El oficialismo ha sorprendido en los últimos días con un vídeo en Youtube contra las Damas de Blanco en el que vecinos de Miramar despotrican contra el grupo de opositoras. Pero lo más sorprendente del vídeo no es tanto que haya vecinos que se quejen de una protesta pacífica en un parque en La Habana, que se realiza una vez a la semana y probablemente por espacio de no más de dos horas. Lo realmente alucinante es la presencia en ese vídeo de una psicóloga de la Universidad de La Habana afirmando que esa misma protesta representa un riesgo para la salud mental de los vecinos del reparto.
El vídeo es un hito del castrismo en su desvarío por deslegitimar el derecho de las personas a reunirse y protestar contra lo que consideren oportuno. Un derecho con el que cuentan millones de personas en el mundo sin que los Estados hagan hablar a científicos en vídeos de propaganda argumentando que esas manifestaciones suponen un peligro para el desarrollo de los menores.
El hecho de que las Damas de Blanco se reúnan y que la protesta derive en una situación violenta es generalmente a causa de la acción de las fuerzas represivas, enviadas para barrer la zona y llevarse detenidos cada semana a grupos de activistas.
En el reportaje que se ha difundido varias personas se quejan de que las Damas de Blanco gritan “obscenidades” aunque no acaban de explicar de qué se trata. Probablemente, a través del prisma del castrismo, las expresiones “derechos humanos” o “abajo la dictadura” sean consideradas palabras malsonantes, pero lo cierto es que en el mundo democrático son más bien parte de lemas por la libertad.
El vídeo no supone un material para informar sobre una situación que obviamente debe ser molesta para el vecindario, sino más bien un ataque contra un grupo opositor que intenta ejercer un derecho en el país inapropiado. Hay pues la intención de manipular a esas personas —que pueden estar molestas por supuesto— y de conducir su ira para generar animadversión contra opositores pacíficos. Es pues un material dispuesto para la generación de odio entre personas.
Si Cuba quiere abrirse al mundo y ser recibido con normalidad debería al mismo tiempo preparar su escenario para que allí suceda lo que sucede en todo el mundo cada día sin que psicólogos salgan a decir que las manifestaciones nos van a hacer perder la cabeza.
Quizás el mayor riesgo para el equilibro mental de los ciudadanos de la Isla es la pervivencia de un Gobierno que se confabula sistemáticamente contra todo aquel ciudadano que le lleva la contraria. Dejarse guiar por un Gobierno con esas características sí que debe entrañar unas verdaderas consecuencias lastimosas para el desarrollo humano.
El régimen cubano tiene un reto por delante y es el de dejar que los que se oponen a él puedan tomar la palabra y ocupar el espacio público de forma pacífica. Pero es evidente que para ello primero lo que tiene que hacer es abandonar su condición de régimen y reconocer derechos y libertades a sus ciudadanos. Y esto, al parecer, es mucho más difícil que abrir zonas capitalistas de desarrollo especial o impulsar la construcción de campos de golf y complejos de lujo para dinamizar la sofocada economía cubana.
A ver cuándo los comunistas del Caribe nos dan una alegría y “actualizan” no solo su modelo económico sino también su sistema ético y de valores.
