La Tercera de Chile publica este martes una reseña sobre el pesista cubano Arley Méndez quien desertó durante los Panamericanos juveniles que tuvieron lugar el pasado año en el país sudamericano.
Aunque ya han pasado ocho meses desde su fuga, Méndez quiere ser chileno, quiere cambiar el rojo de su antiguo uniforme por el rojo de la selección chilena. “Escondido, prácticamente como un clandestino, entrena solitariamente en las instalaciones del Centro de Entrenamiento Olímpico de Santiago, gracias a las gestiones de la federación local, que le permite utilizar sus equipos”.
El reglamento internacional de esta disciplina le obliga a esperar dos años antes de defender a otro país que no sea el de origen. El atleta lo tiene claro y está dispuesto a soportarlo: “Sabía, lo tenía claro de antes. Así son las normas y hay que respetarlas. Si dejé mi país como lo hice, fue por otras razones”, destaca.
Si bien su tránsito por Santiago no ha sido fácil, la Federación ha colaborado en algo para que su estadía sea un poco más cómoda. Pero Méndez básicamente se las ha tenido que arreglar solo. No tiene papeles que le permitan trabajar en Chile. Se gana sus pesos (no más de 230 mil al mes) en un gimnasio de la capital, “donde asesora a quienes levantan pesas por vanidad o para mantener la línea”.
Su decisión de abandonar la delegación cubana, obviamente, le trajo varias complicaciones. Desde la Asociación cubana, el reclamo fue inmediato. “Tuvimos que aclarar que no le ofrecimos plata para que se quede en Chile. Fue una decisión de él, en solitario”, dice el presidente de la Federación chilena, Cristián Harthey. El pasaporte cubano es lo única identificación del pinareño, pero no es mucho lo que puede hacer con el documento.
Aunque ya han pasado ocho meses desde su fuga, Méndez quiere ser chileno, quiere cambiar el rojo de su antiguo uniforme por el rojo de la selección chilena. “Escondido, prácticamente como un clandestino, entrena solitariamente en las instalaciones del Centro de Entrenamiento Olímpico de Santiago, gracias a las gestiones de la federación local, que le permite utilizar sus equipos”.
El reglamento internacional de esta disciplina le obliga a esperar dos años antes de defender a otro país que no sea el de origen. El atleta lo tiene claro y está dispuesto a soportarlo: “Sabía, lo tenía claro de antes. Así son las normas y hay que respetarlas. Si dejé mi país como lo hice, fue por otras razones”, destaca.
Si bien su tránsito por Santiago no ha sido fácil, la Federación ha colaborado en algo para que su estadía sea un poco más cómoda. Pero Méndez básicamente se las ha tenido que arreglar solo. No tiene papeles que le permitan trabajar en Chile. Se gana sus pesos (no más de 230 mil al mes) en un gimnasio de la capital, “donde asesora a quienes levantan pesas por vanidad o para mantener la línea”.
Su decisión de abandonar la delegación cubana, obviamente, le trajo varias complicaciones. Desde la Asociación cubana, el reclamo fue inmediato. “Tuvimos que aclarar que no le ofrecimos plata para que se quede en Chile. Fue una decisión de él, en solitario”, dice el presidente de la Federación chilena, Cristián Harthey. El pasaporte cubano es lo única identificación del pinareño, pero no es mucho lo que puede hacer con el documento.