Un libro de reciente publicación aborda un curioso y por tanto atractivo tema: las comidas preferidas de los peores dictadores del siglo XX que analiza las preferencias y hasta las excentricidades culinarias de un Hitler o un Fidel Castro, pasando por Mouamar Gadafi y Kim Jung-il.
"¿Quién hubiera imaginado que la austera Hastings Banda de Malawi mantiene crujientes gusanos fritos en los bolsillos del pantalón o que Idi Amin, el cruel dictador de Uganda, devoraba cuarenta naranjas al día?", se pregunta The Telegraph.
"¿Acaso no se trata de una ironía que un comunista como Fidel Castro explique a la prensa cómo cocinar una langosta a la parrilla, y escuchar a Pol Pot cenar un guiso de cobra?"
Su fiel compañera de lucha y posiblemente amante, Celia Sánchez, ha revelado que un Castro más joven tenía predilección por una sopa hecha de una especie en peligro de extinción y ahora protegida internacionalmente: la tortuga.
La publicación comenta que Hitler, en varias ocasiones en la década de 1930, hizo alardes de haber comido paloma rellena con nueces, lengua, hígado y pistachos y, al menos una vez, según los informes, comentó que no había "nada mejor que una bola de masa de hígado".
También se dijo que Hitler se convirtió en un vegetariano en un intento de curar su flatulencia crónica. Creía que una dieta libre de carne frenaría su flatulencia y estreñimiento crónico, las condiciones para las que tomó hasta 28 fármacos diferentes ordenados por su médico.
Como Hitler, se ha dicho que Gaddafi sufría también de una flatulencia incontrolable y le gustaba beber leche de camello. En una visita a su tienda de campaña en 2004, el entonces primer ministro británico Tony Blair no le aceptó un vaso de leche de camello, para que no ser afectado de manera similar.
A pesar de desterrar italianos de Libia, al principio de su "reinado", sostierne The Telegraph, Gaddafi era un amigo cercano de Silvio Berlusconi y tenía afición por la comida italiana –que incluye pastas– en particular, los macarrones. Sin embargo, disfrutó de la comida libia sencilla tanto como de cualquier otro plato italiano.
The telegraph concluye con las preferencias de otros dictadores como Benito Mussolini, quien solía decir que uno de sus platos favoritos era una sencilla ensalada de ajo crudo picado, aliñada con aceite y limón.