Ante tanto revuelo y algarabía, pareciese que John Lennon ha vuelto del mas allá y ha decidido presentarse en concierto aquí mismo, en Miami. Pero no…. resulta que quien trajo su música esta vez a la capital del exilio cubano, es el cantautor, Pablo Milanés.
Entiendo las razones de la controversia y la polémica que trae consigo a Miami un artista cubano que en su momento se declaró “fidelista”, y recientemente se proclama “socialista”. Entiendo las razones de los que lo apoyan y las de los que lo repudian, y la relevancia histórica que representa esta primera y hasta ahora única presentación en Miami. Apoyo, por supuesto, el derecho de cualquier ciudadano de manifestarse pacíficamente a favor o en contra del cantante. Para eso precisamente vivimos en democracia.
En lo personal considero a Milanés un excelente cantautor, uno de los fundadores de la nueva trova cubana y de los máximos exponentes de la música cubana. Por otra parte, discrepo con él en cuanto a posturas políticas, aunque no dejo de reconocer que en los últimos años ha hecho declaraciones que lo han distanciado del régimen castrista. Asimismo, respeto su decisión de venir en concierto a Miami. Igualmente, me reservo el derecho de pagar o no una entrada para ir a verlo.
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Sin embargo, ¿es necesario darle tanta y tanta publicidad a Pablo Milanés? (Y subrayo: no desde el punto de vista del artista, sino por su antigua posición política, ya que se ha hablado más de la política que de sus extraordinarias cualidades artísticas). En los últimos días en Miami, he escuchado hablar más de Milanés que del mismísimo Gadafi. Desde los ciudadanos de a pie hasta las más altas instancias de la prensa. A nivel local, conseguir una entrevista con el trovador ha sido casi más importante que encontrar el paradero del dictador libio. Y se habla más de su concierto y del que dirá el trovador, que de las cuatro valientes mujeres cubanas que recientemente protestaron de forma pacífica en contra del gobierno castrista, en el Capitolio Nacional en La Habana, o de la serie de protestas pacíficas opositoras que han venido sucediendo en la isla en los últimos días.
Unos se manifiestan en contra, otros defienden hasta los dientes que Milanés traiga su música; todos discuten, se ofenden unos a otros, demandan, se quejan, insultan. En fin, todo sucede en torno a una sola figura: Pablo Milanés.
Ahora bien, me pregunto: ¿Qué pasaría si el mismísimo Pablo Milanés decidiese hoy pedir asilo en Estados Unidos? Definitivamente sería un tremendo revuelo, que sacaría a la luz, una vez más, partidarios y detractores de su decisión. Sí, daría muchísimo de que hablar… pero los primeros meses. Me atrevo a afirmar que meses después, muy pocos seguirían hablando del polémico compositor e intérprete de “Yolanda” y “Ámame Como Soy”, y sus presentaciones en Miami pasarían a ser muy parecidas a las de los tantos otros cantantes y músicos cubanos que anteriormente se han exiliado.
Sobre esos conciertos se hablaría mucho menos. ¿Podría entonces ofrecer concierto en el American Airlines Arena? Y no por falta de talento, sino por la carencia de medios publicitarios y la falta de personas dispuestas a pagar entradas para ir a verlo.
¿Por qué no hablamos y apoyamos mucho más a excelentes artistas cubanos que residen fuera de Cuba, como Isaac Delgado, Los Tres de La Habana, Carlos Manuel, Amaury Gutiérrez, Albita, Malena Burke, Lena, o el grupo Timbalive? Esta última agrupación fue creada en Miami por talentosos músicos cubanos que han salido de Cuba en años recientes. Actualmente están revolucionando Europa con la calidad de su música y próximamente se presentarán en Miami. ¿Sabe usted dónde y cuándo?
Estos músicos y cantantes, entre tantos otros, llevan en la sangre la misma cubanía que sus colegas en Cuba. En su mayoría estudiaron en el mismo conservatorio de música, y transmiten en su arte el mismo sabor y calidad musical que sus amigos músicos residentes en Cuba. Créanme: no sufrieron una metamorfosis al cruzar las 90 millas.
Y me refiero al término ‘amigos’, porque en realidad, las 90 millas que separan físicamente a muchos de estos artistas, no han debilitado la amistad que los une, luego de haber compartido la infancia y la adolescencia en la misma escuela, o en el mismo entorno musical. Esa amistad no la rompe la política, ni la controversia, ni los antagonismos del momento histórico que vivimos.
Considero en mi humilde y muy personal opinión, que de alguna forma — y aclaro, muchos sin quererlo —, se está premiando a los artistas cubanos que en algún momento han apoyado al régimen de los Castro y que continúan viviendo en la isla, al hablar tanto de ellos. Como periodista considero necesario cubrir la noticia de que Pablo Milanés viene a Miami. Al fin y al cabo es noticia. Pero hasta un punto. Ya es suficiente de Milanés. Hasta aquí he hablado sobre él. Ahora prefiero volcar mis esfuerzos en entrevistar a los integrantes de Timbalive, a Pancho Céspedes, o a tantos otros que han decidido vivir entre nosotros, en el exilio.
No quiero concluir esta nota, sin antes aludir a esa “clásica” frase cubana, tantas veces repetida por intérpretes callejeros, que en esquinas de La Habana y en ómnibus que circulaban por la capital cubana, decían: Caballero, por favor, “cooperen con el artista cubano”. En este caso muy particular, hablo del artista cubano en el exilio.