Los medios informativos en Estados Unidos y casi el resto del mundo han seguido con asombro, pero sin sorpresa, las decisiones del Tribunal Supremo y el parlamento de Venezuela y han publicado las imágenes de las masas venezolanas en apoyo de su presidente, con banderas y camisetas que proclaman “Yo soy Chávez”.
Sorpresa no ha causado, porque en sus catorce años en el Palacio de Miraflores Chávez fue tomando control de los mecanismos del gobierno para concentrarlo todo en sus manos y puso a sus amigos y seguidores más fieles al frente de las instituciones que podrían garantizar un equilibrio al poder presidencial.
Que los tribunales o los legisladores fallen a favor de Chávez era de esperar, aunque el misterio que rodea la enfermedad, el tratamiento o su estado actual, resultan más inesperados. Aunque, en realidad, una característica compartida por las dictaduras es su opacidad. Faltaría más que dieran al pueblo el poder de la transparencia.
Como es natural, la falta de noticias sirve para fomentar las conjeturas que, en este caso, se refieren con mucha frecuencia a Cuba. Hay una creencia generalizada de que Chávez y su equipo están manipulados por La Habana que trata por todos los medios de mantener con vida a un amigo que le ha dado la ayuda económica que tanta falta le hacía desde la desaparición de su protector soviético.
En Venezuela hablan de un “chavismo sin Chávez” y muchos creen que semejante actitud cuenta con los parabienes cubanos. Por una parte, se trata de que en Venezuela continúe el sistema que permite a Cuba compensar las penurias económicas que la isla vive desde hace medio siglo. Esta generosidad podría desaparecer con Chávez, a no ser que su legado se perpetúe en un “chavismo” que siga la misma línea.
Hay también otro elemento y es que Venezuela puede servir de algo así como un ensayo de este “ismo” sin su protagonista inicial. Chávez por enfermedad y los hermanos Castro por el reloj biológico, están tocando a su fin. Los que creen o se benefician de su sistema tienen su mejor esperanza en que sobreviva a través de un chavismo o de un “castrismo”, algo que seguramente no desagradará los egos de los Castros o de Chávez..
Aunque la situación económica, política o educacional de ambos países sea muy distinta, los acontecimientos de Venezuela, seguidos y dirigidos en alguna forma desde La Habana, pueden ofrecer lecciones a los gobernantes de la isla.
Entre tanto, la enfermedad de Chávez puede perjudicar la imagen de medicina de gran calidad que quiere divulgar Cuba. Circulan ya informaciones de que el gobierno del Brasil ofreció a Chávez tratamiento en un hospital de gran categoría de Sao Paulo donde los médicos, después de estudiar sus datos, creían que lo podrían tratar. Según estos informes, la propia presidenta del Brasil, Wilma Rousseff, comentó que Chávez había acortado su vida al ponerse en manos de un sistema médico inferior.
Pocos saben cuál es el estado de salud de Chávez y si tiene alguna posibilidad de regrear vivo a Venezuela pero, si no lo consigue, es muy probable que estas informaciones se conviertan en un debate que no dejará una impresión mejorada del sistema médico cubano.
Sorpresa no ha causado, porque en sus catorce años en el Palacio de Miraflores Chávez fue tomando control de los mecanismos del gobierno para concentrarlo todo en sus manos y puso a sus amigos y seguidores más fieles al frente de las instituciones que podrían garantizar un equilibrio al poder presidencial.
Que los tribunales o los legisladores fallen a favor de Chávez era de esperar, aunque el misterio que rodea la enfermedad, el tratamiento o su estado actual, resultan más inesperados. Aunque, en realidad, una característica compartida por las dictaduras es su opacidad. Faltaría más que dieran al pueblo el poder de la transparencia.
Como es natural, la falta de noticias sirve para fomentar las conjeturas que, en este caso, se refieren con mucha frecuencia a Cuba. Hay una creencia generalizada de que Chávez y su equipo están manipulados por La Habana que trata por todos los medios de mantener con vida a un amigo que le ha dado la ayuda económica que tanta falta le hacía desde la desaparición de su protector soviético.
En Venezuela hablan de un “chavismo sin Chávez” y muchos creen que semejante actitud cuenta con los parabienes cubanos. Por una parte, se trata de que en Venezuela continúe el sistema que permite a Cuba compensar las penurias económicas que la isla vive desde hace medio siglo. Esta generosidad podría desaparecer con Chávez, a no ser que su legado se perpetúe en un “chavismo” que siga la misma línea.
Hay también otro elemento y es que Venezuela puede servir de algo así como un ensayo de este “ismo” sin su protagonista inicial. Chávez por enfermedad y los hermanos Castro por el reloj biológico, están tocando a su fin. Los que creen o se benefician de su sistema tienen su mejor esperanza en que sobreviva a través de un chavismo o de un “castrismo”, algo que seguramente no desagradará los egos de los Castros o de Chávez..
Aunque la situación económica, política o educacional de ambos países sea muy distinta, los acontecimientos de Venezuela, seguidos y dirigidos en alguna forma desde La Habana, pueden ofrecer lecciones a los gobernantes de la isla.
Entre tanto, la enfermedad de Chávez puede perjudicar la imagen de medicina de gran calidad que quiere divulgar Cuba. Circulan ya informaciones de que el gobierno del Brasil ofreció a Chávez tratamiento en un hospital de gran categoría de Sao Paulo donde los médicos, después de estudiar sus datos, creían que lo podrían tratar. Según estos informes, la propia presidenta del Brasil, Wilma Rousseff, comentó que Chávez había acortado su vida al ponerse en manos de un sistema médico inferior.
Pocos saben cuál es el estado de salud de Chávez y si tiene alguna posibilidad de regrear vivo a Venezuela pero, si no lo consigue, es muy probable que estas informaciones se conviertan en un debate que no dejará una impresión mejorada del sistema médico cubano.