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Machos a media luz


Comercio sexual en Mi Cayito (foto Juan A. Madrazo)
Comercio sexual en Mi Cayito (foto Juan A. Madrazo)

A Mi Cayito,"un segmento de litoral entre El Mégano y Guanabo, van muchos turistas gays o bisexuales sabiendo qué van a encontrar. La imagen erótica del negro ayuda a vender mucho".

Cuba continúa siendo una fábrica de deseos del resto del mundo. Desde la conquista hasta el presente, la isla no ha dejado de exportar carne y deseo. Y es que muchos visitantes foráneos consideran que aquí hay una manera especial de experimentar el deseo y derribar las barreras normativas desde la frontera de los cuerpos.


La Habana sigue siendo una ciudad abierta a la imaginación y al mercado sexual barato.

Mi Cayito es uno de esos lugares que forman parte del inventario secreto de la Habana en el cual muchos turistas atraviesan la peligrosidad de las márgenes para negociar la masculinidad y las relaciones de poder.


Es un segmento de litoral, ubicado al este de La Habana, entre las playas del Mégano y Guanabo. Es un célebre espacio de socialización dentro del ambiente homosexual habanero, en el cual muchas personas buscan parejas, suavizan las tensiones cotidianas o liberan los deseos reprimidos.


Es el lugar en el que muchos homosexuales habaneros y provincianos sienten que su libertad no está vigilada a pesar del constante asedio de los agentes del orden público que controlan permanentemente la zona. Es el espacio en el cual los cuerpos se confiesan desde su propia etiqueta, donde también otros se han permitido salir del closet.

Los juegos de mirada, los códigos lingüísticos y estéticos, así como las redes de amigos juegan un papel fundamental. Es un mercado erótico, un micromercado de comunicación sexual donde la masculinidad negociada tiene su propio santuario mediante la variante criolla de la prostitución masculina.


Según Pablo Marchant, un investigador social independiente: "Mi Cayito es un lugar en el cual se vende servicio homosexual. En los últimos años, el mercado de la carne en la Isla ha tomado otros vuelos. Mi Cayito es uno de los pocos lugares en el que la oferta y la demanda se manifiesta de forma explícita. Esto está respaldado y apoyado porque hay una publicidad de editores de textos para el turismo en el exterior que han potenciado muchísimo la existencia de este lugar y ya vienen muchos turistas gays o bisexuales con previo conocimiento de este lugar. Saben qué van a encontrar y en las condiciones en que van a lograr el servicio."


Añade Marchant: "En este lugar hay toda una cadena de policías asociados a este negocio. Al saber que en esa área se comercializa el cuerpo, se desentienden un poco y participan de manera corrupta en la comisión de muchas acciones en la cual se benefician directamente incluso con favores sexuales".


La negritud en este lugar es fetiche, una garantía en el servicio de prostitución homosexual. La imagen erótica del negro ayuda a vender mucho. El turismo, particularmente el europeo, viene a disfrutar del intercambio interracial.


La prostitución masculina, como parte de la economía informal del placer, es para muchos jóvenes un deporte de alto riesgo pero con más demanda ahora mismo que la prostitución femenina. Muchos jóvenes negros descubrieron que su sexualidad no es solo un capital erótico u objeto del deseo reservado a turistas alemanas, noruegas, italianas o españolas que van en su conquista en ese atrevido juego de relaciones de poder. Descubrieron que son piezas de ébano buscada por rusos, japoneses, canadiense o algún que otro serbio.


Tras la crisis económica que comenzó en los años 90, los negros y mestizos continuaron bordeando el peligroso abismo de la fragmentación social.


En la Cuba actual, la pobreza esta racializada. La mayoría de los jóvenes descapitalizados económicamente y culturalmente son negros y mestizos, a los cuales les resulta difícil acomodarse a las nuevas formas de movilidad social y económica.


Adrián es un joven mulato que vive en la barriada de La Gúinera, en el municipio capitalino Arroyo Naranjo. Abandonó recientemente su trabajo como maestro emergente. Refiere que conoció Mi Cayito gracias a un amigo. Las miradas sobre él le permitieron descubrir que lo negro vende muy bien.


"Los negrones somos muy bien cotizados. La humillación es permanente pero yo tengo que sobrevivir. Todos los días le pido a Yemaya que me saque de este infierno. La policía es un látigo. Esta vida cansa y se sufre, pero tengo que encontrar a mi yuma.", dice.


Confiesa que le asusta muchísimo la gran cantidad de jóvenes negros que son seropositivos.Este oficio como opción de vida es muy peligroso.


Dice Anselmo, un militar camagüeyano retirado: "Como a muchos de mis compañeros, me molesta muchísimo la imagen que esos negros están dando de Cuba. No sacrifiqué los mejores años de mi vida para ver todo este relajo. Esos negros están pisoteando la imagen de quienes como yo tuvimos c... de ir a Angola y Etiopia a pelear. Son unos malagradecidos que no han aprovechado las oportunidades brindadas por la revolución. (...). Hoy, con el turismo, no quieren trabajar dignamente. Muchos de ellos son machitos a medias, son los mismos que le entran a golpes a la mujer y en noche los ves en la calle, cazando extranjeros".


Mientras la Habana vive otros grados de violencia moral, se finge la realidad y se negocia la masculinidad, muchos jóvenes, gracias a la desigualdad provocada por el modelo económico socialista, se visten del deseo del otro desde la rígida frontera de la raza, la etiqueta de los cuerpos y los protocolos del erotismo plural.

(Publicado originalmente en Primavera Digital)

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