El nacionalismo ruso ya emponzoñó a Odesa. Desde el este de Ucrania llegaron aires con ira y soberbia imperial por la pérdida de la URSS. Vienen impulsados desde Moscú y levantan olas en el Mar Negro. No existía en Odesa el odio étnico, porque siempre fue prototipo de ciudad cosmopolita. La fundó un español, la construyó un holandés y la gobernó un francés. Fue siempre remanso para poetas, cantantes, escritores, comerciantes y aventureros.
No hubo convulsiones con el golpe de Estado de 1991 contra Gorbachev, ni con la independencia ucraniana, ni la Revolución Naranja o el Euromaidan. Los odesitas eran inmunes a las protestas. Siguen con mayor interés los cambios en la bolsa de New York, que la política de Moscú o Kiev. Ya no es así.
Odesa, con una s, como se escribe en ucraniano, fue urbe diferente a todas las demás del país. La ciudad era impar inclusive dentro del imperio ruso y fue irreverente en el soviético. Se diferencia por el idioma, costumbres, personas, el comercio y el humor. Se habla un dialecto especial, con palabras del idish, ruso, ucraniano y griego. Se dice bodega a las tabernas, afera a una estafa, y bikitser cuando algo es rápido. Los héroes de la ciudad siempre fueron los salteadores tipo Robin Hood, sin importar que fueran judíos, rusos, ucranianos o armenios. El más afamado de ellos fue Misha Yanonshik, que robada a los ricos y repartía lo hurtado en los barrios pobres de Odesa. Issac Babel describió a la ciudad en sus cuentos.
Trostky la consideró más bella que Paris, y les cantaron a Odesa Leonid Utesov, Vladimir Visotsky, Alexander Rosembaun y Bee Gees. Los odesitas en la década de los setenta declararon el 1 de abril día del humor y lo declararon feriado para llenar de bromas y chistes la política soviética.
Turbas rusas trajeron ahora fuego y muerte. Más de 30 personas fallecieron, cientos de heridos están en los hospitales que no dan abasto. El centro de la ciudad se llenó de sangre, y las llamas destruyeron el campamento prorruso cerca de la estación ferroviaria. De nuevo la vida es el precio de los ucranianos para pertenecer a la Unión Europea.
No hubo convulsiones con el golpe de Estado de 1991 contra Gorbachev, ni con la independencia ucraniana, ni la Revolución Naranja o el Euromaidan. Los odesitas eran inmunes a las protestas. Siguen con mayor interés los cambios en la bolsa de New York, que la política de Moscú o Kiev. Ya no es así.
Odesa, con una s, como se escribe en ucraniano, fue urbe diferente a todas las demás del país. La ciudad era impar inclusive dentro del imperio ruso y fue irreverente en el soviético. Se diferencia por el idioma, costumbres, personas, el comercio y el humor. Se habla un dialecto especial, con palabras del idish, ruso, ucraniano y griego. Se dice bodega a las tabernas, afera a una estafa, y bikitser cuando algo es rápido. Los héroes de la ciudad siempre fueron los salteadores tipo Robin Hood, sin importar que fueran judíos, rusos, ucranianos o armenios. El más afamado de ellos fue Misha Yanonshik, que robada a los ricos y repartía lo hurtado en los barrios pobres de Odesa. Issac Babel describió a la ciudad en sus cuentos.
Trostky la consideró más bella que Paris, y les cantaron a Odesa Leonid Utesov, Vladimir Visotsky, Alexander Rosembaun y Bee Gees. Los odesitas en la década de los setenta declararon el 1 de abril día del humor y lo declararon feriado para llenar de bromas y chistes la política soviética.
Turbas rusas trajeron ahora fuego y muerte. Más de 30 personas fallecieron, cientos de heridos están en los hospitales que no dan abasto. El centro de la ciudad se llenó de sangre, y las llamas destruyeron el campamento prorruso cerca de la estación ferroviaria. De nuevo la vida es el precio de los ucranianos para pertenecer a la Unión Europea.