“Nunca antes en la historia de este país” –diría Luiz Inácio Lula da Silva, como si de anunciar algún logro de su gobierno se tratase- un presidente de Brasil había visitado tantas veces la República de Cuba.
Un récord indiscutible del exmandatario, que visitó en siete ocasiones la isla entre 2003 y 2014, años en que ejercía una rebosante influencia sobre el Estado brasileño, primero al frente del gobierno y más tarde como garante político de su sucesora Dilma Rousseff. Durante ese período, el comercio entre Cuba y Brasil vivió una escalada inédita hasta llegar al mayor negocio realizado entre los dos países: el Puerto del Mariel.
Al mismo tiempo, crecía la fortuna personal de Lula da Silva.
De los parcos $88 millones de dólares que alcanzaba el comercio bilateral antes del arribo al poder del exsindicalista, la compraventa entre ambas naciones pasó en cinco años a $572 millones -según datos de la balanza comercial del Ministerio de Comercio Exterior brasileño-, y en 2012 superaba los $663 millones. Por esa época, con Rousseff afincada en el Palacio del Planalto y ya liberado de las ataduras del cargo, Lula da Silva daba riendas sueltas al cabildeo internacional a favor de las constructoras brasileñas y en especial de una: Odebrecht.
De acuerdo a la investigación sobre corrupción y tráfico internacional de influencia ejercida por Lula, entre 2010 y 2014 el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) -una institución financiera controlada por el gobierno federal- financió 52 obras ejecutadas por el Grupo Obebrecht en América Latina y África por un valor de $7,44 mil millones de dólares -entre ellas las obras en Cuba. En el mismo periodo, el exmandatario hizo 18 viajes a los países favorecidos por ese dinero -3 de ellos a Cuba- e impartió 11 conferencias por las que Odebrecht pagó más de $2 millones de dólares, además de cubrir otros $1,3 millones en transporte y hospedaje.
Se abre la ruta Brasilia-Habana
Tras su asunción el primero de enero de 2003, Lula da Silva visitó Cuba en septiembre de ese mismo año. Desembarcó en La Habana con un paquete de 12 acuerdos de cooperación que iniciaron el despegue comercial entre los países, reforzado al año siguiente con la concesión de créditos a para la compra de alimentos en Brasil. Así, en 2008, Brasil se convertía en el cuarto socio comercial de Cuba. Para el gigante sudamericano, la isla apenas representaba alrededor de 0,15% de su comercio exterior.
Además del pragmatismo comercial y diplomático -una de las marcas de la era Lula- la visita a Cuba pagaba una deuda de gratitud al régimen cubano, antiguo aliado ideológico de sus años de sindicalista, al frente del Partido de los Trabajadores, y durante sus tres sucesivas derrotas electorales a finales de los 80 y en los 90.
Terminada esta primera visita, Lula da Silva no volvió más a Cuba hasta pasados cinco años. A partir de 2008, en medio a su segundo mandato, las visitas presidenciales pasaron a ser frecuentes -tres en tres años- y coinciden con el período de gesta del proyecto del Mariel y la apertura de los créditos que financiaron la construcción del puerto por la constructora Odebrecht.
Chávez y Lula, padrinos del Mariel
En los primeros meses de 2007, Emilio Odebrecht, el patriarca de la multinacional brasileña, viajó de su natal Salvador de Bahía a Caracas expresamente a pedido de Hugo Chávez. El expresidente venezolano le encargó esta vez dos trabajos: un megaproyecto de desarrollo agrícola de 500,000 hectáreas que ayudase a solucionar la crisis alimentaria en Venezuela y la ejecución de un puerto en Cuba. Emilio Odebrecht aceptó ambos desafíos, pero puso una condición para el puerto: la intervención del presidente Lula.
“Yo le dije, mire jefe, nosotros trabajamos en EEUU, y un asunto de ese tipo y con las restricciones que tiene Cuba, no es fácil de propiciar los recursos financieros. Además, tenemos una política de entrar solo a determinados países. Pero, un pedido suyo es algo que voy a encontrar una manera de realizarlo, por eso quisiera que el gobierno brasileño estuviese involucrado en un programa así y que ellos nos los solicitasen, no quisiera tomar una iniciativa de esas”, relató Emilio Odebrecht en su colaboración premiada con la Operación Lava Jato, que investiga la corrupción en la estatal Petrobras y sus ramificaciones.
De acuerdo con el propio Emilio, sus condiciones fueron acatadas. “Lula me citó y me dijo que había recibido una llamada de Chávez, contándole de nuestro encuentro y que él estaba en la misma línea de apoyar el proyecto del Mariel”, relató el empresario, que aseveró también haberle avisado a Lula que organizaría una “ingeniería financiera” para poder llevar adelante la obra y evitar “conflictos con los americanos”. En la conversación entre el dirigente de Odebrecht y Lula da Silva quedó también por sentado que las obras serían financiadas por el BNDES.
Tras cinco años alejado de Cuba, Lula da Silva volvió a La Habana el 14 de enero de 2008 para una corta visita de 24 horas, suficientes para firmar el Protocolo de Entendimiento sobre Cooperación Económica y Comercial Brasil-Cuba, que incluía un préstamo de $600 millones de dólares, distribuidos en cuotas anuales de $150 millones entre 2008 y 2011 y bajo condiciones muy “ventajosas”, según palabras del propio Raúl Castro. El crédito llevaba además la facilidad de poder ser usado a criterio del gobierno cubano y según sus prioridades.
