La propuesta del presidente colombiano Iván Duque de eliminar la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR (2008) debe progresar, porque esa entidad, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC (2010) fueron experimentos castrochavistas que salieron adelante en gran medida por la estulticia de numerosos dirigentes políticos y sociales del hemisferio.
La corrección política de muchas personalidades al sumarse a propuestas populistas u observar en silencio cómplice los proyectos demagógicos de sus pares extremistas, particularmente cuando atacan a los Estados Unidos, es consecuencia de muchos de los males que nos aquejan.
Hugo Chávez fue el caudillo más exitoso en la gestión de convocar a dirigentes latinoamericanos a coquetear con el populismo marxista y atacar a Washington, aunque es muy probable que sus propuestas fueran ideadas por Fidel Castro, que comandó por décadas la violencia extrema, a la vez que protagonizó las posiciones más antidemocráticas imaginable.
Castro y Chávez formaron un excelente equipo en el objetivo común de que sus respectivos regímenes sobrevivieran, a la vez que impulsaban la añeja ambición del verdugo de La Habana, apoyada en el dinero que producía el petróleo venezolano, de subvertir el hemisferio para imponer gobiernos afines, además de descalabrar lo más posible al eterno enemigo.
Ambos sujetos, que en alguna medida conducen a evocar el trágico y fracasado dúo que integraron Adolfo Hitler y Benito Mussolini, asumieron que la desestabilización requería muchas acciones políticas y sociales, que no era el momento del AK47 y de las bombas, aunque eso no significaba que las desecharan.
Entendieron que había que mantener la política clientelar que durante años había promovido La Habana entre políticos, intelectuales, deportistas, dirigentes sociales y cualquier frustrado convencido de que era subestimado por sus coterráneos, junto al desarrollo de una estrategia de subversión blanda basada en la desestabilización social y en la generación de caos, todo con el objetivo de socavar la clase dirigente y los valores sobre los cuales se sostenía la nación.
Fueron tiempos productivos para estos dos déspotas. Sus propuestas cosecharon grandes éxitos al provocar la anarquía y el desconcierto en varios países. Compartieron el escenario latinoamericano con populistas ideológicos como Luis Inacio Lula da Silva, viejo aliado de Castro con quien constituyó el Foro de Sao Paulo, además de Dilma Rousseff, Néstor Kirchner y Cristina Fernandez Kirchner, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales y muchos más, algunos de los cuales después de presentarse como notables promotores de la justicia social han resultado ser simples ladrones que robaban el erario público.
Todos prometían el paraíso en la tierra y la salvación eterna a sus respectivos pueblos. La convivencia de tantos iluminados propició un ambiente de fin de los tiempos, algo parecido al desencanto que sufrieron muchos demócratas cuando la extinta Unión Soviética aplastaba a sus enemigos, un contexto que complicó particularmente la actuación de los políticos que rechazaban las propuestas del agotado Socialismo del Siglo XXI.
Castro y Chávez, para acorralar a los dirigentes que no les eran afines, conscientes de la ola de respaldo al populismo que se apreciaba en el continente, decidieron crear herramientas hemisféricas manejadas por extremistas que, en la peor de las situaciones, serían útiles para controlar a los rivales que no estaban totalmente de acuerdo con las propuestas populistas.
Así surgió UNASUR, un instrumento que supuestamente promovía la integración política, económica y social de los países meridionales del hemisferio cuando en verdad era un instrumento de los partidarios del Foro que encarnaba Chávez, listo para presionar e influenciar políticamente en las decisiones de las naciones miembros y también en los aliados del ente subregional.
Incomprensiblemente, políticos identificados con vertientes conservadoras incorporaron a UNASUR sus países, un éxito que posiblemente impulsó la formación de un organismo similar, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), este con proyección hemisférica, aunque vetaba el ingreso de Estados Unidos y Canadá.
UNASUR y la CELAC fueron creados como organismos comprometidos con la solidaridad, gobernabilidad, medio ambiente, cooperación y asistencia, aunque en realidad eran armas para tomar el control de toda América, aparatos ideados para desmontar las democracias y acabar con nuestras libertades y derechos, organismos que se nutren exclusivamente de la falta de coraje de algunos de nuestros líderes.