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La Dinastía y el Exilio


Decenas de cubanos se congregaron con banderas de su país y de Estados Unidos en el café Versailles de Miami para celebrar la muerte de Fidel Castro.
Decenas de cubanos se congregaron con banderas de su país y de Estados Unidos en el café Versailles de Miami para celebrar la muerte de Fidel Castro.

Es una atormentadora realidad que la dinastía de los Castro esté próxima a cumplir 58 años en el gobierno, como es cierto que, a pesar de la distancia, desencantos y fracasos, un grupo importante de hombres y mujeres en la isla y en el extranjero se acercan a esas casi seis décadas de confrontar a un régimen que determinó su ostracismo en intramuros o en costas foráneas.

El castrismo no ha sido derrotado pero ellos no han podido vencer a los opositores internos, tampoco a quienes desde diferentes países, en la medida de sus posibilidades, siguen denunciando y atacando a la única dinastía política del hemisferio.

Ni el tiempo ni los años han doblegado la voluntad de estos sobrevivientes como tampoco los de otros de la misma generación que arribaron a playas extranjeras años después. Todos, abuelas y abuelos, a pesar de las muchas dificultades que aportan los años, siguen honrando su compromiso de juventud de combatir la dictadura.

Hay quienes claman por una mayor participación de los jóvenes en los quehaceres del exilio, una concreta necesidad que puede no coincidir con los intereses y anhelos de las nuevas descendencias, sin embargo, es justo destacar la persistencia y tenacidad de quienes a pesar de las crecientes limitaciones impuestas por los años organizan y participan en el respeto a las tradiciones cubanas y en las gestiones políticas que se hacen contra la dictadura.

Las bajas que ha sufrido esa generación han sido muchas, los sufrimientos infinitos, los éxitos políticos escasos, mientras reciben constantemente ataques y descalificaciones de supuestos aliados, circunstancias, que no han afectado el profundo compromiso con sus raíces nacionales lo que ha hecho posible que muchas de sus costumbres y expresiones culturales hayan sido trasplantadas a los países que los han acogido.

En cualquier ciudad del mundo donde reside un grupo de cubanos se recuerda y evoca el país. Hay un orgullo tan fuerte por el gentilicio que se hace todo lo posible por trasmitirlo a los descendientes. En ocasiones el ambiente generado en algunos círculos ha llevado a más de un recién llegado a afirmar que se sienten más cubanos que cuando vivía en la isla, mientras comentan que en el exterior son más respetadas y honradas las efemérides nacionales que en la tierra común.

Vivencias propias avalan lo expuesto.

En Caracas, Venezuela, durante la república democrática, radicaba una asociación dedicada a honrar a José Martí, fundada y manejada por cubanos.

Después se fundó el Hogar Cubano bajo la dirección de Joaquín Meso Llada y monseñor Eduardo Boza Masvidal para recibir y albergar a miles de compatriotas que salían de la isla y posteriormente la Casa Cuba, un centro cultural y de recreación que administró Francisco “Paco” Lorenzo.

En Valencia ciudad industrial venezolana se constituyó el Circulo Cubano Venezolano, inspiración de un exiliado que contó con el respaldo de sus compatriotas y de venezolanos. Allí se celebraban las fechas patrias y religiosas de la isla y se daba fe del compromiso de los exiliados con la democracia y la libertad. También se construyó un monumento a la memoria de José Martí.

Muchos coterráneos en diferentes puntos del orbe se han convertido en paradigmas del exilio, pero hay más héroes desconocidos que los públicos que nunca deben ser olvidados, por quienes les sobreviven. Fueron mujeres y hombres, ancianos y jóvenes, desaparecidos en número creciente, que hubieran deseado dejar sus huesos en la tierra en la que nacieron.

Miami, el condado para ser preciso, es el punto de referencia más importante y trascendente de la cubanía fuera de la isla. Esta zona reúne lo más representativo de la cultura, costumbres y compromiso del ser cubano con la libertad.

Con independencia de los que gustan denostarla, es el receptáculo de la mayoría de las tradiciones cubanas y con aciertos y errores es el foco central de la resistencia a la dictadura de los Castro, al extremo que han impuesto su condición particular a la emblemática calle Ocho, tal y como han hecho otros compatriotas al dejar su impronta en la calle Bergenline de Unión City, Nueva Jersey.

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