El más poderoso de todos los generales cubanos, el General de División Humberto Omar Francis Pardo, fue sustituido de sus funciones como Jefe de la Dirección General de Seguridad Personal (DGSP).
El cargo queda ocupado por Raúl Guillermo Rodríguez Castro, a quien se le conoce por variados motes como "El Cangrejo", "Nieto en Jefe", "Raulito" e incluso “El Arnol-mal”, este último por su frenética adicción al esteroide y los ejercicio.
Antes de crear la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional que hoy dirige el Coronel Alejandro Castro Espín, la Dirección de Seguridad Personal era el aparato invisible con más poder en la isla. A esta nomenclatura, como actualmente a la “Comisión”, se supeditaron ministerios, instituciones y todas las direcciones del MININT.
“Después de un largo período de estrés, y múltiples disentimientos, Francis sufrió un infarto cerebral, estuvo ingresado pero ahora está en su casa”, asegura un familiar del General destituido.
La DGSP, destinada a proteger la fuerza del mito, la integridad física y moral de Fidel Castro y el resto de los llamados dirigentes de primer nivel, llegó a contar con más efectivos que algunos ejércitos.
El imperio de la DGSP
Cuentan con una sección de policía de tránsito para examinar la vía expedita o ruta de desplazamiento del líder, un grupo fílmico, con expertos en el arte de la fotografía, donde se retocan las imágenes de los “intocables”; otra sección dedicada a la documentación y trámites migratorios que también funciona como coordinadora de viajes, una brigada anti atentados integrada por francotiradores y expertos en todo tipo de explosivos; un departamento médico, que además de una clínica a todo dar, tiene asignación fija de doctores, enfermeros, radiólogos, fisiatras, laboratoristas y otros trabajadores de la salud.
Tienen una división de tecnología y telefonía, talleres, buzos, gimnasios, coordinadores, un muy efectivo servicio de contrainteligencia que, en coordinación con otras agencias del Estado, busca, maneja y controla toda la información de esa cofradía, círculo familiar y amistades; un departamento de relaciones internacionales que coordina con otros servicios secretos (amigos o no tan amigos) las visitas a Cuba de personas de interés y personalidades, ya sean presidentes, mandatarios, jefes de Estado, congresistas, líderes religiosos, etc; un grupo de compras destinado a complacer hasta los más estrafalarios gustos, un departamento que revisa las noticias que deben o no salir sobre los dirigentes cubanos, y una unidad para contratar personal de servicio (criadas) que luego trabajan en las casas de los elegidos.
Con este nuevo nombramiento, Raúl Castro, además de ubicar a su nieto en un puesto clave, conquista un espacio vital reservado únicamente a Fidel, controlar hasta lo más insignificante, como la intimidad hogareña, de la clase dirigente. Esta medida puede tener un posible efecto boomerang porque también asegura el rechazo de buena parte de una estratégica tropa que, en las verdes y las maduras, se mantuvo siempre fiel al General Francis.
Todos los escoltas de esa pléyade cubana pertenece a la DSP. Su trabajo consiste en cuidarlos, protegerlos y complacerlos hasta en sus más estrafalarios deseos, además de espiar, reclutar y chantajear para mantener, a cualquier precio, la “impoluta moral” de los políticos cubanos. Ese convoy es el encargado de evitar cualquier tipo de problema al dirigente y su familia más cercana. Y cuando digo cualquiera es cualquiera, desde lo más absurdo hasta lo más complejo, ya sean financieros, políticos o legales.
En Cuba, nadie puede enjuiciar, criticar ni sancionar a ningún gerifalte o familiar, sin la autorización de la DSP.