Hace 25 años, los alemanes vivieron con incredulidad e ilusión la caída del muro de Berlín, sentimientos que recuerdan todavía españoles y latinoamericanos que vivían en la ciudad en aquel momento o que fueron testigos de esa atmósfera de cambio que anunciaba el principio del fin del bloque comunista, indica en un reportaje este 5 de noviembre la agencia Efe.
Entre aquellas personas que se encontraban dentro de la marea humana que cambió el rumbo de la humanidad a finales del siglo XX, había un cubano que, aunque no estaba justo el día en que la mole de concreto se fue abajo, pudo oler aquella atmósfera de cerca.
Jorge Luis García Vázquez llegó a la RDA en el 82 como traductor del Ministerio del Interior de su país y vivió la apertura de las fronteras de regreso en la capital cubana.
"Yo me enteré por turistas alemanes, el 10 de noviembre a las 8:00 de la noche, me imagino que fue", recuerda el cubano, investigador independiente de los archivos de la Stasi y guía del museo-prisión Hohenschönhausen, donde él mismo estuvo detenido en 1987 por tratar de cruzar el muro.
García Vázquez, que además de vivir en diversas ciudades de la RDA había visitado varios países de la Europa Oriental y la URSS, se encontraba paseando por La Habana colonial cuando escuchó a un grupo de turistas bávaros comentar que el muro se había caído.
"Pensé que no era cierto, entonces les pregunté y me dijeron que sí, que todo se fue abajo y yo me quedé petrificado, casi no podía moverme. La primera pregunta que les hice fue 'cuántos muertos, cuántos mataron' y cuando me dijeron que a ninguno dije que era un milagro", señaló el cubano.
El cubano explica que fue detenido en el 87, dos años antes de la caída del muro, y enviado de vuelta a Cuba por tratar de huir, al no querer colaborar con la Stasi y la Seguridad del Estado cubana.
Según apunta, "sabía que algo iba a pasar". "Donde quiera, vi que el sistema estaba dando los últimos suspiros, económicamente ya no podía más, y políticamente la gente ya no creía en nada más. Pero yo nunca pensé que iba a ser algo tan pacífico, fue lo que me sorprendió a mí entonces", relató a Efe.
El entusiasmo vuelve a ser el denominador común entre los que celebran, 25 años después, la apertura de la frontera interna alemana, mientras otros se suman al recuerdo con un cierto sentimiento de orfandad respecto a un país que dejó de existir para dar paso a la Alemania reunificada.