Después de los sucesos recientes en la OEA donde por votación mayoritaria, primero se acordó hacer secreta una sesión convocada para el análisis de la deteriorada situación venezolana y posteriormente se acordó no darle la palabra a la diputada opositora venezolana María Corina Machado, ha quedado cada vez más clara ante la comunidad internacional la línea beligerante del gobierno venezolano (Venezuela insistía que la violencia era de los manifestantes) a pesar de los sucesivos llamados al diálogo de la UNASUR y la comunidad latinoamericana.
Hay algo que llama la atención. Después del acuerdo en el seno de la UNASUR para enviar a Venezuela una “delegación de paz” con vistas a intermediar un diálogo entre las partes en pugna, ha habido un cambio cualitativo de las relaciones entre los detentores del poder dentro del gobierno venezolano; es precisamente en ese punto en el que debemos detenernos. En apariencias, hay una disputa entre la oposición y el gobierno. Son conocidas sin embargo ciertas discrepancias de estrategia dentro de la oposición en esta fase de la lucha callejera, pero no había sido hasta ahora que afloraran diferencias serias en el seno del gobierno.
Como se sabe, el gobierno de Venezuela tiene tres polos de poder claramente identificables: el poder que concentra Diosdado Cabello, presidente del Parlamento unicameral venezolano, resentido además por no haber sido designado por Chávez como su sustituto al frente del gobierno; el poder de Nicolás Maduro, presidente “a dedo”, pero sin el más mínimo carisma ni arraigo popular; y el poder de los cubanos (critican al “imperialismo norteamericano”, pero una vez que dominan otro país, “imperan” como reyes, como ya lo hicieron antes en Granada).
Es sabido que Maduro es “el hombre de la Habana”, que obedece ciegamente las órdenes de los “procónsules” cubanos en Caracas, mientras Cabello vendría siendo el caudillo “revolucionario” y nacionalista (participante del grupo golpista de Chávez) que sin dejar de querer “construir el socialismo del siglo XXI” en su país, detesta a Maduro y en consecuencia tendría algunas discrepancias circunstanciales con la Habana, sus órdenes y “procónsules”.
En paralelo con la crisis venezolana, hay una gestión del ex presidente brasileño Lula da Silva ante los hermanos Castro, para apoyarlos frente a EUA en una transición a la economía de mercado primero, y a la “democracia socialista” después, en un sistema bastante parecido al chavista, que controlaría los tres poderes del estado y por eso podría hacer hasta elecciones.
Lula da Silva ahora “entró en campo” en Venezuela con una reciente carta a Maduro, donde le pedía “un diálogo con los ‘demócratas’ venezolanos” (en el texto de la carta Lula llama demócratas a una buena parte de la oposición venezolana) hasta el momento llamada “fascista” por la propaganda gubernamental venezolana. Maduro habló muy elogiosamente de la carta de Lula (por primera vez Maduro se expresaba de manera diferente sobre la crisis, a como lo venía haciendo). Además, el resultado de la reunión de Cancilleres de UNASUR corroboró tal línea.
En ese momento sin embargo, es que se comienzan a descarrilar los esfuerzos creíbles de una reunión entre venezolanos chavistas y opositores, para tratar la problemática que ha instalado la crisis en el país. ¿Quién, entre los tres factores identificables del poder venezolano gubernamental estaría interesado en dinamitar el camino recomendado por Lula y UNASUR? ¿Maduro, Cabello o Cuba? Veamos: Sí Maduro --como creemos-- es el hombre de Cuba en Venezuela, muy probablemente las acciones del presidente venezolano durante la crisis han estado en fase con las órdenes de los procónsules cubanos en Caracas. En ese caso, si Lula da Silva convenció a la Habana para encaminar una solución con EUA (como prometió) de los problemas de la sucesión raulista dentro de Cuba, también es muy probable que Cuba haya recomendado a Maduro una tregua, siguiendo las recomendaciones de Lula y UNASUR.
Además, aceptar conversaciones entre el gobierno y la oposición venezolana intermediada por UNASUR, daría una sobrevida al gobierno de Maduro para reponerse de la debacle actual, garantizando adicionalmente los intereses de la Habana en Caracas, incluyendo el subsidio petrolero, que le permitirían una posición más sólida y coherente a Cuba en las negociaciones que se avecinan con la UE y EUA, donde no estaría totalmente a merced de ambas potencias.
