Desde 1994, año en el que se creó la sociedad mercantil cubana Almacenes Universales S.A., los proyectistas cubanos, algunos militares y otros trabajadores civiles de las FAR, coincidían en una misma opinión: El puerto del Mariel no es el lugar para lo que se persigue. Solamente por calado, la bahía de Matanzas ofrece mejores condiciones; pero se tenía que hacer en esa ensenada habanera porque así, como en el año 70 la zafra de los 10 millones fue una porfía de Fidel, la zona franca del Mariel es el sueño de Raúl.
Curiosamente, el Mariel tiene algunos antecedentes que pocos quieren mirar. Berroa y Wajay, zonas libres establecidas durante los años 90, consiguieron reunir, en la cumbre del esplendor, más de $2.000 millones en capital extranjero invertido. Entre sus operadores conocí a prestadores de servicios, empresarios del sector automotriz, tecnológico e incluso a varios comerciantes cubanoamericanos que almacenaron allí sus productos.
Wajay y Berroa se frustraron por falta de incentivos legales, laborales y fiscales, y porque el hoy coronel Alejandro Castro Espín, que para entonces era jefe de la sección "Firmas Extranjeras" del departamento 4 del MININT, bajo el seudónimo de teniente Ariel, inventó toda una serie de obstáculos en el funcionamiento, que estimularon el cierre de ambas; provocando con eso, la primera estampida de capital extranjero.
¿Sucedió algo? No, Raúl Castro es un hombre que casi siempre tiene un plan para arreglar lo que su familia destroza. Y, lógicamente, como en las sugestiones del demonio, se empeñó en crear el mega proyecto Zona Especial de Desarrollo Mariel. Cuba se encuentra ubicada en el extremo occidental de las Antillas Mayores, en el Caribe y a la entrada del Golfo de México. Sin dudas, el Mariel tiene una localización ideal para manejar cargas desde y hacia Estados Unidos, una posición estratégica para elaborar logísticas que incluso podrían ayudar a reducir los costos operativos para el comercio con los países asiáticos y una inigualable competitividad en precios, por contar con mano de obra tan barata que la remuneración fluctúa de "la nada" al espanto.
Así pues, bajo la estrategia de "El show primero, que el negocio llega después"; el Mariel se promociona como la terminal de contenedores más moderna de América Latina, con una capacidad inicial para 850.000 a 1.000.000 de contenedores, planta de control de radioactividad, y facilidad operacional para buques Super-Post-Panamax.
Con este atractivo menú, no es difícil atrapar la atención de las bestias hambrientas que rondan el mundo bursátil, ni de las grises comadrejas de los espacios mediáticos. Pero, como siempre digo, en Cuba para saber hay que querer. Un par de llamadas resultaron suficientes para enterarme de que:
1.- Es cierto, a diferencia de las desarticuladas Berroa y Wajay, en el Mariel no se aplican las cuotas que exigían a los productores en las antiguas zona franca. Hoy, quienes reciben permiso de Cuba para negociar y producir en el Mariel pueden importar sus productos únicamente a través de empresas cubanas, muy pocas, con permiso de importación. O sea, que pese a las buenas intenciones de los productores extranjeros, la ley vigente le impide a todo ciudadano cubano comprar directamente un producto en zona franca.
2.- El equipo de observancia para detectar radiactividad (que se encuentra ubicado sobre la línea del tren que conecta el Mariel con La Habana) no ofrece total seguridad, para la capital, en caso de contaminación.
3.- El calado en el tanque de atraque y la dársena de maniobras de la bahía del Mariel, no permite la entrada, mucho menos la operación, de los buques Super-Post-Panamax. Sólo podrían entrar en caso de dragado; pero eso sería arduo pues, según datos geológicos, el fondo de la bahía es rocosa, de granito, para ser exacto, y cuando hace algunos meses se intentó dragar usando cargas de dinamita, causó un serio percance ecológico, y la onda expansiva provocó que cayeran dos de los nuevos edificios que adornaban la moderna instalación.
Ya lo decía mi abuela cada vez que me veía repitiendo tonterías: "Dios creó el oído; lo que suena bien es música, el resto es simplemente ruido".