LA HABANA, Cuba. Hace un par de meses, bajo un sol matutino que metía miedo, el equipo de atletismo cubano que competiría en los próximos Juegos Olímpicos se entrenaba en la pista sintética del deteriorado Estadio Panamericano, al este de La Habana, bajo la mirada atenta de una decena de preparadores con cronómetros colgados al cuello mientras tomaban notas en sus tablillas.
En una esquina de la pista, bajo la sombra, como si huyera del asfixiante calor, se adiestraba Dayron Robles con unos audífonos al oído y sus inseparable gafas de tosca armadura. La historia de Robles, luego de conquistar la medalla de oro hace ocho años en las Olimpiadas de Beijing, tiene argumentos suficientes como para escribir un culebrón.
Salió del equipo nacional por inconformidad debido a pagos atrasados y se enroló en un club de atletismo europeo. En medios internacionales se quejó de la incapacidad de la Federación Cubana de Atletismo, intentó fundar una escuela particular para corredores de vallas y compitió por su cuenta en algunos mítines atléticos en Europa, América y Asia.
Pero jamás volvió a recuperar el nivel de antaño. Parece que ha pasado mucho tiempo desde aquella etapa, cuando Robles, con su técnica casi perfecta, atacaba las vallas como si estuviera cantando.
Entonces en los pronósticos era medalla de oro fija. Ocho años después, regresa a competir bajo el pabellón nacional. Pero sus opciones de preseas son mínimas. Apenas ha competido por molestias físicas y su actuación en la ciudad carioca es un enigma. Llegar a semifinales sería una proeza. Dayron se ha diluido como el agua de un manantial.
A sus 29 años, Robles debiera tener gas suficiente para brillar. Pero se ha apagado y solo un golpe de suerte lo podría recuperar del bajón atlético. En el deporte moderno, metódico, caro y científico, hay muy poco espacio para las sorpresas.
Pronosticar en la carrera de 110 metros con vallas es cosa de locos, debido a la ausencia de grandes estrellas estadounidenses como Aries Merritt, David Oliver y Jason Richardson, que fueron eliminados en los trials de Estados Unidos y la no participación de Serguéi Shubenkov, vetado junto al equipo de atletismo ruso, le abren las puertas a otro cubano, Orlando Ortega, que tiene previsto competir por España.
Ortega, junto al jamaicano Omar McLeod, el francés Dimitri Bascou y la nueva estrella norteamericana Devon Allen deben luchar por el oro Dayron Robles, me temo, será un convidado de piedra.
Las opciones a medallas en el atletismo cubano son otras. La pertiguista Yarisley Silva apunta a oro. Competitiva como nadie, tendrá la rivalidad de la brasileña Fabiana Murer, quien compite en valla propia, junto a un par de griegas y estadounidenses.
Denia Caballero, en disco, se debe colgar una presea. Este año está a la sombra de la incombustible croata Sandra Perkovic. Pero en el mundial del año pasado en China ya la derrotó.
El triplista Pedro Pablo Pichardo es otra incógnita. No ha competido en la actual temporada y su desempeño en Río de Janeiro es un misterio. En plena forma es candidato seguro a medalla. Entre algodones, supongo, irá de paseo a Copacabana.
Pero no es en el atletismo donde deben llegar las mejores opciones de medallas de oro. Como siempre, el boxeo será el deporte clave que encumbre a Cuba en medallero, o en caso de una mala actuación, lo ubique en un puesto entre los lugares 25 y 30.
El pronóstico oficial de la delegación cubana es situarse entre las 20 primeras naciones en la tabla final de posiciones. Atrás quedaron aquellos tiempos en la que la Mayor de las Antillas se ubicaba entre las diez primeras.
Pero a lo que iba. Los puños de nuestros púgiles son un factor esencial para una buena actuación. Apuesto, a pesar de la participación de profesionales de nivel medio en el boxeo, que Cuba puede alcanzar entre tres y cuatro medallas de oro y al menos otras tres de plata o bronce.
Otras posibilidades de medallas de oro llegan también en deportes de combates. El legendario Mijaín López puede rematar su trayectoria deportiva con un tercer título en la división superpesada de la lucha grecorromana. De alcanzarlo, su hazaña estaría al nivel del épico luchador Alexander Karelin, aquel mastodonte que entrenaba cargando arbustos en la Siberia rusa.
La lucha libre puede darnos alguna medalla. Pero no de oro. El judo, venido a menos, tiene chance de medalla aúrea con Idalia Ortiz. El resto se ve con menos posibilidades. Pero ojo, el nivel del judo cubano puede deparar gratas sorpresas.
El gallo tapado entre los 120 deportistas cubanos que competirán en Río será Rafael Alba, de taekwondo. Ya es campeón mundial y tiene grandes opciones para conquistar el metal dorado.
En otros deportes las posibilidades son pocas, por no decir casi ningunas. Cuba debe quedar ubicada entre el lugar 15 y el 20. Siendo optimista, podría alcanzar seis o siete medallas de oro y entre seis y nueve de plata y bronce.
Quizás podamos superar la actuación de Londres 2012, con cinco de oro, tres de plata y seis de bronce, para un total de catorce. Pero no estoy tan seguro. Lo más razonable es que la actuación se parezca a la de Montreal 1976, cuando se obtuvieron trece medallas en total.
Como en casi todos los índices, Cuba ha retrocedido. El deporte no es la excepción.