Si el razonamiento anterior fuera correcto, es Diosdado Cabello el interesado en sabotear los esfuerzos de pacificación. El razonamiento de UNASUR es de indudable beneficio para la sobrevida de Nicolás Maduro al frente del gobierno venezolano. Una reunión abierta y sincera con la oposición lo sometería a un revés momentáneo, pero le garantizaría una sobrevida a corto y medio plazo aunque se viera obligado a abrir campos cerrados para la economía hoy y ceder parte de su poder casi absoluto, pero garantizaría su mandato y así, la ayuda a Cuba.
Cabello sin embargo ve esa solución con los ojos de quien se alejaría cada vez más del poder. Eso ha implicado la maniobra dentro de su espacio de poder en el gobierno para mandar a detener alcaldes, juzgarlos en procesos sumarios, tirar la inmunidad parlamentaria de María Corina Machado y comenzar a jugar un papel cada vez más destacado en los medios masivos de comunicación venezolanos, cosa que antes no había acontecido. Como que el poder de Cabello se centra en el estamento militar, podríamos estar muy cerca de “un golpe” (que externamente podría parecer un autogolpe, pero que realmente sería un golpe contra Maduro) para Cabello sustituir a Maduro, por estar “la patria” en peligro de ser tomada por el “fascismo”.
Este escenario, analizado seguramente de manera amplia y extensa por Cabello y sus hombres --donde la ambición de poder nublaría el entendimiento de razones obvias-- cuenta sin embargo con algunos elementos a su favor que probablemente Cabello y su grupo han magnificado. Primero, Cabello es un ex militar y cuenta dentro de los cuerpos armados con un arraigo que lo haría proclive a comandar un golpe con razonables posibilidades de éxito, que ni Maduro ni la propia Cuba podrían hacer de forma exitosa. En segundo lugar, Cabello podría manejar el rechazo a las imposiciones desde la Habana (como la imposición del propio Maduro) entre los militares, para ganar adeptos adicionales incentivando en nacionalismo bolivariano.
Una posibilidad --aparentemente el plan en curso-- es sabotear los caminos de entendimiento entre Maduro y la oposición, creando una crisis de ingobernabilidad de Maduro a corto y medio plazo en la dirección máxima del país, de manera a forzar un “consenso” dentro el chavismo (y los militares) de la incapacidad de este continuar en la presidencia, en cuyo caso, por orden constitucional, sería el presidente del Parlamento venezolano (Diosdado Cabello) quien tomaría las riendas de la presidencia de la República con menos rechazos nacionales e internacionales.
A los hermanos Castro en realidad podemos acusarlos de cualquier “cosa malintencionada”, pero nunca de tontos. Claro que deben estar preparando, junto con Maduro, una respuesta a la altura de los acontecimientos, lo que torna la situación venezolana cada vez más compleja y difícil de mantener. Si ya la lucha del pueblo venezolano contra el gobierno post Chávez está resultando cada vez más difícil para Cuba, para Maduro y sus paramilitares, ahora, con las conspiraciones de Cabello la hacen muy peligrosa y prácticamente insustentable a corto plazo.
A todo lo anterior debemos agregar el peligro real de una decisión de EUA (humillado de manera terminante por Venezuela y el castro-chavismo en el seno de la OEA) de entrar de lleno en el conflicto de su principal abastecedor de petróleo –decisión estratégica si se analiza el contexto de lo ocurrido en Crimea por otra superpotencia aliada de Venezuela-- y que se tornaría necesaria en el caso de que la lucha interna por el poder llegara al terreno militar. Según ha dicho el Secretario de Estado, John Kerry, EUA podría enarbolar la Carta Interamericana, a la que también hizo referencia María Corina Machado después de su desaire en la la OEA, para ser aplicada en Venezuela como una posible solución del conflicto interno.
A estas alturas debe haber entrado en campo algún enviado de los cubanos a negociar con Cabello, de manera a garantizar la adecuación de sus intereses a la necesidad de la manutención del poder en manos “socialistas”, con algún plan que implique mayor participación de Cabello en el comando del país (cosa difícil, de no ser él presidente).
