Tras el fallecimiento hace dos años de su esposa, Manuel come poco y mal. Cuando cae la noche, sentado frente a un obsoleto televisor de tubos catódicos, suele ver las noticias o un encuentro de béisbol mientras bebe ron de cuarta categoría comprado en una bodega.
Su casona de puntal alto necesita algo más que una mano de pintura. En la sala, los muebles deteriorados, piden a gritos ser reemplazados. Libros, periódicos y revistas desbordan cuatro anaqueles situados en la pared. En un pasillo, varias cajas de cartón están repletas de textos y bibliografías sobre electrónica y computación.
Dice tener 65 años aunque aparenta diez más. Su barba rala debiera ser atendida por un barbero y su cabello grasiento necesita urgentemente un lavado con champú anticaspa. Se siente infeliz desde que Dios se llevó a su mujer.
Su apariencia descuidada lo hace parecer un vagabundo o un alcohólico incurable. Pero Manuel es profesor de electrónica. Ha realizado un máster y un doctorado y ha escrito un par de libros especializados, “que probablemente muy pocos hayan leído”, dice Manuel con una sonrisa franca.
Su mísero salario básico mensual de 740 pesos, equivalente a 30 dólares, no da para mucho. “Además, gano 80 pesos mensuales por el máster, 150 por el doctorado y 100 pesos extras por llevar más de veinte años en la docencia. Mil setenta pesos en total, 43 pesos convertibles al cambio actual. Me alcanza para comer una vez al día, pagar electricidad, agua, gas y teléfono. Si me sobra algo, compro libros”.
Con la misma sinceridad, confiesa: “No me pagan ni un peso convertible de estimulación salarial. En este siglo del conocimiento, con laboratorios anacrónicos y carencias en la base material de estudios, los profesores universitarios, por vocación más que todo, seguimos impartiendo nuestros conocimientos a las futuras generaciones”.
Manuel pudiera dar clases particulares y ganar un dinero adicional. “Muchos lo hacen, pero yo no. Porque está prohibido y por ética: un maestro en ejercicio no debiera cobrar por repasarle a sus alumnos. Es una especie de fraude camuflado que existe en Cuba. Esas clases privilegian a los alumnos de padres pudientes. Que se gradúen los más estudiosos y capaces. La universidad es para los mejores. En carreras técnicas, como telecomunicaciones, si no tienen aptitud, dejan los estudios en primer o segundo año, pues son durísimas las clases”.
En su opinión, "las universidades cubanas han perdido calidad, pero sus claustros docentes siguen siendo los más preparados en el sistema nacional de educación. No ocurre así en la enseñanza media y primaria, donde salvo excepciones, los actuales maestros tienen muy baja calidad. Eso lo compruebas después: cuando los alumnos llegan a la universidad, traen montones de deficiencias, algunas elementales, como faltas de ortografía”.
David, estudiante de ingeniería industrial, piensa “que hay educadores buenos, regulares y malos, como ocurre en otros sectores laborales. Pero comparado con los de preuniversitario, secundaria y primaria, el profesor universitario ha mantenido su categoría. El gobierno debería dedicar un mayor presupuesto al equipamiento de las universidades. Es injustificable que carreras como computación o electrónica tengan computadoras de segunda generación y el tiempo de conexión a internet se racione como si fuera el pan de la libreta”.
Diana, graduada de filosofía, tiene gratos recuerdos de sus maestros. “Tenían una gran vocación y amplios conocimientos de las materias que impartían. Pero cuando llegaban a clases, algunos daban lástima, por la ropa vieja que usaban, calzando zapatos gastados y con la suela rota”.
José Manuel, profesor en activo, cree “que la enseñanza superior ha perdido bastante calidad. Lo que pasa es que al compararla con el bajísimo estado en que se encuentra la pedagogía en el resto de los niveles educativos, la universidad se ve como de otra dimensión. Hace treinta años, la Universidad de La Habana, la de Santa Clara y la antigua CUJAE, hoy Universidad Tecnológica José Antonio Echeverría, estaban entre las mejores cien casas de altos estudios en América Latina. Ahora no aparecemos ni entre las primeras 250”.
Martí Noticias departió con algunos profesores universitarios sobre las causas del retroceso cualitativo en la enseñanza superior y qué se pudiera hacer para mejorarla. Rody, profesor de álgebra, va al grano:
“El deterioro pasa por los bajos salarios. Cada vez que hay reuniones con funcionarios del Ministerio de Educación Superior piden más compromiso y mucho blablabla, pero nunca dicen una palabra sobre el mejoramiento salarial ni la estimulación al personal docente. Además de aumentar los salarios, a los mejores profesores se les podría incentivar entregándoles módulos de aseo y alimentos así como casas y autos. El Estado debería subsidiar las vacaciones de los más destacados con estancias en hoteles de polos turísticos. Con los militares lo hacen, por qué no hacerlo también con todos los maestros, no solo los universitarios”.
Sara, profesora de historia, considera “que las universidades cubanas necesitan autonomía, no estar controladas por el gobierno. Concederles a los profesionales de la educación su justo lugar en la sociedad. Hay que darle la vuelta a esa pirámide invertida que tenemos en Cuba. Los oficios son importantes y necesarios, pero en cualquier lugar del mundo, quien tiene un título universitario gana más que los trabajadores no calificados”.
Con relación a la autonomía, el profesor y académico Dimas Castellanos en 2012 publicaba en Diario de Cuba un artículo donde al final subrayaba: "La Universidad cubana, con la pérdida de la Autonomía, dejó de ser nervio de la sociedad civil. Por ello, los cambios que se están efectuando en la economía tienen que ser complementados con cambios en las libertades y los derechos, entre los cuales la Autonomía Universitaria es una necesidad insoslayable para poner la Universidad a la altura de los tiempos".
Carlos, ex profesor de sociología, resalta: “Por los miserables salarios y el escaso reconocimiento social, muchos profesores universitarios están a la caza de becas y colaboraciones con universidades foráneas. Y no pocos, si tienen éxito, deciden emigrar definitivamente. El mundo académico cubano se ha empobrecido. Los profesores con más talento, si tienen criterios propios y no se doblegan al sistema, lo pueden pagar con su expulsión del centro, el aislamiento y el ninguneo. Ejemplos sobran. Fue el caso del disidente Félix Bonne Carcassés, fallecido a principios de año, un profesor universitario con toda una trayectoria académica, o el caso reciente del economista Omar Everleny Pérez, separado por el régimen de su trabajo como investigador”.
No es raro encontrar en la Isla profesores universitarios sirviendo de taxistas o alquilando sus casas a turistas para así mejorar sus magras finanzas. Otros rastrean por internet la forma de obtener becas o participar en eventos académicos en el exterior. “Cualquier doctorado, o simplemente por participar en un panel especializado fuera del país, te permite ganar unos dólares o euros que luego, al regreso, se utilizan en la reparación de la vivienda y en la compra de comida para la familia”, confiesa un académico que la mitad del año se la pasa viajando a naciones en distintos continentes.
Una posibilidad para actualizarse, ampliar sus conocimientos e intercambiar experiencias, sobre todo a partir del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sería que los profesores universitarios cubanos pudieran obtener pasantías o establecerse como ponentes en universidades estadounidenses.
Sería como sacarse el premio gordo de la lotería.