El pasado jueves 2 de Agosto de los corrientes comenzó en Brasil un juicio gigante, escenificado en el Supremo Tribunal Federal, la máxima instancia del Gigante Sudamericano en lo que al Poder Judicial respecta, juzgando la actuación de 38 altos funcionarios del gobierno de Lula da Silva, entre ministros, ejecutivos del Partido de los Trabajadores, PT, banqueros y empresarios, acusados de robar dinero público para distribuirlo entre los congresistas, con vistas a garantizar el apoyo parlamentar que el gobierno de izquierda precisaba en el año 2005.
La cabeza visible de este esquema de desvío de dinero público fue el ministro de la Casa Civil del Gobierno de Lula da Silva, José Dirceu, (un militante de izquierda que durante la dictadura militar recibió asilo político en Cuba). Este ministerio en Brasil funciona como siendo un Primer Ministro, porque controla y dirige directamente al resto de los ministros del gobierno. Están acusados también el presidente, el secretario y el tesorero del Partido de los Trabajadores, PT, de la época, los que entonces perdieron sus cargos junto a otros miembros del gobierno.
Fue a mediados de 2005 que estalló el escándalo de desvío de dinero público –conocido como escándalo del “mensalón”-- porque había una fuerte mensualidad de algo en torno a 15 mil dólares por mes, que se entregaba a cada congresista comprometido a seguir las reglas que dictaba el gobierno de Lula, a partir de un ingenioso esquema que se nutría de dinero público, el que era autorizado por los altos cargos del gobierno que hoy comparecen ante el tribunal.
En la época, Brasil vivió semanas de puro escándalo, en el cual todos los implicados perdieron sus cargos, entre ellos desde luego, José Dirceu, acusado como siendo el principal ideólogo del desvío de dinero para comprar compromisos políticos. Dirceu fue sustituido en su cargo por la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que accedió así a ser la mano derecha de Lula en el gobierno y que terminó el segundo mandato de Lula como candidata sustituta de Lula da Silva a la presidencia de Brasil, cargo que finalmente obtuvo en elecciones democráticas.
Lo anterior significa que si este escándalo no hubiera estallado, muy probablemente hoy el presidente brasileño hubiera sido José Dirceu, ya que hubiera continuado ocupando el cargo que --por su salida del gobierno-- vino a ocupar la actual presidenta Dilma Rousseff.
Hay que decir que José Dirceu era presidente del PT de Lula da Silva cuando este último fue electo para su primer mandato y que siempre tuvo una fuerte influencia dentro del partido. En la época que estuvo asilado en Cuba, Dirceu sufrió una cirugía plástica para desfigurarle el rostro, patrocinada por servicios de inteligencia cubanos, después de la cual lo enviaron de nuevo para Brasil. No está clara la relación entre Dirceu y la inteligencia castrista, pero se sabe que es un hombre de Fidel, y dentro de Sudamérica, es un hombre del esquema chavista.
En la época que estalló “El Escándalo del Mensalón”, Lula da Silva salió relativamente ileso de ser involucrado directamente en el esquema. Sin embargo, es muy difícil de imaginar que un esquema de robo de dinero público del porte que se descubrió y que encabezaba su segundo hombre dentro del gobierno, no hubiera sido de conocimiento del presidente. A pesar de que el partido social demócrata brasileño insistió en acusar a Lula de conocer y permitir el esquema, la opinión pública brasileña decidió no involucrar directamente al presidente en el escándalo.
Como la mayoría de los acusados eran altos cargos del gobierno, el Poder Judicial brasileño decidió concentrar todas acusaciones, así como todos los acusados, para ser juzgados juntos por el máximo órgano de impartición de justicia del país, con vista a que no quedaran recursos adicionales después de emitidas las sentencias, 7 años después de ocurridos los hechos.
Desde el punto de vista político, un juicio como este se reviste de extraordinaria importancia, no sólo en Brasil sino en Latinoamérica, con repercusiones internacionales. El partido del presidente Lula, el Partido de los Trabajadores, PT, que se beneficiaba con el desvío de recursos públicos, siempre había acusado al resto de los partidos de centro y de derecha de ser “fisiológicos”, es decir, de hacer política robando dinero público y se abrogaba el derecho de monopolizar la “ética en la política”. El monumental robo de dinero público descubierto, organizado y distribuido por el PT, con el apoyo de un gobierno también del PT, echó por tierra la pretensión de la izquierda brasileña para monopolizar las cualidades éticas en la política.
Adicionalmente, el descubrimiento de este esquema tiró del juego político en Brasil a José Dirceu, un importante político vinculado a Fidel Castro en Cuba y a Hugo Chávez en Venezuela, con pretensiones, utilizando la influencia que le daba la distribución de dinero --que según las acusaciones orientaba él mismo-- para llegado el momento ocupar la presidencia de Brasil. No es de dudar que neutralizar a Dirceu (y no a Lula) haya sido el verdadero objetivo de este proceso, razón por la cual el ex presidente puede disfrutar tranquilo de una paz relativa.
