LA HABANA.- Danay y Javier son una pareja de jóvenes cubanos como podría encontrarse en cualquier parte del país. Graduados universitarios, trabajadores, con grandes sueños y, sobre todo, que se aman y decidieron casarse para asumir el reto de fundar una familia.
Ella, abogada, trabaja en una empresa de diseño donde tiene un alto salario. Alto, si se compara con la media. Ella cobra nada más y nada menos que 700 pesos cubanos (unos 30 cuc), además de una estimulación en divisa que tampoco supera los 30 cuc. Total: 60 cuc.
Él, economista, no ha encontrado trabajo en ninguna empresa estatal, y trabaja como cuentapropista vendiendo pizzas en un quiosco cerca de su casa. Gana 50 pesos en moneda nacional por día trabajado, lo que le reporta al mes poco más que 1 200 pesos cubanos (aproximadamente 50 cuc).
Con ese poder adquisitivo, llevan reuniendo desde hace un año para la boda, que les cuesta unos 500 cuc.
“Bróder, si no te has casado, no sabes lo que es esto —dice Javier secándose el sudor desde la parte interior del quiosco donde trabaja—, la cantidad de limitaciones que sufrimos para poder reunir el dinero de la boda. Si no fuera por el padre de Danay, que nos apoya con los gastos del mes, no podríamos haber reunido”.
A solo tres semanas de la boda, Danay y Javier ya dieron la primera firma, pero ganar el dinero que cuesta todo no fue lo más trabajoso, sino conseguir los elementos, insumos, ropas y bufets que hay que comprar con ese dinero.
“Y eso que nosotros lo que queremos es algo sencillo. Pero en esa sencillez se nos van 360 cuc en el hotel, porque ya el Estado no te garantiza un hotel cuando te casas, y yo quiero mi luna de miel”, expresa Danay.
La mayoría de los hoteles del país, sobre todo en los cayos adyacentes y la Playa Varadero, brindan un servicio de Todo Incluido, que cuesta en el mejor de los casos unos 60 cuc diarios por persona.
Como consecuencia del pálido desarrollo del cuentapropismo en la Isla, existen algunos emprendedores que se dedican a negocio de organizar bodas, y otras que comercializan los diversos elementos que suelen usarse en estas, pero los precios son casi impagables.
“El bufet nos sale en 60 cuc para 100 personas. Pero también hay que comprar un cake (mínimo 40 cuc), bebidas y alquilar un local, porque la casa donde vivimos, junto a mis suegros, no tiene espacio”, aclara Javier.
“El alquiler del local es un regalo de mi tía, y el vestido de novia me lo presta una amiga, que por suerte tiene la misma talla que yo, pero si hubiéramos tenido que alquilar un traje de novia, esos cuestan desde 80 hasta 200 cuc. Por suerte solo tenemos que alquilar el del novio (entre 20 y 40 cuc)”, agrega Danay.
Mientras que el servicio nupcial en el palacio de los Matrimonios es gratuito, los gastos colaterales hacen que una boda actualmente sea imposible para millones de parejas, que optan por la solución más sencilla, vivir juntos pero sin casarse.
La ley reconoce la unión consensual, que brinda derechos a ambos miembros de la pareja tal y como si estuvieran casados legalmente, aunque se debe demostrar la coexistencia de la pareja a través de testigos.
Otras personas han optado por deslegitimar la figura del matrimonio, aludiendo que frecuentemente las parejas se rompen una vez que deciden casarse, tras años de noviazgo.
“Yo me caso porque mis padres se casaron. Y antes, nuestros abuelos. Así son las tradiciones, no hay que pensar si son útiles o no, si son convenientes o no. Se trata de un vínculo que se legaliza a través de una ceremonia que lleva practicándose desde hace siglos y que aún hoy es muy usual en el mundo. No veo por qué no”, dice Danay.
Para su novio, es mucho más simple. Casarse debe ser el día más feliz de su vida, el día que comienza su nueva familia y eso, ni ideologías ni miserias se lo podrán quitar.