Alfredo Del Pozo, vecino de Jaimanitas y padre de una alumna del séptimo grado desaprobada en los exámenes finales recientes, de la escuela secundaria básica Rubén Martínez Villena, del municipio Playa, está alarmado no solo por su hija, también por la alta cifra de desaprobados, 97, nunca antes vistas en la historia de la educación en este municipio.
Alfredo asegura, que las recientes sanciones a profesores vinculados a un fraude escolar, son la causa principal por la que los maestros ha apretado la mano a la hora de calificar. El año pasado de sexto para séptimo pasaron todos de grado. Este año hubo 97 suspensos.
–Nos acostumbramos al histórico “100 por ciento de promoción”, todo el mundo pasaba de grado. Pero como ya los maestros no pueden regalar la nota, o el cuestionario de preguntas, están saliendo a relucir muchas lagunas en el conocimiento. Acabo de descubrir que mi hija no sabe multiplicar. Las pruebas de revalorización serán el 7 de julio. Voy a tener que repasarla yo mismo, porque tengo dinero para pagarle a una maestra particular. Si esto fue solo en el municipio Playa, ¿cómo estará el resto de la isla?
Alfredo trabaja como barredor en Comunales, barriendo la calle 232, desde Primera hasta Tercera C. Con él trabaja otro individuo, que mientras hablábamos empujaba un latón de basura con ruedas, y con una escoba y un recogedor limpiaba la calle. Alfredo me dijo que aquel otro barredor era maestro. ¡Tremendo maestro! Pero lo separaron del sistema de educación y sancionaron a cinco años preso, por golpear a un alumno. Tres los pasó en el Combinado del Este encerrado. Dos tenía que barrer calle.
Me acerqué al maestro y le pregunté sobre los detalles de su sanción. Me contó que fue por culpa de un alumno que lo sacó de quicio. Era el más indisciplinado y bruto del aula y quería enderezarlo, para que fuera alguien en el futuro. Pero el muchacho resultó un caso perdido. Se burlaba de él por toda la escuela y hasta llegó mentarle la madre durante una clase.
Se quejó en el Consejo de Dirección, pero no hicieron nada. Un día en que no aguantó más las ofensas del discípulo, perdió los estribos y le propinó un par de reglazos. Entonces lo acusaron en la dirección de la escuela. Lo llevaron a juicio. Le echaron cinco años, por abuso escolar.
Le recordé al maestro que cuando yo estudiaba en primaria, las maestras tenían una gran regla junto al pizarrón y era normal el castigo de los reglazos en la palma de la mano, cuando algún alumno se portaba mal. Se encogió de hombros. Dijo que lo vivido en el Combinado del Este no se lo deseaba ni a su peor enemigo. Un infierno que casi lo vuelve loco. Ahora, en la calle, tenía que firmar todos los sábados en la estación de policía. No podía salir de la provincia, ni asistir a fiestas, ni a lugares públicos. Estaba hecho talco. Quería que la sanción terminara rápido. Sin más problemas.
Ninguno de los dos hombres quiso que les tomara fotos. Pero el maestro me dijo que deseaba mandarle un mensaje al ministro de Educación. Decirle que fueron poco los reglazos que le dio al chico, comparado con lo que merecía.
–La primera institución social, la familia, no coopera en la educación de los niños. Al contrario, los mal educa. En estos tiempos los padres no le preguntan a los hijos, ¿qué aprendiste? Si no, ¿qué te dieron de comida? ¿Qué te hizo el maestro? Las ideas de Raúl de querer educar a este pueblo, van por muy mal camino. Si los buenos maestros estamos presos, ¿qué se puede esperar de los demás?
Este artículo fue publicado en Cubanet