Una Cuba devastada, la separación de las familias, los miles de muertos intentando cruzar el estrecho de la Florida, la crisis humanitaria de Venezuela, que nos pesa de lejos, se pueden contar como elementos principales del legado de Fidel Castro, sin embargo el factor invisible, pero el más arraigado, es el daño que el dictador nos dejó en nuestras conciencias, pasa de generación en generación y nos hace pelearnos por cosas que realmente no valen la pena.
Los cubanos perdimos la Guerra de los Diez años, y caímos en una Tregua Fecunda de 17 años, por la desunión y el regionalismo en el país, posiblemente Castro se hizo del poder en 1959, y este elemento de división también estuvo presente. Parte de los horrores que se vivieron en Cuba también tuvieron que ver con esa consciencia dividida, que Fidel no creó, pero que supo utilizar y alimentar muy bien. Recordemos los mítines de repudio, los huevos de los ochenta, las palabras “escoria”, “gusano”. Él sólo fomentó lo que ya estaba ahí, como principal cardo de cultivo.
Han pasado tantos años, ya Castro muerto, y si algo hemos aprendido ha sido a odiarnos, a recrear esa otredad que no le hace falta a una nación, ansiamos tanto Cuba, pero si ahora tuviéramos la Isla, ¿realmente la haríamos mejor? Posiblemente sí, pero por algunos años, luego volveríamos a caer en las garras de otro tirano.
Se trata de elevar nuestra conciencia política, de manera que podamos trascender nuestras pasiones; las críticas atormentadas contra la joven activista sobreviviente de Parkland, Emma González, son fruto de nuestros delirios.
Los ataques a Emma son comprensibles, a los cubanos aún nos duele Fidel Castro, y muchos tenemos pavor a todo lo que pueda alejarnos de la línea conservadora de ultra derecha, pero la estudiante de origen cubano es ciudadana norteamericana, y tiene todo el derecho a abogar por una causa humana, no somos quienes para adoctrinar. ¿O acaso vamos a pagar con la misma moneda? Hacer lo que a nosotros nos hicieron, en un país libre y de tradición democrática.
No se vale llamar comunista o guerrillero a todo el que abogue por causas justas y humanas, como el esfuerzo por exigir el control de armas en EEUU. No podemos sentirnos amenazados ante toda aquella persona que se atreva a desafiar el estatus quo.
Atacar a Emma por su orientación sexual, es totalmente absurdo en pleno siglo XXI, cuando las minorías tienen voz y se han reivindicado, no podemos hacer acusaciones para caer nosotros en el descrédito, en términos políticos si creemos en la libertad individual, en el derecho a la propiedad privada, que incluye nuestro cuerpo, quienes somos para juzgar la orientación sexual de una joven de 19 años.
No permitamos que nuestros traumas de vivir sin libertad de expresión nos hagan borrarles la libertad a otros. La bandera cubana, no es nadie, y por sí sola no tiene ideología, el verde olivo es el color de nuestras fobias, pero no lo llevemos a lo humano.
Emma tiene todo el derecho a usar la bandera que quiera en su hombro, al final nadie puede quitarle su herencia cubana, ella puede usar el color que desee, no hagamos falsas analogías que puedan ridiculizarnos. Si queremos que nuestros jóvenes piensen por sí mismos, si queremos enseñarle que es el totalitarismo, para que no caigan en falsas idolatrías, “hablemos” como personas civilizadas, “no ladremos”.
El peor legado de Fidel Castro lo encarna Emma González, porque contra ella hemos lanzado todas nuestras frustraciones, supongamos que Emma sea izquierdista, ¿no la estamos mitificando?, precisamente ante nuestros propios hijos, ante una nueva generación, nuestro viejos estigmas no nos salvarán, terminarán hundiéndonos. ¿Acaso no estamos haciendo con la joven estudiante de Florida, lo mismo que hicimos con Fidel Castro? Ayudar a construir el mito…