"Este soy yo" es el título de un libro de próxima aparición que recoge expresiones y comentarios, además de conversaciones sostenidas por Ernesto Guevara con diferentes personas a través de su vida, que difieren en extremo de la personalidad tolerante, inclusiva y no violenta que pretenden mostrar los aliados del populismo marxista y mercaderes que por beneficiarse, entregan a plazo su propia vida y libertad.
La idea original era titularlo, "El verdugo de la Cabaña", pero dos talentosas mujeres, Carmen Toro de Gómez y Luz Martínez, sugirieron que sería más apropiado que el autor dejara al lector nombrar el libro en base a la lectura y a la interpretación que hiciera de la misma.
La realidad es que el Ernesto Guevara de la motocicleta, era un inconforme, sin propósitos de vida definido, tan indisciplinado, léase vago, que su único objetivo concreto era trabajar lo menos posible. Un sujeto sin rumbo como tantos otros, que encontró su meta cuando se unió a los Castro en México y naufragó junto a ellos como "Che", en las proximidades de las costas cubanas.
Guevara se encontró a sí mismo en Cuba como refleja una carta que dirigió a Hilda Gadea el 28 de enero de 1957: “Querida vieja: Aquí en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí. Como un soldado de verdad, al menos estoy sucio y harapiento, escribo esta carta sobre un plato de hojalata, con un arma a mi lado y algo nuevo, un cigarro en la boca", fue en la isla donde se dio cuenta que su oficio no era curar sino matar.
Comentarios y conductas como estas no son hechos aislados, el escritorJon Anderson en su libro "Che" describe como asesinó a Eutimio Guerra, un individuo acusado de delator: "La situación era inconfundible para todos y para Eutimio, así que yo terminé el problema disparándole un tiro con una pistola calibre 32, en la parte derecha de su cerebro. Con un orificio de salida en el temporal derecho. Se convulsionó por un rato y luego murió. Cuando traté de quitarle sus pertenencias, no podía desprenderle el reloj que lo tenía unido a su cinto con una cadena y me dijo como en una voz lejana, "arráncalo, muchacho, ya que importa. " Eso hice. Sus pertenencias eran ahora mías".
Su conducta con los militares del régimen derrocado fue particularmente despiadada. En la fortaleza de La Cabaña, bajo su mando, refiere la periodista Hart Phillips, del New York Times: “Unos 400 fueron fusilados en La Cabaña en los dos primeros meses”.
El London Daily Telegraph comentó “en ocasiones funcionaban cuatro tribunales simultáneamente, sin abogados ni testigos, llegando a juzgarse, contemplando la pena capital, hasta 80 personas en juicios colectivos”.
Guevara era rencoroso como lo demuestra la venganza que tomó con el comandante rebelde Jesús Carrera. Varios oficiales del ejército rebelde afirman que el enfrentamiento verbal que ambos sostuvieron en las montañas del Escambray antes del triunfo de insurrección, fue el factor principal para que Carrera fuera fusilado junto al también comandante William Morgan en la Cabaña.
No obstante hay que reconocerle a Guevara que no tenía impedimento en decir lo que pensaba, mas cuando esto favorecía su imagen de tipo duro y despiadado como lo manifiesta su discurso el 11 de diciembre de 1964 en Naciones Unidas cuando dijo: "Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: Fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte”.
Guevara, uno de los artífices de la Crisis de Octubre de 1962, cuando junto a Raúl Castro, bajo el mando de Fidel, negoció con Nikita Jruschov la instalación de cohetes balísticos con capacidad nuclear en Cuba, le dijo en La Habana a Sam Russel, corresponsal en Cuba del periódico socialista inglés London Daily Worker: “Si los misiles hubiesen permanecido en Cuba, nosotros los habríamos usado contra el propio corazón de los Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Nueva York”.