Después que en diciembre de 2014 Estados Unidos y Cuba anunciaran el comienzo de un deshielo en sus relaciones, se generó un tsunami global de interés y diligencias enfocadas en la isla y su poco explorado mercado; pero desde los meses finales de la administración Barack Obama comenzó, con fuerza similar, una corriente de resaca que ha venido golpeando fuertemente a la economía cubana, documenta en un reciente estudio la consultoría con sede en Miami The Havana Consulting Group (THCG).
El grupo recuenta entre lo más llamativo de la efímera burbuja cubana la exploración de la isla por bufetes de abogados, empresarios, ejecutivos y delegaciones de alto nivel; la avalancha de viajeros estadounidenses ─apoyada por la reanudación de los vuelos comerciales─ que disparó los precios de los hoteles cubanos a niveles sin precedentes; el efecto dominó que esto tuvo para Cuba en relación con más visitas e inversiones europeas; y el crecimiento del sector privado interno, ayudado por las remesas y el boom turístico.
Sin embargo, apuntan los autores, la elección del presidente Donald Trump en noviembre de 2016 ─algo que el gobierno de Cuba no tenía en sus cálculos─ cambió drásticamente la dinámica del acercamiento.
Entre los factores que han contribuido al nuevo escenario THCG menciona el impacto del huracán Irma; la crisis entre los dos países generada por misteriosos problemas de salud sufridos por diplomáticos estadounidenses en La Habana, incluyendo una fuerte reducción del personal y una alerta de viajes a la isla; y la nueva política de la administración Trump en relación con Cuba.
Los analistas observan que a pesar de que el nuevo presidente estadounidense anunció en tono dramático la derogación de las medidas implementadas por Obama, mantuvo la mayoría prácticamente intactas, dejando la puerta abierta para una mayor normalización de las relaciones.
Los viajes de los estadounidenses bajo 12 categorías autorizadas continuaron, incluidas las licencias a aerolíneas y cruceros (hubo un cambio en los viajes individuales, que en adelante tendrían que ser en grupos y organizados por una agencia).
Las normas sobre remesas y visitas a Cuba de los cubano-estadounidenses se mantuvieron; también, las ventas a la isla de alimentos y productos agrícolas, y la importación de ron y habanos cubanos por viajeros de EE.UU.
El cambio más medular fue una prohibición de comerciar con compañías bajo la estructura corporativa de las fuerzas armadas cubanas.
Aun así, la conjunción de circunstancias dio lugar a un punto de inflexión en el crecimiento de los vuelos a la isla, que en el último trimestre de 2017 registraron la menor cantidad en todo el año.
Los viajes de estadounidenses declinaron un 22,34% en el segundo semestre de 2017. De una tendencia ascendente en el primero, se pasó a una descendente, que ha continuado en 2018.
Paralelamente el turismo desde Canadá, primer emisor a la isla, sufrió una contracción por segundo año consecutivo (del 5,39%), mientras que el crecimiento desde los principales emisores europeos disminuyó considerablemente en comparación con el año anterior, de un 36.53% en 2016, a 12,30% en 2017.
El estudio señala que al debilitamiento de la industria turística hay que agregarle la caída drástica en el intercambio comercial de Cuba con sus principales socios económicos: España, China, Brasil (en los tres casos por falta de divisas para pagar a los proveedores), Canadá y Venezuela.
Las exportaciones de España a Cuba cayeron en los últimos dos años un 26,13%, de $ 964, 2 millones a $ 713, 2 millones mientras que el intercambio comercial se redujo en el mismo período un 21,24%.
China, que con la crisis venezolana se había convertido en el primer exportador a la isla, también redujo sus exportaciones en más de 30 %, de 2.331 millones en 2015 a 1.629 millones en 2017, extendiendo al comercio su previa cautela en materia de inversiones en la isla.
En el caso de Brasil, la caída del intercambio comercial ha sido de 28,5%, y la de las exportaciones brasileñas, de, 24,8 %.
Una contracción de 35 % sufrió en 2015-2017, el comercio con Canadá, país que ha apostado por la minería en Cuba, motivada por una abrupta caída en los precios del níquel y por la menor extracción de petróleo y gas natural.
Pero el desplome que más ha afectado a La Habana ha sido el de su intercambio con Venezuela, una diferencia estimada en más de 5.000 millones entre 2015 y 2017. Se centra en la drástica reducción de los envíos de petróleo y refinados y en el decrecimiento de los ingresos de Cuba por exportación de servicios profesionales, su principal entrada de divisas en los últimos lustros. Las importaciones desde el país bolivariano pasaron en 2015-2017 de 5.188 millones a 1.582 millones.
Conclusiones
Los analistas de THCG señalan una serie de incidencias en el origen del tsunami inverso que ha golpeado a Cuba al recongelarse las relaciones con Estados Unidos: dificultades para pagar la deuda externa; caída de las exportaciones; reversión de las reformas internas; impacto del huracán Irma; una economía improductiva; caída del turismo de América del Norte con tendencia a la baja.
Todo esto, dicen, sitúa a la economía cubana en una difícil encrucijada mientras se desarrolla el traspaso del poder.
Observan los autores que el hecho de que tantos problemas agobiantes estén afectando al mismo tiempo a la economía cubana pone de relieve la aguda crisis económica que enfrenta hoy el gobierno, de la que no le será fácil salir pronto a flote.
La centralización de la economía, aseveran, sigue siendo la espada de Damocles que obstaculiza el desarrollo económico del país. El pensamiento estratégico sigue siendo primitivo y obsoleto, se aferra a los viejos esquemas del siglo pasado y no ha cambiado con el tiempo.
La economía estatal permanece estancada y continúa existiendo en un limbo improductivo. En contraste, el incipiente sector privado ha tenido éxito y se ha expandido a pesar de las limitaciones impuestas. Pero el gobierno mantiene su compromiso de reanimar la moribunda e improductiva economía estatal, al tiempo que trata de frenar el impulso y la expansión de los privados.
THCG concluye que la oportunidad de revertir la situación está en manos del nuevo gobernante. Pero advierte que la solución no está en la retórica aburrida y obsoleta utilizada durante décadas, sino en provocar un profundo cambio de mentalidad. Ello significa eliminar los viejos dogmas, emprender reformas profundas, liberar a la empresa privada, restaurar las relaciones con EE. UU. Y permitir que los exiliados cubanos inviertan en la isla, a fin de crear las condiciones para dar una nueva oportunidad al desarrollo económico y social de Cuba.