Como que ya la presente situación se ha tornado insustentable por la lucha no sólo contra la oposición, sino dentro del chavismo (la escaramuza de la OEA no puede repetirse) y con la UNASUR llegando al país para intermediar, hay tres escenarios posibles: Cabello cede y se resigna a la insignificancia; la ambición de poder de Cabello decide el triunfo opositor; o el conflicto interno llega a las armas y EUA se ve “obligado” a intervenir militarmente.
Hay algo que llama la atención. Después del acuerdo en el seno de la UNASUR para enviar a Venezuela una “delegación de paz” con vistas a intermediar un diálogo entre las partes en pugna, ha habido un cambio cualitativo de las relaciones entre los detentores del poder dentro del gobierno venezolano; es precisamente en ese punto en el que debemos detenernos. En apariencias, hay una disputa entre la oposición y el gobierno. Son conocidas sin embargo ciertas discrepancias de estrategia dentro de la oposición en esta fase de la lucha callejera, pero no había sido hasta ahora que afloraran diferencias serias en el seno del gobierno.
Como se sabe, el gobierno de Venezuela tiene tres polos de poder claramente identificables: el poder que concentra Diosdado Cabello, presidente del Parlamento unicameral venezolano, resentido además por no haber sido designado por Chávez como su sustituto al frente del gobierno; el poder de Nicolás Maduro, presidente “a dedo”, pero sin el más mínimo carisma ni arraigo popular; y el poder de los cubanos (critican al “imperialismo norteamericano”, pero una vez que dominan otro país, “imperan” como reyes, como ya lo hicieron antes en Granada).
Es sabido que Maduro es “el hombre de la Habana”, que obedece ciegamente las órdenes de los “procónsules” cubanos en Caracas, mientras Cabello vendría siendo el caudillo “revolucionario” y nacionalista (participante del grupo golpista de Chávez) que sin dejar de querer “construir el socialismo del siglo XXI” en su país, detesta a Maduro y en consecuencia tendría algunas discrepancias circunstanciales con la Habana, sus órdenes y “procónsules”.
En paralelo con la crisis venezolana, hay una gestión del ex presidente brasileño Lula da Silva ante los hermanos Castro, para apoyarlos frente a EUA en una transición a la economía de mercado primero, y a la “democracia socialista” después, en un sistema bastante parecido al chavista, que controlaría los tres poderes del estado y por eso podría hacer hasta elecciones.
Lula da Silva ahora “entró en campo” en Venezuela con una reciente carta a Maduro, donde le pedía “un diálogo con los ‘demócratas’ venezolanos” (en el texto de la carta Lula llama demócratas a una buena parte de la oposición venezolana) hasta el momento llamada “fascista” por la propaganda gubernamental venezolana. Maduro habló muy elogiosamente de la carta de Lula (por primera vez Maduro se expresaba de manera diferente sobre la crisis, a como lo venía haciendo). Además, el resultado de la reunión de Cancilleres de UNASUR corroboró tal línea.
En ese momento sin embargo, es que se comienzan a descarrilar los esfuerzos creíbles de una reunión entre venezolanos chavistas y opositores, para tratar la problemática que ha instalado la crisis en el país. ¿Quién, entre los tres factores identificables del poder venezolano gubernamental estaría interesado en dinamitar el camino recomendado por Lula y UNASUR? ¿Maduro, Cabello o Cuba? Veamos: Sí Maduro --como creemos-- es el hombre de Cuba en Venezuela, muy probablemente las acciones del presidente venezolano durante la crisis han estado en fase con las órdenes de los procónsules cubanos en Caracas. En ese caso, si Lula da Silva convenció a la Habana para encaminar una solución con EUA (como prometió) de los problemas de la sucesión raulista dentro de Cuba, también es muy probable que Cuba haya recomendado a Maduro una tregua, siguiendo las recomendaciones de Lula y UNASUR.
Además, aceptar conversaciones entre el gobierno y la oposición venezolana intermediada por UNASUR, daría una sobrevida al gobierno de Maduro para reponerse de la debacle actual, garantizando adicionalmente los intereses de la Habana en Caracas, incluyendo el subsidio petrolero, que le permitirían una posición más sólida y coherente a Cuba en las negociaciones que se avecinan con la UE y EUA, donde no estaría totalmente a merced de ambas potencias.
