Era un secreto a voces. Desde finales de agosto, en las redes sociales aparecieron las fotos de los soldados rusos en Siria. Siempre con un Kalashnikov en mano y sonriendo. Vino entonces la denuncia por parte de los grupos opositores sirios, y después la comunidad internacional pidió cuentas al Kremlin. Y antes que apareciera la confirmación rusa, el ministro de Defensa de Israel, que mira con lupa todo lo que pasa en Siria, denunció la presencia de militares rusos en la zona de conflicto. Por lo menos tres aviones de carga procedentes de Rusia fueron detectados en el puerto de Latakia.
La respuesta rusa, siempre tardía, llegaba en boca del canciller Serguei Lavrov, quien afirmo en conferencia de prensa que el régimen sirio cuenta con un arsenal adicional de armas rusas que le han enviado en los últimos meses. Y en especial armas ligeras, lanzagranadas, blindados de transporte de personal tipo BTR-82 y camiones militares Ural. También reconoció el diplomático la presencia de “especialistas” rusos, que al decir del Kremlin, que están en el país árabe para luchar contra el terrorismo. El propio Lavrov, dijo en Moscú que no desean un escenario tipo Libia, ni que Bashar al Asad corra la suerte de Gadafi.
Ya hace días que los vuelan aviones militares de carga con la “ayuda humanitaria” rusa hacia Siria. Los barcos de la Armada rusa navegan por el Mar Negro, pasan el Bósforo y siguen por el Mediterráneo hasta la base de Tartús, que controlan los rusos en las costas de Siria. Jura Lavrov que los rusos no combaten con el ejército sirio, solo les entrena a dominar la nueve técnica militar, pero si es preciso acudirán a las armas, pues así lo estipulan los tratados de cooperación entre Moscú y Damasco.
En un principio negaron la participación de militares rusos en el escenario bélico de Siria. Como paso en Crimea o el este de Ucrania. Aquellos “hombres verdes”, sin distintivos al hombro terminaron por ser soldados rusos. Solo cuando el portavoz de la Casa Blanca y el jefe de la OTAN dijeran que hay evidencias de la presencia de oficiales rusos en el país árabe, fue que en el Kremlin sacaron los tratados de cooperación militar para justificar sus acciones.
Ucrania, Bulgaria y Grecia cerraron su espacio aéreo a las naves aéreas rusas, pero Irán se lo abrió. Atenas cambio su posición inicial tras recordar Moscú el último préstamo de dinero a la inestable economía griega. Los búlgaros, muy dependiente del gas ruso, decidieron permitir el paso, pero hay que revisar la carga en los aeropuertos militares búlgaros. Y es que esa “ayuda humanitaria” que Rusia envía a Siria es similar a la que llega a las zonas separatistas del este de Ucrania, donde en varios meses se rearmaron las fuerzas prorrusas y ocuparon nuevas aldeas.
En la agenda de Putin, cuando viaje a New York para participar en la Asamblea General de la ONU, tendrá el tema de la lucha contra el Estado Islámico y la participación de al Asad en las conversaciones que se realicen para combatir al Estado Islámico. Los rusos no desean perder otro aliado en la zona, y mucho menos la única base naval que tienen en el Mediterráneo.
Para no perder ese impulso de presencia en Siria, la delegación rusa en la ONU, ante la aprobación de una propuesta para verificar los ataques con armas químicas del ejército sirio, desean tener representantes de Moscú en la comisión internacional que se cree. Es como estar en misa, procesión y repicando.