La canciller de Alemania, Angela Merkel, aterriza en Kiev el sábado 23 para demostrar el apoyo de Europa a Ucrania. Con anterioridad habían visitado la capital del país el premier canadiense, Stephen Harper, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, el secretario general de la OTAN, Fogh Rasmussen, el presidente de Finlandia, pero la presencia de Merkel es definitoria. Alemania tiene vínculos especiales con el Kremlin. Desde el pasado germanista del ex coronel del KGB, hasta la posición del ex canciller Gerhard Schröder, en la sucursal de GAZPROM. Y Merkel lo mismo en ruso que en alemán pone presión sobre Putin.
La solución puede venir en Minsk, donde Petro Poroshenko se reunirá el martes 26 con Valdimir Putin. En la reunión participan, además del anfitrión, Alexander Lukashenko, la secretaria Catherine Ashton y el presidente de Kazajistán. El que la bolsa en Wall Street no haya caída por Ucrania en los últimos días es un signo alentador.
Los ucranianos usan la diplomacia y las armas para poner fin al conflicto. La desorganización inicial en el ejército ucraniano, falta de armamentos y municiones, y poco adiestramiento son etapa pasada; demostrando su capacidad para eliminar los separatistas prorrusos del este del país. Y lo hacen con grandes pérdidas humanas y materiales. Tanto Luganks como Donetsk, las dos ciudades rebeldes están sitiadas y han recuperado el 70 por ciento del territorio que dominaron las fuerzas prorrusas. O salen de Ucrania o los sacamos, dicen los ucranianos, que ya están cansados de la guerra, pero no van a ceder un ápice de terreno.
Mientras tanto en Rusia, las autoridades se dedican a cerrar varios restaurantes McDonald's, a arrestar a los ucranianos que izaron la bandera en uno de los altos edificiones de la era de Stalin en Moscú y reevalúan las sanciones a los productos lácteos.