Si el razonamiento anterior fuera correcto, es Diosdado Cabello el interesado en sabotear los esfuerzos de pacificación. El razonamiento de UNASUR es de indudable beneficio para la sobrevida de Nicolás Maduro al frente del gobierno venezolano. Una reunión abierta y sincera con la oposición lo sometería a un revés momentáneo, pero le garantizaría una sobrevida a corto y medio plazo aunque se viera obligado a abrir campos cerrados para la economía hoy y ceder parte de su poder casi absoluto, pero garantizaría su mandato y así, la ayuda a Cuba.
Cabello sin embargo ve esa solución con los ojos de quien se alejaría cada vez más del poder. Eso ha implicado la maniobra dentro de su espacio de poder en el gobierno para mandar a detener alcaldes, juzgarlos en procesos sumarios, tirar la inmunidad parlamentaria de María Corina Machado y comenzar a jugar un papel cada vez más destacado en los medios masivos de comunicación venezolanos, cosa que antes no había acontecido. Como que el poder de Cabello se centra en el estamento militar, podríamos estar muy cerca de “un golpe” (que externamente podría parecer un autogolpe, pero que realmente sería un golpe contra Maduro) para Cabello sustituir a Maduro, por estar “la patria” en peligro de ser tomada por el “fascismo”.
Este escenario, analizado seguramente de manera amplia y extensa por Cabello y sus hombres --donde la ambición de poder nublaría el entendimiento de razones obvias-- cuenta sin embargo con algunos elementos a su favor que probablemente Cabello y su grupo han magnificado. Primero, Cabello es un ex militar y cuenta dentro de los cuerpos armados con un arraigo que lo haría proclive a comandar un golpe con razonables posibilidades de éxito, que ni Maduro ni la propia Cuba podrían hacer de forma exitosa. En segundo lugar, Cabello podría manejar el rechazo a las imposiciones desde la Habana (como la imposición del propio Maduro) entre los militares, para ganar adeptos adicionales incentivando en nacionalismo bolivariano.
Una posibilidad --aparentemente el plan en curso-- es sabotear los caminos de entendimiento entre Maduro y la oposición, creando una crisis de ingobernabilidad de Maduro a corto y medio plazo en la dirección máxima del país, de manera a forzar un “consenso” dentro el chavismo (y los militares) de la incapacidad de este continuar en la presidencia, en cuyo caso, por orden constitucional, sería el presidente del Parlamento venezolano (Diosdado Cabello) quien tomaría las riendas de la presidencia de la República con menos rechazos nacionales e internacionales.
A los hermanos Castro en realidad podemos acusarlos de cualquier “cosa malintencionada”, pero nunca de tontos. Claro que deben estar preparando, junto con Maduro, una respuesta a la altura de los acontecimientos, lo que torna la situación venezolana cada vez más compleja y difícil de mantener. Si ya la lucha del pueblo venezolano contra el gobierno post Chávez está resultando cada vez más difícil para Cuba, para Maduro y sus paramilitares, ahora, con las conspiraciones de Cabello la hacen muy peligrosa y prácticamente insustentable a corto plazo.
A todo lo anterior debemos agregar el peligro real de una decisión de EUA (humillado de manera terminante por Venezuela y el castro-chavismo en el seno de la OEA) de entrar de lleno en el conflicto de su principal abastecedor de petróleo –decisión estratégica si se analiza el contexto de lo ocurrido en Crimea por otra superpotencia aliada de Venezuela-- y que se tornaría necesaria en el caso de que la lucha interna por el poder llegara al terreno militar. Según ha dicho el Secretario de Estado, John Kerry, EUA podría enarbolar la Carta Interamericana, a la que también hizo referencia María Corina Machado después de su desaire en la la OEA, para ser aplicada en Venezuela como una posible solución del conflicto interno.
A estas alturas debe haber entrado en campo algún enviado de los cubanos a negociar con Cabello, de manera a garantizar la adecuación de sus intereses a la necesidad de la manutención del poder en manos “socialistas”, con algún plan que implique mayor participación de Cabello en el comando del país (cosa difícil, de no ser él presidente).
Como que ya la presente situación se ha tornado insustentable por la lucha no sólo contra la oposición, sino dentro del chavismo (la escaramuza de la OEA no puede repetirse) y con la UNASUR llegando al país para intermediar, hay tres escenarios posibles: Cabello cede y se resigna a la insignificancia; la ambición de poder de Cabello decide el triunfo opositor; o el conflicto interno llega a las armas y EUA se ve “obligado” a intervenir militarmente.