Ya la Cámara de Representantes ha comenzado a deliberar la ley de reforma migratoria. Los republicanos no deben ilusionarse que el voto a favor de la ley va a darle más popularidad entre los votantes hispanos en este país. Ni siquiera si votan para darle un camino a la ciudadanía van a conseguir el voto de los hispanos.
La historia de la animosidad entre los republicanos de los últimos 20 años es demasiado cruel para creer en cuentos de hadas. Los hispanos de hoy ya han olvidado la reforma migratoria aprobada por el presidente Ronald Reagan in 1986 que legalizó a 2.7 millones de indocumentados. También han olvidado las posiciones de los ex presidentes George H. W. Bush, y de su hijo George W. Bush – ambos moderados en cuestiones de inmigración. Lo mismo puede decirse del ex gobernador de la Florida Jeb Bush.
Como casi siempre ocurre, las cosas buenas se olvidad y las que uno recuerda son las malas.
Hace casi 20 años que el entonces gobernador de California Pete Wilson iniciara una campaña despiadada e inhumana contra los indocumentados en el estado. La ley conocida como la Proposición 187 le negaba a los indocumentados el uso de los hospitales o centros de salud pública. También le impedía ir a la escuela y acceso a todo tipo de asistencia social. Eso fue en noviembre de 1994 y por suerte la ley nunca entro en vigor. Los tribunales la declararon inconstitucional cuatro años después.
En California, el daño que Wilson hiciera a los republicanos fue enorme. Pero tuvo un efecto tóxico en toda la nación. Lo que hizo Wilson es algo que no se puede olvidar con facilidad.
Hispanics considered the law was discriminatory and Wilson’s name still resonates among those Hispanic voters that now cast their ballots for Democratic candidates with regularity.
Pero Wilson ha seguido haciendo daño a los republicanos. En el 2008, el ex gobernador fue asesor de la campaña presidencial de Mitt Romney, el ex gobernador de Massachusetts, quien le pidió le sirviera como consejero en California.
Hay que recordar que Romney en su campaña dijo que los indocumentados debían auto deportarse y que lo único que era necesario para que ocurriera esto es si a ellos se les cerraran las oportunidades de trabajar en este país. Nadie sabe si esa “brillante” idea fue un consejo de Wilson, o de la cosecha propia de Romney. Lo que se puede aseverar es que fue una barrabasada. Y que ambos demostraron sus prejuicios étnicos.
Marco Rubio (R – FL) y Bob Menéndez (D – N.J.) fueron dos senadores del grupo de ocho que forjaron una nueva ley de inmigración en el Senado de Estados Unidos. Los dos son cubanos-americanos, pero mostraron sensibilidad por los problemas de otros hispanos en el país. La ley es severa y exige mucho de los indocumentados. Pero por lo menos abre una esperanza.
A Menéndez su voto no le hizo daño; a Rubio sí. El joven senador floridano rápidamente comenzó a buscar otras cosas para que el ala más conservadora del Partido Republicano parase sus ataques vitriólicos a su persona por su voto.
Ahora el proyecto de ley pasa a la Cámara de Representantes donde el Presidente de la misma, John Boehner (R –Oh.) ha dicho que él no va siquiera a considerar la ley aprobada por el Senado. El cree que el problema de la inmigración a este país es algo que debe comerse a pedacitos porque si no la cosa se traba. Así y todo, Boehner impuso otra condición a los miembros de la cámara. Ellos solo podrán votar en temas en los cuales la mayoría de los republicanos esté de acuerdo. Si la mayoría de su partido no aprueba la medida, él no va a permitir un voto, aun sabiendo que la medida pasaría si se suman los votos de los demócratas a los republicanos.
Analistas políticos y algunos congresistas republicanos moderados han librado una batalla campal para conseguir que se apruebe una reforma migratoria en la cámara. Ellos alegan que si esto no ocurre, el Partido Republicano puede convertirse en un partido minoritario en un futuro próximo.
Esto es lo más probable que ocurra aún si los republicanos sorprenden y aprueban una ley moderadamente progresista. El partido menosprecia el voto hispano. Y estos ya están cansados y probablemente ya han decidido votar por los demócratas en los próximos comicios.
