Cuando Ronald Reagan era presidente de los Estados Unidos, este país proyectaba una imagen internacional de credibilidad y fuerza, tanto política como económica. Reagan era un hombre de palabra y sabía como ser líder.
De acuerdo a su biógrafo Bill Clark, cuando la entonces Unión Soviética derribara el vuelo KAL 7 de Korean Airlines el 1 de septiembre de 1983, Reagan mostró su temple, regresando inmediatamente de California a la Casa Blanca para hacerse cargo de lo que debía hacer Estados Unidos.
Lo primero que hizo Reagan fue describir en palabras fortísimas lo perpetrado por la Unión Soviética. Dijo que lo hecho era una “barbarie, un acto terrorista, una salvajada”. Agregó que era muy obvio que los rusos habían “mentido en forma descarada”.
Durante sus ocho años en el poder Reagan a la Unión Soviética de poner fin a la guerra fría y un día describió al gobierno que gobernaba ese país como “el imperio del mal”.
Sin embargo en ningún momento los Estados Unidos estuvo al borde de ir a la guerra con la Unión Soviética durante el gobierno de Reagan. Eso si, el presidente americano no vació en armar al máximo a los Estados Unidos y siempre se ocupó de tener un ejército fuerte. Además dejó sentado que no aceptaría otro gobierno marxista en el Caribe cuando invadió Grenada y allí derrotó a las tropas cubanas que intentaban crean un régimen afín en esa pequeña isla/país.
¿Cuál es la razón por la cual escribo de los años de Reagan en la Casa Blanca?
Es obvio ya que al hacerlo podemos con facilidad contrastar su gestión como presidente y como en estos días el presidente Barack Obama ha reaccionado a las crecientes pruebas que muestran que los rusos armaron a los rebeldes en el este de Ucrania y que de una forma u otra son responsables del misil que derribó el vuelo 17 de ‘Malaysia Airlines Flight 17, en el cual murieron todas las 298 personas a bordo.
En este caso el primero en reaccionar fue el presidente ruso Vladimir Putin. El acusó al gobierno de Ucrania de derribar el avión 777 de Malasia Airlines.
Obama por su parte en vez de responder en forma inmediata a esta barbarie desde la Casa Blanca se fue de viaje a California a recaudar fondos para los candidatos demócratas en las elecciones que se avecinan este noviembre.
Es cierto que cuando habló, Obama lo hizo con fuerza, pero en esos primeros días permitió que su Secretario de Estado John Kerry tomara la voz cantante en hablar, revelar y discutir la evidencia que muestra la muy probable complicidad del gobierno ruso en este acto de terrorismo.
Obama tardó cinco días en pedir una investigación internacional del incidente y en reclamar que era imprescindible que los investigadores “acceso inmediato y sin restricciones” a la zona en el este de Ucrania donde cayeron los pedazos del avión y restos de pasajeros que iban en el mismo. En su pronunciamiento Obama acusó a los rebeldes pro-rusos que operan en esa zona de Ucrania y se pregunto que “era exactamente lo que ellos trataban de ocultar”.
Agregó que los rusos debía de obligar a los rebeldes a cooperar con los investigadores internacionales y que si Putin continuaba violando la soberanía de Ucrania, “Moscú va a continuar aislándose del resto de los países del mudo”.
Este fue el pronunciamiento más fuerte del presidente Obama, quien durante sus años en la Casa Blanca ha demostrado que siempre prefiere una solución diplomática a los problemas internacionales. Esta vez, sin embargo, dejo claro que Rusia tenía la obligación de probar quiénes eran los responsables de haber lanzado este misil desde territorio ocupado por los rebeldes pro-rusos en Ucrania. Agrego que la mayoría de los que habían lanzado el misil eran ciudadanos rusos.
Dijo que si Rusia no detenía sus agresiones en el este de Europa, los Estados Unidos y la Unión Europea impondrían nuevas sanciones económicas a empresas y empresarios allegados a Putin.
Este es el único idioma que Putin entiende. En no es capaz de ver las sutilezas del lenguaje diplomático. Para asegurarse que estas sanciones van a hacer mella en la economía rusa, los Estados Unidos debe aumentar su producción de gas natural y comenzar a exportarlo a Europa lo antes posible. Europa occidental depende en casi un 30 por ciento del petróleo y gas que les proporciona Rusia.
Los Estados Unidos debe estar al frente de esta idea de proporcionarle la energía que Europa necesita en forma inmediata. Hoy Rusia no representa el peligro militar de antaño y su economía depende de la exportación de productos naturales tales como el gas y el petróleo.
Esta es la oportunidad que tiene el presidente Obama de mostrar su verdadero liderazgo. El tiene que llevar la voz cantante en una nueva política para detener todo intento de Putin de volver a crear una zona de países afines en la Europa del Este.
Guillermo I. Martínez reside en el sur de la Florida. Su dirección electrónica es: Guimar123@gmail.com.