Acababan de llegar, como se comprobó más tarde, los “recursos financieros” pedidos por Emilio Odebrecht para erguir el Mariel.
Días antes de la llegada de Lula a Cuba, Marcelo Odebrecht, el presidente de la compañía fundada por su abuelo y cuya administración heredaba de su padre Emilio, hacía llegar al “Seminarista” un recordatorio de los intereses de la compañía en Cuba y Guatemala, dos de los países por los que pasaría el presidente.
Detrás del alias Seminarista, según han descifrado los investigadores del caso Lava Jato, se escondía Gilberto Carvalho, el poderoso y discreto Jefe de Gabinete del presidente Lula. La práctica de Odebrecht de usar seudónimos para citar a políticos y otras personas de su círculo cercano en comunicaciones internas o registros de pagos ilícitos fue precisamente uno de los mayores escollos encontrados por la investigación.
En el documento-memoria enviado al Seminarista se le informaba que Odebrecht había comenzado a evaluar “potenciales oportunidades en Cuba”, principalmente en infraestructura y turismo, tales como la conclusión de la Autopista Nacional, la ampliación del aeropuerto de Varadero y del sistema de abastecimiento de aguas y saneamiento del balneario. La empresa afirmaba además que el gobierno de Cuba les había dado una “acogedora recepción, demostrándoles todas sus necesidades”.
Asimismo, le recordaba al mandatario que, dadas las “condiciones geopolíticas y económicas de Cuba”, llevar a cabo estas obras requería apoyo gubernamental.
“La realización de estos proyectos demandará la organización de una ingeniería de financiamiento y garantías, en la que puedan usarse todos los instrumentos institucionales pertinentes a la relación bilateral -específicamente el BNDES-Exim, el Proex (programas de crédito a exportadores brasileños) y el Convenio de Créditos Recíprocos-, además de ampliar y diversificar los créditos actualmente ofrecidos a Cuba”, le informaba Marcelo Odebrecht en el mensaje descubierto por la policía en la sede de la empresa en São Paulo.
Tan sólo 10 meses después de la concesión del crédito, el mandatario brasileño aterrizó otra vez en La Habana decidido a impulsar los negocios en la isla. Lula provenía de la XVIII Cumbre Iberoamericana de El Salvador, donde también estuvieron presentes Raúl Castro y Chávez. Nada más llegar a la isla se reunió con el General, para después patrocinar la firma de un acuerdo entre la Unión Cuba Petróleo (Cupet) y Petrobras, la estatal minada por la corrupción y saqueada, entre otros, por Odebrecht.
Esta vez Lula se llevó de La Habana una declaración de apoyo para un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, una aspiración brasileña impulsaba por él de ampliar el selecto grupo de cinco estados con poder de veto, establecido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Última visita presidencial
En febrero de 2010, Lula da Silva llegaba a La Habana para su cuarta y última visita a Cuba como jefe de estado. Junto a Raúl Castro recorrió las obras de rehabilitación del puerto del Mariel y sostuvo encuentro con el convaleciente Fidel Castro.
Esta vez, más coincidencias: Lula arribó a La Habana pocas horas después del otro mentor del conciliábulo de Mariel, Hugo Chávez, ambos procedentes de la Cumbre del Grupo de Río –hoy Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)-, celebrada en Playa del Carmen, México, donde también había participado Raúl Castro.
Brasil elevó de $200 a $350 millones de dólares el crédito rotativo para la compra de alimentos brasileños y zanjó un pedido cubano de $230 millones de dólares adicionales para el Mariel. Un monto por el que Brasil puso dos condiciones que Cuba cumplió a su manera. La primera era la entrega de un estudio de viabilidad económica del puerto que, según acta de marzo de 2010 de la Cámara de Comercio brasileña, fue elaborado por la estatal cubana Almacenes Universales S.A. y “no cumplía con las exigencias brasileñas”.
La parte brasileña también pedía, a manera de garantía para este nuevo préstamo, futuros ingresos del Mariel depositados en una cuenta en Brasil. A esto Cuba alegó temor de “confiscación o bloqueo de recursos cubanos depositados en cuantas fuera del país” y propuso el depósito en una cuenta en la isla a nombre del estatal Banco do Brasil, según el acta de la reunión.
Lula daba así su último espaldarazo al régimen y a los negocios antes de dejar la presidencia.
“Al término del mandato de presidente de la República en diciembre de 2010, Lula dejó creadas las bases institucionales, en el marco del BNDES, para que tuviera continuidad, en los años siguientes, el cuadro de favorecimiento, mediante financiamientos internacionales, a empresas "escogidas" para exportación de servicios a países de África y América Latina”, reza la denuncia 1710/2015 del Ministerio Público brasileño contra el exmandatario.
¿Alcanzó a Cuba el mayor caso de sobornos internacionales de la historia? ¿Extendió Odebrecht su modelo ilícito a los negocios en la isla? ¿Cuánto costó el Puerto del Mariel ejecutado por el gigante de la construcción brasileña? La serie de reportajes “Los oscuros negocios de Odebrecht en Cuba” que comienza a publicar Martí Noticias, busca respuestas a estas y otras interrogantes siguiéndole los pasos a la compañía desde que arribó al país, entre 2007 y 2008, conducida por Hugo Chávez y Lula da Silva. |
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