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La oposición leal


La revista Espacio Laical abrió las puertas del antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio.
La revista Espacio Laical abrió las puertas del antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

Conozco de cerca otra oposición que ejerce una lealtad en nada parecida a la sumisión de las mascotas.

Recientemente asistí a un evento académico en la cátedra Félix Varela. La revista Espacio Laical abrió las puertas del antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio para que el público participara libremente en un intercambio de ideas sobre las reformas realizadas por el gobierno cubano. Tendría mucho que decir sobre el alto nivel científico con que fueron abordados los problemas allí discutidos, pero de momento prefiero concentrarme en un detalle que salió a relucir a partir de una pregunta realizada por el colega Iván García.

¿Cómo se define la “Oposición leal”? ¿Leales con quién?, inquirió el periodista independiente. A juicio del panelista Arturo López-Levy, este concepto encuentra su antónimo en la apostasía

Aunque los colecciono, detesto caer en el facilismo de citar los diccionarios, sin embargo no me queda más remedio que referir la primera acepción del término apostasía como “la renegación de Cristo por aquellos que han sido bautizados”. En un sentido más dilatado es lícito usarlo en una gama muy amplia que va desde la renuncia hasta la traición. Lo malo que tienen los sinónimos es que la equivalencia de significado entre uno y otro depende mucho del contexto.

Cuando el académico López-Levy atribuye el adjetivo leal a cierto tipo de oposición y usa apostasía para referirse a quienes se ubican en el polo opuesto del entorno opositor, está trazando una frontera en la que los pertenecientes a uno u otro bando terminan por identificar a los leales como traidores y a los apóstatas como leales… y viceversa.

La culpa de semejante confusión no la tiene la semántica, sino la historia.

Cuando opositores del exilio o del patio apoyan el bloqueo-embargo, incluyendo la ley Helms Burton; cuando reciben apoyo financiero de esa “bestia negra” que es la Fundación Cubano Americana o conversan con el archidemonizado Carlos Alberto Montaner, caen automáticamente en la lista de apóstatas realizada desde la oposición leal. Lo mismo puede ocurrirle a todo aquel que use los micrófonos de Radio Martí, visite la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba (SINA), o se reúna con algún representante del gobierno norteamericano, el único en el mundo que tiene un programa legalmente estructurado parta derrocar al gobierno de Cuba. ¡Están traicionado a la Patria!, denuncian desde el bando de la oposición leal.

¿Cuál Patria? , responden del otro lado. ¿Aquella que encuentra una sinonimia con la Revolución Socialista, con el partido Comunista, con la mismísima persona de Fidel Castro? ¿Será acaso esa la patria a la que pretenden ser leales quienes figuran en la otra lista? Integrar la oposición leal supone la pertenencia a un grupo de personas que no son insultadas ni golpeadas por “el pueblo indignado”, gente que jamás ha vivido la experiencia de un mitin de repudio, que desde siempre pudieron entrar y salir del país, y hasta dar conferencias en universidades extranjeras.

Probablemente nunca fueron despedidos de su trabajo, ni expulsados de sus aulas, ni siquiera han sido visitados por “los amables compañeros de la Sección 21”. Son los que cuentan con un espacio intocable y aspiran a un día ser designados como legítimos interlocutores del poder. La entrada a esa fiesta tiene un alto precio, especialmente tener la prudencia de, una vez aceptados, no importunar al dueño de la casa advirtiéndole que allá afuera hay otros inconformes, con muchas cosas que aportar, reclamar, exigir. Lo políticamente correcto es ignorar a esa plebe que no logra despojarse del nauseabundo olor de los calabozos y mejor aún, desde el prestigio que otorga la condición de intachable académico, acusarlos de apostasía.

Una revolución socialista no es una fe religiosa “Revolución y Religión no riman” había advertido el poeta Heberto Padilla. La primera es obra de los hombres, la segunda –tengo entendido- tiene un origen divino. Quienes reniegan de su fe no temen ir al infierno, porque han dejado de creer en su existencia. Los que disienten de las convicciones ideológicas que una vez abrazaron simplemente están ejerciendo un derecho cívico e intelectual que en mis manoseados diccionarios se define como rectificar. Qué decir de quienes nunca creyeron y desde un inicio eligieron un camino diferente

Conozco de cerca otra oposición que ejerce una lealtad en nada parecida a la sumisión de las mascotas. Leal a los más apremiantes anhelos de su pueblo, leal a la justicia y a la libertad.

Publicado en el blog Desde Aquí
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