Sin carteles, pliego de demandas ni manifestaciones de protesta, así responden los taxistas privados de La Habana a los precios topados recién impuestos. Las autoridades han hecho una jugada audaz al regular los importes por tramos de estos trabajadores por cuenta propia, y el resultado ha sido un viernes de infierno para quienes intentaban desplazarse dentro de la ciudad.
Al borde de la acera, y sacudiendo desesperadamente los brazos, se veía durante la mañana a centenares de personas repartidas a lo largo de las rutas de almendrones. Pero los conductores rara vez paraban bajo el argumento de que solo hacen "viajes directos" entre la piquera inicial y el destino. Esta es la manera de evitar fragmentar los pagos y bajar el valor de los pasajes, tal y como ha sido regulado.
Carentes de un sindicato que represente sus demandas, los boteros intentan forzar el fin de la medida a base de congestionar la transportación urbana.
Por su parte, el Gobierno sabe que una buena parte de los residentes en la urbe necesita de estos taxis colectivos para llegar a su centro de trabajo o de estudios. Sin ellos, el país se paralizaría.
En las calles se desarrolla desde ayer un pulso silencioso donde, de momento, la peor parte se la están llevando los pasajeros.
(Publicado originalmente en 14ymedio el 10/02/2017)