El actor español Willy Toledo usa las redes sociales para autopromocionarse (@willytoledo59), pero a sus enemigos los tiene bloqueados. Los llama "cafres". Y no es que sean enemigos, sino que no comulgan con él y se lo han dicho por escrito.
Irreverente y contradictorio, Toledo está de vuelta a Madrid luego de un año viviendo en Cuba, para trabajar en algún proyecto de su profesión. El dinero sí le importa ("trabajito bueno obliga"), y así lo deja ver en una entrevista que ofrece hoy Público.es, un periódico de izquierda.
Pero véase en esa entrevista que Toledo ni siquiera es de izquierda: es un anarquista contemporáneo que, para su proyecto personal, utiliza la isla de gobierno comunista como último reducto de lo que él considera "un sistema único en el mundo, donde el respeto a la vida y a los derechos sociales, a los derechos vitales básicos son política de estado".
No cree en ningún político español, salvo en Fidel Castro, entendiendo al caudillo cubano como español, por su ascendencia gallega. Su discurso en la mencionada entrevista, que se realizó vía Twitter, es un conjunto de contradicciones básicas. Por ejemplo, la de identificar al comunismo como un ente libertario, precisamente por estos días en que el mundo celebra el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, todo un símbolo de la caída del comunismo y de la demostración de este sistema como inviable, tanto en Derechos Humanos como en manejo de la economía.
Willy Toledo arremete contra gente de izquierda de su país –incluyendo al líder de Podemos, Pablo Iglesias–, pero se detiene en Joaquín Sabina, un comunista al parecer arrepentido según declaraciones críticas al Gobierno de La Habana, precisamente el Gobierno que le da amparo a Toledo. (Entiéndase por "amparo" vivienda, estatus legal y luz verde para moverse dentro de Cuba, bastante difícil para cualquier extranjero).
El actor ha ganado dos premios Goya y trabajado en teleseries de entretenimiento en su país, difundidas en canales privados de televisión. Ha vivido del capitalismo y de la libertad de expresión hasta construirse un "personaje" irreverente y anarquista, a la usanza de los tiempos franquistas en los que una actitud así se pagaba con la cárcel. Ha publicado un libro sobre sus proyectos políticos y, mientras tanto, desde La Habana, ataca y contraataca. Sobre la corrupción en España dijo lo siguiente:
"Esto dura ya 500 años en este país de países. La corrupción es sólo un síntoma. La enfermedad mortal se llama capitalismo… La liberación de la Humanidad es imposible dentro de este sistema… La solución se llama Socialismo, Comunismo, Anarquía... me conformo con cualquiera de las tres opciones".
Tal como si el comunismo que se conoce en la práctica no haya sido corrupto.
Lo más contradictorio de su discurso es que abogue por la nacionalización de todas las entidades y se vaya a vivir a un país donde la banca y absolutamente todo está en manos de una familia; o sea, de una oligarquía que dice ser comunista.
Ya no se trata de su ofensa a un pueblo que ha vivido en dictadura durante más de medio siglo, sino de ser coherente para luego exigir respeto.
Si usted utiliza libremente las redes sociales, cobra dinero de una empresa privada, goza de amparo legal que protege su libertad de expresión, viaja sin restricciones y al mismo tiempo está enamorado de un dictador, y lo dice públicamente, al menos no bloquee a sus enemigos en Twitter. Enfréntelos con valor.