Puestas así las cosas, García-Margallo jamás se temió que no iba a ser recibido por el dictador cubano. Es más, imprudentemente, se le ocurrió alegar que era portador de "mensajes muy concretos" de los EE UU, extremo que la Secretaría de Estado de Obama se apresuró a desmentir. A la manera socialista, García-Margallo había tenido buen cuidado en garantizar al gobierno de Cuba que no se iba a entrevistar con líderes de la oposición democrática.