Medios estadounidenses y agencias internacionales se preguntan si el próximo presidente de los Estados Unidos revertirá, como ha prometido, todas las políticas que su predecesor en la Casa Blanca ha implementado mediante su autoridad ejecutiva, y que de hecho conforman su legado, incluido el acercamiento a Cuba.
La publicación International Business Times (IBT) anticipa que con la derrota en las elecciones del 8 de noviembre de Hillary Clinton, a quien el presidente Barack Obama pensaba encomendar lq continuación de su legado, Donald Trump adoptará un enfoque radicalmente diferente en muchos temas de importancia nacional e internacional.
En un discurso de campaña en octubre, Trump prometió que en su primer día en el cargo cancelaría “todas las acciones, órdenes y memorandos ejecutivos inconstitucionales dictados por el presidente Obama”.
La agencia Reuters recuerda que en sus más notables logros en política exterior, Obama, un demócrata, usó la autoridad ejecutiva, que le ofrecía un conveniente atajo legal para circunvalar a un Congreso controlado por los republicanos y comprometido a bloquear su agenda.
Destaca el servicio noticioso que la Constitución de los Estados Unidos otorga a un presidente amplios poderes ejecutivos para promulgar la política exterior, y que tanto los presidentes republicanos como los demócratas han tratado de ejercer esos poderes mediante la emisión de órdenes ejecutivas, memorandos presidenciales y los llamados "findings“ (conclusiones).
El problema es que Trump ni siquiera necesitaría apoyo del Congreso, que continúa dominado en ambas cámaras por su partido, para revertir esas medidas. Como le dijo a otro medio, Newsline, Zachary Goldman, un ex funcionario del Tesoro de Estados Unidos: "Cualquier cosa promulgada por orden ejecutiva puede ser rescindida por orden ejecutiva".
Tanto IBT como Reuters, Newsline y la cadena NBC incluyen en la lista de medidas que serían revertidas o reformuladas por el nuevo mandatario el acercamiento con Cuba.
En entrevistas y durante los debates de las primarias republicanas, el ahora presidente electo había apoyado un cambio en la política estadounidense hacia la isla de gobierno comunista después de más de 50 años de aplicar la misma, aunque consideró que Washington podría haber conseguido algo mejor que un acuerdo unilateral.
“Quisiera negociar un buen acuerdo, un fuerte, sólido, y buen acuerdo, porque en este momento, todo está a favor de Cuba. En este momento, todo, todos los aspectos de este trato obran a favor de Cuba. De la misma manera que el acuerdo con Irán. Todo lo que hemos hecho es dar. Damos, y damos, y damos”, dijo contestando a una pregunta del moderador Dana Bash de CNN durante el debate celebrado en Miami el 15 de marzo.
Sin embargo, ya en los remates de la campaña, en septiembre, prometió ante un público mayormente cubanoamericano:
"Todas las concesiones que Barack Obama ha otorgado al régimen de Castro fueron hechas con órdenes ejecutivas, lo que significa que el próximo presidente puede revertirlas. Y eso es lo que haré a menos que el régimen de Castro acepte nuestras demandas. Estas exigencias incluirán la libertad religiosa y política para el pueblo cubano y la liberación de los presos políticos".
El presidente Obama selló su diplomacia cubana el mes pasado con una sexta ronda de enmiendas a las regulaciones de los Departamentos del Tesoro y Comercio sobre Cuba. Las anteriores habían resultado en que ahora los estadounidenses pueden viajar a la isla con más facilidad, los vuelos comerciales programados se han restaurado y empresas de EE.UU. pueden explorar negocios y en ciertos sectores incluso establecerse en el mercado cubano.
La última ronda de cambios regulatorios, un mes antes de las elecciones, eliminó las restricciones a los barcos que tocan puertos cubanos para entrar en puertos de EE.UU. y permitió a los viajeros la importación ilimitada de habanos y ron cubanos para su consumo.
Obama acompañó las modificaciones de octubre con una directiva de política presidencial que establece pautas para los organismos del gobierno, esbozando una especie de hoja de ruta para normalizar completamente las relaciones con la isla que incluye seis puntos: interacción entre ambos gobiernos, participación y conectividad, expansión del comercio, reforma económica, respeto por los derechos humanos universales, las libertades fundamentales y los valores democráticos, y por último la integración cubana en los sistemas internacionales y regionales.
Pero la directiva es también reversible, y según dice The Miami Herald, podría no ser más que una hoja de papel si Trump decide cumplir algunas de las promesas sobre Cuba que hizo durante la campaña.