La Habana - La víspera del Día de Reyes, Lemay, de ocho años, se va a la cama temprano. El 6 de enero probablemente sea la fecha más importante de su vida. Seis veces ha rehecho la carta dirigida a Melchor, Gaspar y Baltazar.
Cada vez que Lemay veía un juguete nuevo, borraba uno e incluía otro. La semana pasada se enojó con un amigo del barrio que, entre burlas, le dijo que los Reyes Magos eran sus padres.
"Mentira, lo que pasa es que a ti no te traen juguetes porque te portas mal", cuenta el padre que le respondió. Y muestra la carta con rasgos infantiles escrita por su hijo en una hoja de libreta escolar. Orgulloso, el padre la lee:
“Señores reyes magos: este año me porté bien y tuve notas excelentes en la escuela. Quisiera pedirles si por favor me pueden traer una bicicleta y unos patines lineales. También una pelota de fútbol y cualquier otra cosa que ustedes crean me merezco”.
Los juguetes de Lemay son un asunto de seguridad nacional en su casa. Es hijo único y con meses de antelación, todos los familiares se involucran, los que viven al otro lado del charco y los de acá.
"Del dinero de las remesas vamos ahorrando, pero el juguete de mayor calidad se lo envían los abuelos desde Miami, a través de una 'mula'. El resto se lo compramos nosotros aquí", cuenta la madre.
El 30 de diciembre, los padres de Lemay dedicaron el día a rastrear jugueterías de La Habana, para tratar de satisfacer los pedidos de su hijo. En el complejo de tiendas del hotel Comodoro, en Miramar, al oeste de la ciudad, compraron un balón de fútbol Adidas y un par de tenis de la misma marca. En el concurrido mall de Carlos III, en Centro Habana, pudieron conseguir los patines lineales.
"En tres juguetes y en una camiseta de Neymar que compramos en una casa que vende pacotillas por la izquierda, gastamos 132 chavitos (alrededor de $140). Cada año que pasa los comercios están más desabastecidos y los juguetes más caros", dice la madre.
Esta vez, el regalo principal, enviado por los abuelos de Miami, es una bicicleta de colores brillantes. En la noche del 5 de enero, cuando ya Lemay está durmiendo, la familia se pone en función.
Esconden los juguetes en los sitios más insospechados. "Nosotros lo disfrutamos tanto como él. Mi esposa y yo crecimos en una etapa donde se había perdido la fantasía y una vez al año, por la libreta, el Gobierno ofertaba tres jugueticos", recuerda el padre.
Si usted recorre las jugueterías habaneras, observará una gran cantidad de compradores. Delia, empleada del Centro Comercial Carlos III, explica que "en los días anteriores al 6 de enero, las ventas en la juguetería superan los 20.000 pesos convertibles. No sé de dónde la gente saca tanto dinero, pero compran juguetes sofisticados que cuestan un montón de fulas".
Una bicicleta mediana ronda los $130. Una casita de dos plantas y sus accesorios cuesta $84. Una piscina circular de tubos metálicos y motor para purificar el agua fluctúa entre los $585 y más de $1.000.
Tienes que rebuscar bien en los estantes para encontrar un juguete que cueste menos de $10. Alina, madre de dos hijos, junto a su esposo, una y otra vez revisan sus billeteras, pero las cuentas no cuadran.
"Queríamos comprarle una máquina eléctrica al más pequeño y un juego de autos de carreras al más grande, pero el dinero no nos alcanza", dice Alina y señala los precios. La máquina se maneja por control remoto y cuesta 116 cuc. Y 60 cuc el juego de Fórmula Uno.
Desde hace ya un tiempo, la tradición de los Reyes Magos en Cuba, cada año convoca a numerosos padres que intentan complacer a sus hijos.
La prensa oficial y las instituciones estatales hacen mutis.
No obstante, no se ha vuelto a llegar al extremo del mes de enero de 2001, cuando un insultado Fidel Castro condenó en duros términos una cabalgata de Reyes Magos patrocinada por la embajada española, que recorrió el Paseo del Prado tirando caramelos. Castro consideró que era un insulto a los niños cubanos.
Como ocurre con la Navidad, Semana Santa y veneraciones a San Lázaro, la Virgen de la Caridad o Santa Bárbara, entre otras costumbres, la maquinaria de propaganda partidista no promociona el Día de Reyes. Durante años, la autocracia verde olivo suplantó a los tres Reyes Magos. Unos días después de llegar al poder a punta de carabina, Fidel Castro se subió a una avioneta y en pequeños paracaídas lanzó juguetes a niños que vivían en las laderas de la Sierra Maestra y jamás habían tenido uno.
A medida que el régimen se fue radicalizando, las tradiciones fueron censuradas o, cuando menos, ignoradas. El Gobierno se encargaba de distribuir juguetes mediante sorteos municipales realizados por el Ministerio de Comercio Interior.
En la primera semana de julio, en una tienda de su barrio previamente asignada, cada padre tenía derecho a comprarle tres juguetes a su hijo (básico, no básico y adicional). Antes de pagarlos, se lo anotaban en la libreta de productos industriales, cartilla de racionamiento que también hubo en Cuba y era similar a la de productos alimenticios.
Después, con la crisis económica que dura ya 26 años, los juguetes se compran exclusivamente en moneda dura o a elevados precios en pesos, elaborados por particulares. Son plásticos y chapuceros, pero son los que están al alcance de los más pobres.
Gerardo, albañil, a ninguno de sus cuatro hijos ha podido comprarles buenos juguetes el Día de Reyes. "Si acaso, uno de esos camiones plásticos que venden los cuentapropistas o una pelota. Con el tiempo, las desigualdades que Fidel prometió eliminar han sido mayores. Los jodidos cada vez estamos más jodidos".
Mientras en la mañana del 6 de enero, niños como Lemay buscan los regalos por toda la casa, miles de pequeños sólo ven los juguetes en las vidrieras. En Cuba, los Reyes Magos no llegan a todos los hogares.