Los deportistas olímpicos llegan allí a través de muchos años de entrenamiento, esfuerzo, compromiso y sacrificio. Comienzan a temprana edad largas jornadas de entrenamiento apoyados por sus familias.
Poco a poco, para superar cada peldaño que requiere conquistar para poder competir en unos olímpicos, necesita vencer miedos, lesiones, inseguridades, una gran fortaleza física y mental. El deportista es una unidad de mente y cuerpo, pero cuando una de esas partes es dañada, se presentan severas y dañinas consecuencias.
Nuestra nación como tantas otras, se ha bañado de oro, plata y bronce con el desempeño de nuestros valientes y consagrados deportistas. Como nos halagan los triunfos ajenos cuando de la gloria nacional se trata, cuando estamos liderando el medallero ensalzamos a los artífices del triunfo, pero cuando las condiciones son adversas para alguien en quien tenemos expectativas, no faltan los ejecutores de la guillotina que olvidan que un deportista por dotado que sea, es un ser humano como todos los demás, arremetiendo su furia contra él, para desmoralizar más a la víctima de turno.
Eso le ha pasado a Simone Biles la gran gimnasta estadounidense, que ha hecho saltar nuestros corazones de alegría y orgullo por su excelente desempeño en varias jornadas olímpicas. Este año en las justas de Japón, nuestra estrella agobiada por tanto que ha pasado entre abusos, exigencias, el peso de la responsabilidad, las rutinas extremas y riesgosas, sintió en su interior que tenía que hacer una pausa por dolorosa que fuera, porque ella como ser humano también era importante.
Es triste ver como en una nación grandiosa como los Estados Unidos de América, haya personas mezquinas con acceso a los medios periodísticos que simplemente no conocen el respeto, la solidaridad, la compasión, el agradecimiento, el apoyo y que además se creen con el derecho a pisotear a las glorias deportivas en momentos de crisis.
Para esas personas, esa pausa que Simone sintió como una gran necesidad para su bienestar interior fue calificada de “debilidad, vergüenza para el país”, de ser una “egoísta, inmadura, sociópata, que le regaló una medalla a Rusia” y que sus problemas de salud mental son un “chiste”.
Nuestra gran Simone lo ha hecho muy bien antes y ahora. Ha sido una valiente al reconocer su fragilidad y optar por defender su vida y su integridad.