En la campaña gubernamental por el rescate de los valores éticos, cívicos y morales perdidos, se hace hincapié en el importante papel a jugar por los educadores y la familia. Es bueno que se le restituya a esta ultima la responsabilidad que nunca debió habérsele quitado, cuando el Estado quiso monopolizarlo todo, incluidas las conciencias, y se dio a la absurda tarea de crear un hombre nuevo, que respondiera a su ideología y política, tarea en la que, como en muchas otras, fracasó.
El tema de los educadores tiene mucha tela por donde cortar. En primer lugar ¿de qué educadores estamos hablando? La mayoría de nuestros educadores fueron formados en el mismo sistema educacional, que fue incapaz de preservar lo valores existentes, por lo tanto, salvo excepciones, ellos no los poseen. Practican la doble moral, han sido partícipes de las promociones forzadas, de la venta de exámenes y de notas y, además, en las aulas han aplicado el dogmatismo oficial, ayudando a la formación de seres humanos manipulables, sin criterios propios, obligados a pensar y actuar de acuerdo a la mayoría, para no buscarse problemas ni buscárselos a sus padres. A esto se agrega la politización de las clases y, en las escuelas, permitir inclusive que sus alumnos sean utilizados en actos deleznables contra ciudadanos que no comparten la política gubernamental, los vergonzosos mítines de repudio. Sobran las imágenes que lo demuestran.
El sector de la educación no se encuentra entre los materialmente privilegiados, lo que hace que muchos educadores deserten del mismo, en busca de mejores condiciones de trabajo y de vida en otros, como el turismo, las empresas mixtas o el trabajo por cuenta propia. Además, son pocos los estudiantes que optan por las carreras relacionadas con la pedagogía y, cuando lo hacen, es porque no han podido obtener otra. El que un policía reciba un salario mensual muy superior al de un educador, habla por sí solo de los absurdos existentes en nuestra sociedad.
Es verdad que es imprescindible restablecer los valores perdidos pero, en una situación de miseria y de dificultades generalizadas, sin la existencia de un camino claro a transitar, se vuelve una tarea muy difícil y de tiempo. La familia y la escuela deben ocupar el espacio que siempre les perteneció por derecho propio, pero para poder cumplir con sus responsabilidades, deben superar el calamitoso estado en que ahora se encuentran.
Publicado el 4 de marzo en el el blog Mermelada
El tema de los educadores tiene mucha tela por donde cortar. En primer lugar ¿de qué educadores estamos hablando? La mayoría de nuestros educadores fueron formados en el mismo sistema educacional, que fue incapaz de preservar lo valores existentes, por lo tanto, salvo excepciones, ellos no los poseen. Practican la doble moral, han sido partícipes de las promociones forzadas, de la venta de exámenes y de notas y, además, en las aulas han aplicado el dogmatismo oficial, ayudando a la formación de seres humanos manipulables, sin criterios propios, obligados a pensar y actuar de acuerdo a la mayoría, para no buscarse problemas ni buscárselos a sus padres. A esto se agrega la politización de las clases y, en las escuelas, permitir inclusive que sus alumnos sean utilizados en actos deleznables contra ciudadanos que no comparten la política gubernamental, los vergonzosos mítines de repudio. Sobran las imágenes que lo demuestran.
El sector de la educación no se encuentra entre los materialmente privilegiados, lo que hace que muchos educadores deserten del mismo, en busca de mejores condiciones de trabajo y de vida en otros, como el turismo, las empresas mixtas o el trabajo por cuenta propia. Además, son pocos los estudiantes que optan por las carreras relacionadas con la pedagogía y, cuando lo hacen, es porque no han podido obtener otra. El que un policía reciba un salario mensual muy superior al de un educador, habla por sí solo de los absurdos existentes en nuestra sociedad.
Es verdad que es imprescindible restablecer los valores perdidos pero, en una situación de miseria y de dificultades generalizadas, sin la existencia de un camino claro a transitar, se vuelve una tarea muy difícil y de tiempo. La familia y la escuela deben ocupar el espacio que siempre les perteneció por derecho propio, pero para poder cumplir con sus responsabilidades, deben superar el calamitoso estado en que ahora se encuentran.
Publicado el 4 de marzo en el el blog Mermelada