Se espera que el juicio dure aproximadamente un mes --casi todo el mes de Agosto-- al final del cual se sabrán las sentencias de cada uno de los acusados, momentos en que se podrá hablar ya no de reos, sino de convictos. Desde el primer día se dieron polémicas entre los abogados de defensa y los jueces, así como entre los 11 miembros del tribunal entre sí y se espera que por la importancia política y social de los resultados, sea realmente el Juicio del Siglo en Brasil.
La cabeza visible de este esquema de desvío de dinero público fue el ministro de la Casa Civil del Gobierno de Lula da Silva, José Dirceu, (un militante de izquierda que durante la dictadura militar recibió asilo político en Cuba). Este ministerio en Brasil funciona como siendo un Primer Ministro, porque controla y dirige directamente al resto de los ministros del gobierno. Están acusados también el presidente, el secretario y el tesorero del Partido de los Trabajadores, PT, de la época, los que entonces perdieron sus cargos junto a otros miembros del gobierno.
Fue a mediados de 2005 que estalló el escándalo de desvío de dinero público –conocido como escándalo del “mensalón”-- porque había una fuerte mensualidad de algo en torno a 15 mil dólares por mes, que se entregaba a cada congresista comprometido a seguir las reglas que dictaba el gobierno de Lula, a partir de un ingenioso esquema que se nutría de dinero público, el que era autorizado por los altos cargos del gobierno que hoy comparecen ante el tribunal.
En la época, Brasil vivió semanas de puro escándalo, en el cual todos los implicados perdieron sus cargos, entre ellos desde luego, José Dirceu, acusado como siendo el principal ideólogo del desvío de dinero para comprar compromisos políticos. Dirceu fue sustituido en su cargo por la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que accedió así a ser la mano derecha de Lula en el gobierno y que terminó el segundo mandato de Lula como candidata sustituta de Lula da Silva a la presidencia de Brasil, cargo que finalmente obtuvo en elecciones democráticas.
Lo anterior significa que si este escándalo no hubiera estallado, muy probablemente hoy el presidente brasileño hubiera sido José Dirceu, ya que hubiera continuado ocupando el cargo que --por su salida del gobierno-- vino a ocupar la actual presidenta Dilma Rousseff.
Hay que decir que José Dirceu era presidente del PT de Lula da Silva cuando este último fue electo para su primer mandato y que siempre tuvo una fuerte influencia dentro del partido. En la época que estuvo asilado en Cuba, Dirceu sufrió una cirugía plástica para desfigurarle el rostro, patrocinada por servicios de inteligencia cubanos, después de la cual lo enviaron de nuevo para Brasil. No está clara la relación entre Dirceu y la inteligencia castrista, pero se sabe que es un hombre de Fidel, y dentro de Sudamérica, es un hombre del esquema chavista.
En la época que estalló “El Escándalo del Mensalón”, Lula da Silva salió relativamente ileso de ser involucrado directamente en el esquema. Sin embargo, es muy difícil de imaginar que un esquema de robo de dinero público del porte que se descubrió y que encabezaba su segundo hombre dentro del gobierno, no hubiera sido de conocimiento del presidente. A pesar de que el partido social demócrata brasileño insistió en acusar a Lula de conocer y permitir el esquema, la opinión pública brasileña decidió no involucrar directamente al presidente en el escándalo.
Como la mayoría de los acusados eran altos cargos del gobierno, el Poder Judicial brasileño decidió concentrar todas acusaciones, así como todos los acusados, para ser juzgados juntos por el máximo órgano de impartición de justicia del país, con vista a que no quedaran recursos adicionales después de emitidas las sentencias, 7 años después de ocurridos los hechos.
Desde el punto de vista político, un juicio como este se reviste de extraordinaria importancia, no sólo en Brasil sino en Latinoamérica, con repercusiones internacionales. El partido del presidente Lula, el Partido de los Trabajadores, PT, que se beneficiaba con el desvío de recursos públicos, siempre había acusado al resto de los partidos de centro y de derecha de ser “fisiológicos”, es decir, de hacer política robando dinero público y se abrogaba el derecho de monopolizar la “ética en la política”. El monumental robo de dinero público descubierto, organizado y distribuido por el PT, con el apoyo de un gobierno también del PT, echó por tierra la pretensión de la izquierda brasileña para monopolizar las cualidades éticas en la política.
Adicionalmente, el descubrimiento de este esquema tiró del juego político en Brasil a José Dirceu, un importante político vinculado a Fidel Castro en Cuba y a Hugo Chávez en Venezuela, con pretensiones, utilizando la influencia que le daba la distribución de dinero --que según las acusaciones orientaba él mismo-- para llegado el momento ocupar la presidencia de Brasil. No es de dudar que neutralizar a Dirceu (y no a Lula) haya sido el verdadero objetivo de este proceso, razón por la cual el ex presidente puede disfrutar tranquilo de una paz relativa.
Se espera que el juicio dure aproximadamente un mes --casi todo el mes de Agosto-- al final del cual se sabrán las sentencias de cada uno de los acusados, momentos en que se podrá hablar ya no de reos, sino de convictos. Desde el primer día se dieron polémicas entre los abogados de defensa y los jueces, así como entre los 11 miembros del tribunal entre sí y se espera que por la importancia política y social de los resultados, sea realmente el Juicio del Siglo en Brasil.