un ukase de los zares; pero los ecologistas siguen detenidos, y contratacan acusando de “Piratas del Ártico” a los ejecutivos de Gazprom y Shell.
Ahora los activistas de Greenpeace que defienden el medio ambiente en Rusia son piratas. Ecologistas de esa organización, provenientes de Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Reino Unido, Holanda, Nueva Zelandia, Ucrania, Rusia, Francia, Italia, Turquía, Finlandia, Suecia, Suiza y Polonia, fueron arrestados por las fuerzas especiales de la guardia costera y acusados de piratería. Dos de los detenidos intentaron escalar la plataforma marítima de la empresa Gazprom, en el Mar de Pechora. La guardia costera rusa disparó once veces, en señal de advertencia, contra los activistas de esa reconocida organización internacional defensora del medio ambiente. Ahora están tras las rejas en Múrmansk, a donde llevaron también al rompehielos “Artic Sunrise”.
En ocasiones esas protestas son un vehículo efectivo para llamar la atención sobre desastrosas situaciones climáticas. Pero en Rusia el clamor por el cuidado del medio ambiente es “piratería”. La fiscalía ya ordenó la prisión preventiva a varios de los ecologistas, y la prensa ruda les acusa de “terrorismo” y un almirante ruso explicaba casi a diario en la televisión moscovita los artículos del código penal que violaron y “el riesgo a la seguridad del país” por este tipo de actividad. Ni a los abogados defensores ni a los representantes diplomáticos, que han volado desde Moscú a Múrmansk, se les permite hablar con los detenidos.
Los ecologistas de las filiales rusas de Greenpeace y WWF explicaron los peligros para el medio ambiente de la producción de petróleo en la plataforma del Ártico, así como el riesgo que supone para la economía. Detallaron la política de empresas como Total, Lukoil y Chevron, que han decidido no producir petróleo en el Ártico, debido a altísimos estándares ambientales en otros países para ese tipo de trabajo en la plataforma ártica, a excepción de Rusia. Ante esta situación y con el monopolio de Gazprom y Rosfnet, las empresas extranjeras como Statoil y Shell se unen a estas compañías rusas para explotar el Ártico.
No pueden explotar petróleo en Alaska, Groenlandia, o Noruega, entonces terminan hurgando el helado suelo marino en costas rusas.
Una catástrofe ecológica en cualquiera de las plataformas petroleras requerirá decenios para su liquidación. El peligro por las explotaciones petrolíferas en la zona ha sido denunciado por ambientalistas rusos, sin resultado alguno. Gazprom sigue excavando en el mar.
El presidente Vladimir Putin fue más condescendiente con los activistas de Greenpeace, y no les calificaba de piratas, pero sí de violar la ley rusa. La esperanza está en que las palabras de Putin es lo más parecido a un ukase de los zares; pero los ecologistas siguen detenidos, y contratacan acusando de “Piratas del Ártico” a los ejecutivos de Gazprom y Shell.