Los republicanos deben entender que el asunto es grave. Ya ellos han injuriado a los hispanos mayores de edad. Todavía tienen la oportunidad de cortejar el voto de los hispanos republicanos más jóvenes. Y tienen que hacer algo para salvar al partido de un daño irreparable que va a ser difícil de olvidar.
La historia de la animosidad entre los republicanos de los últimos 20 años es demasiado cruel para creer en cuentos de hadas. Los hispanos de hoy ya han olvidado la reforma migratoria aprobada por el presidente Ronald Reagan in 1986 que legalizó a 2.7 millones de indocumentados. También han olvidado las posiciones de los ex presidentes George H. W. Bush, y de su hijo George W. Bush – ambos moderados en cuestiones de inmigración. Lo mismo puede decirse del ex gobernador de la Florida Jeb Bush.
Como casi siempre ocurre, las cosas buenas se olvidad y las que uno recuerda son las malas.
Hace casi 20 años que el entonces gobernador de California Pete Wilson iniciara una campaña despiadada e inhumana contra los indocumentados en el estado. La ley conocida como la Proposición 187 le negaba a los indocumentados el uso de los hospitales o centros de salud pública. También le impedía ir a la escuela y acceso a todo tipo de asistencia social. Eso fue en noviembre de 1994 y por suerte la ley nunca entro en vigor. Los tribunales la declararon inconstitucional cuatro años después.
En California, el daño que Wilson hiciera a los republicanos fue enorme. Pero tuvo un efecto tóxico en toda la nación. Lo que hizo Wilson es algo que no se puede olvidar con facilidad.
Hispanics considered the law was discriminatory and Wilson’s name still resonates among those Hispanic voters that now cast their ballots for Democratic candidates with regularity.
Pero Wilson ha seguido haciendo daño a los republicanos. En el 2008, el ex gobernador fue asesor de la campaña presidencial de Mitt Romney, el ex gobernador de Massachusetts, quien le pidió le sirviera como consejero en California.
Hay que recordar que Romney en su campaña dijo que los indocumentados debían auto deportarse y que lo único que era necesario para que ocurriera esto es si a ellos se les cerraran las oportunidades de trabajar en este país. Nadie sabe si esa “brillante” idea fue un consejo de Wilson, o de la cosecha propia de Romney. Lo que se puede aseverar es que fue una barrabasada. Y que ambos demostraron sus prejuicios étnicos.
Marco Rubio (R – FL) y Bob Menéndez (D – N.J.) fueron dos senadores del grupo de ocho que forjaron una nueva ley de inmigración en el Senado de Estados Unidos. Los dos son cubanos-americanos, pero mostraron sensibilidad por los problemas de otros hispanos en el país. La ley es severa y exige mucho de los indocumentados. Pero por lo menos abre una esperanza.
A Menéndez su voto no le hizo daño; a Rubio sí. El joven senador floridano rápidamente comenzó a buscar otras cosas para que el ala más conservadora del Partido Republicano parase sus ataques vitriólicos a su persona por su voto.
Ahora el proyecto de ley pasa a la Cámara de Representantes donde el Presidente de la misma, John Boehner (R –Oh.) ha dicho que él no va siquiera a considerar la ley aprobada por el Senado. El cree que el problema de la inmigración a este país es algo que debe comerse a pedacitos porque si no la cosa se traba. Así y todo, Boehner impuso otra condición a los miembros de la cámara. Ellos solo podrán votar en temas en los cuales la mayoría de los republicanos esté de acuerdo. Si la mayoría de su partido no aprueba la medida, él no va a permitir un voto, aun sabiendo que la medida pasaría si se suman los votos de los demócratas a los republicanos.
Analistas políticos y algunos congresistas republicanos moderados han librado una batalla campal para conseguir que se apruebe una reforma migratoria en la cámara. Ellos alegan que si esto no ocurre, el Partido Republicano puede convertirse en un partido minoritario en un futuro próximo.
Esto es lo más probable que ocurra aún si los republicanos sorprenden y aprueban una ley moderadamente progresista. El partido menosprecia el voto hispano. Y estos ya están cansados y probablemente ya han decidido votar por los demócratas en los próximos comicios.
Los republicanos deben entender que el asunto es grave. Ya ellos han injuriado a los hispanos mayores de edad. Todavía tienen la oportunidad de cortejar el voto de los hispanos republicanos más jóvenes. Y tienen que hacer algo para salvar al partido de un daño irreparable que va a ser difícil de olvidar.