Animados por la insolvencia y la zozobra económica, el alto mando y sus dirigentes decidieron hacer cambios.
La opción es vender la isla al mejor postor.
Hablo de apostadores con pedigree de calidad, requisito indispensable, y que estén interesados en entrar al mercado nacional. No los critico, así se hace desde que el mundo existe y, apartando a los moralistas, se llama política.
No es secreto que, asido al capital extranjero para hacer flotar su frágil economía y aún con el trastorno del desplome de Venezuela, el principal de sus aliados, Cuba se ha convertido en parte muy interesante de un directorio de oportunidades comerciales.
El Gobierno ofrece una cartera de negocios que incluye proyectos de inversión por un monto de $8.710 millones. Pero la pieza esencial puesta en subasta, únicamente para mega inversionistas norteamericanos, se llama Proyecto Ramón.
Consiste en destrozar una pequeña playita local y convertirla en exclusivo lugar de esparcimiento turístico al alcance de muy pocos.
El nuevo desastre ecológico se fragua en El Ramón de Antilla.
Es una agreste península de exuberante belleza ubicada en el municipio Antilla, al norte de Holguín. Con unos 19 kilómetros, resulta el separador entre dos importantes bahías, la de Banes y la de Nipe.
Muy cerca del paradisíaco Cayo Saetía, el lugar está cargado de innumerables atractivos naturales y sus pobladores aseguran que los manglares y bosques, además de adornar la zona y abrigar la reproducción de gavilanes, tomeguines, rabijuncos de pico rojo, polimitas, moluscos terrestres, reptiles y exóticos insectos, también esconden los tesoros y el fantasma del temido pirata inglés William Hastings.
La crisis económica y las expectativas de cambio de la sociedad cubana llevaron al régimen de Raúl Castro a abrir la puerta. Y, ahora, con beneficios tributarios, junto a un desarrollo de uso mixto donde se pretende invertir una imponente suma, muy superior a la que se hizo para construir Varadero.
El Proyecto Ramón es tan ambicioso que se prevé pueda convertirse en el principal polo turístico de Cuba.
Tendría toques tan selectos como modernas marinas equipadas por infraestructura técnica de punta y un show con tiburones toro para los cuales se diseña la construcción de un criadero a la entrada de la bahía de Nipe.
Esto, más un trato preferente al volar para ver el lugar, es la más recurrente y exquisita invitación que presenta el Gobierno cubano a quienes considera grandes inversionistas norteamericanos que, con sofisticada ignorancia y refrescante desinformación, no ven el
riesgo al meter su dinero en la isla ni el excesivo control estatal porque, encandilados por aquello de "todo lo que tengo es tuyo", ser los primeros y figurar en la lista de éxitos, también piensan que van a llevar la libertad para Cuba.