La hipocresía no tiene límites cuando se quiere. Resulta que el Gobierno cubano está "muy preocupado" por la crisis migratoria de países árabes y subsaharianos hacia Europa. Grave situación humanitaria que están protagonizando, fundamentalmente, los sirios, que buscan un lugar seguro para emprender el resto de sus vidas; por supuesto, arrastrando a sus hijos.
Este miércoles, hablando sobre el "bloqueo" económico de Estados Unidos a Cuba, el ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, aprovechó una conferencia de prensa para deslizar la "gran preocupación" que tiene su ejecutivo por los sirios, tomando como base la foto del niño muerto en una playa de Turquía, una imagen que recorrió el mundo y que algunos observadores indican se trata de una vergüenza para Europa. El discurso del canciller cubano no podía ser más melodramático y manipulador. Aunque hay que reconocer su carácter puntual.
Sin dudas, se trata de la situación más grave que enfrenta el mundo ahora mismo, además del terrorismo extremista, precisamente salido de la región árabe. Pero un canciller no debería hablar de un asunto a medias. Debía comenzar por reconocer que su Gobierno totalitario es aliado del dictador Bashar Al-Assad, un sátrapa arraigado al poder que le transfirió su padre.
Bashar Al-Assad es un autócrata de sangre fría que utiliza sin compasión la fuerza bélica para que la oposición no lo saque de su silla, como mismo hicieron otras oposiciones en la Primavera Árabe, en países como Túnez, Egipto y Libia. Esa es la realidad a la que, usualmente, el eje "revolucionario" de los Castro llama invasión de Occidente.
Justamente una semana antes de que el canciller cubano se refiriera a la foto del niño sirio, el día 8 de este mes, el Gobierno de la isla celebró los 50 años de "relación amistosa" con la dictadura de los Al-Assad. Lo hizo en los salones de la Unión Árabe de Cuba, con la presencia de uno de los cinco espías cubanos condenados en Estados Unidos y luego devueltos, Ramón Labañino, que ellos presentan como un luchador antiterrorismo. Todo pasado por agua, como si no fuera serio que hay un pueblo masacrado detrás que, con toda razón, no quiere acostumbrarse a vivir entre los bombardeos de la aviación de su propio Gobierno.
Un video de la televisión nacional siria –dice la nota de la oficialista Agencia Prensa Latina– "resumió los orígenes y principales hitos de las relaciones bilaterales, mientras destacó la amistad e impulso estratégico que otorgaron a los vínculos los líderes Fidel Castro y Hafez al-Assad, como parte del Movimiento de Países no Alineados".
La cuestión es que estas "relaciones bilaterales" se remontan a 1973, cuando Cuba envió 800 combatientes a solicitud del Gobierno sirio, para participar en una contienda contra Israel. No es una cifra pequeña de efectivos militares.
También, en el acto, al que acudió el encargado de Negocios de la Embajada de la República Árabe Siria, Loái Aloja, se destacó que unos 230 becarios sirios se han graduado en Cuba de distintas especialidades, mientras que 25 jóvenes sirios cursan actualmente estudios universitarios, 23 de ellos en la carrera de Medicina.
Por supuesto, el señor Aloja demandó "el fin del bloqueo de Washington contra Cuba, la devolución del territorio que ocupa la base naval estadounidense en la bahía de Guantánamo y el fin de la transmisiones radiales y televisivas desde territorio norteamericano para socavar el ordenamiento político del país caribeño". Todo concuerda como las piezas de un mueble hecho a medida.
Una semana después, como decíamos arriba, el canciller cubano rendiría informe televisivo sobre el mencionado "bloqueo" y diría lo del niño muerto. Lo que resulta difícil de tragar es la hipocresía de estos aniversarios redondos, bodas de oro, entre dictadores.
"Cuba defiende la búsqueda de una solución política que ponga fin al conflicto extendido a cuatro años y medio en la nación levantina y que corresponde solo al pueblo sirio determinar su futuro y sistema político", se dijo en el aniversario, según Prensa Latina.
Claro, señor, en eso está el pueblo sirio hace cuatro años y medio: determinando su futuro a pesar de las bombas y ahora no le queda más remedio que escapar.