En los primeros minutos de su programa Conan in Cuba transmitido el miércoles por la televisora estadounidense Turner Broadcasting System (TBS), el conductor –y escritor, comediante y productor─ Conan O'Brien resume la historia reciente de Cuba así: "Cuba era Las Vegas del Caribe, Fidel Castro encabezó una revolución para derrocar a la dictadura de Batista y eso dio lugar a un bloqueo (sic) de 53 años, hasta que el presidente Barack Obama decidió restablecer las relaciones y, si el Congreso lo aprueba, levantar el bloqueo".
El show de Conan es el primero de la televisión nacional de Estados Unidos que se filma en la isla desde el deshielo de las relaciones bilaterales iniciado en diciembre pasado. Pero como Cuba "es un país con muchos y complicados problemas sociales y políticos", Coco (un apodo que le debe al actor Tom Hanks) decidió simplificar su propósito: Saldría a conocer a los cubanos y a tratar de hacer amigos.
¿Lo logró?
Visitas orientadas
Quizás lo logró, si por conocer a los cubanos se entiende hacer contacto en típicas atracciones turísticas con los cubanos privilegiados (y "revolucionarios") que trabajan en esa industria.
Los críticos de los llamados viajes pueblo a pueblo (people-to-people), una idea original de la Administración Clinton retomada por el presidente Obama, han señalado cómo los programas de estos viajes, dirigidos a establecer contacto con el pueblo cubano suelen contener, pese a la prohibición de hacer turismo, demasiados elementos turísticos (visita a tabaquerías, escuelas de rumba y salsa, la casa de Hemingway, ciertas paladares o restaurantes privados).
También se les critica que contienen elementos políticos (visita al museo de Playa Girón o a la Plaza de la Revolución), y que limitan los contactos de los visitantes a personas políticamente filtradas por el Gobierno.
Aunque en el éxito de O'Brien se combinan su innegable vis cómica con su irreverencia y espontaneidad, es obvio que no pudo librarse de esas trampas del oficialismo en su histórico programa "Made in Cuba".
Como en tantos people-to-people que se anuncian en internet, el show de TBS para los americanos que se van a dormir tarde recorrió lugares para turistas como el Museo del Ron, degustación incluida (Conan acaba tendido sobre el mostrador); La tabaquería La Corona, con una clase para torcer habanos ("Si yo traigo mis propias yerbas ─medicinales, claro─ de California, ¿las puedo torcer aquí?"); una escuela de rumba; y la famosa paladar La Guarida establecida en el escenario de Fresa y Chocolate (los instructores, chefs y guías de estos lugares hablan inglés); y también el local de ensayos de una "excelente orquesta de salsa": El grupo Moncada, que se abriera camino al plan B ("ve pa'quí, ve pa'llá") tocando músicas folklóricas de América del Sur.
(El director del grupo y musicólogo oficialista Jorge Gómez le explica que lo más importante en la música cubana es la clave, pero Conan, irlandés de origen, prefiere lanzarse en un montuno bastante "gallego" con todas las palabras que se sabe en español).
También intenta el conductor mostrar un hermoso crepúsculo cubano desde la azotea de un hotel para turistas, y alcanza a filmar, aunque de muy lejos, uno de los ángulos que revelan a la Cuba real: La cría de perros de pelea en las azoteas, que sí captara en primer plano, en su filme Conducta, el director cubano Ernesto Daranas.
Momentos auténticos
¿Se perdió el genial comediante por completo a esa Cuba profunda?
No, algunos de los momentos más auténticos del programa están en sus escapadas del circuito turístico: Compartiendo en el Malecón, con cubanos de a pie, cigarros y baratas cajitas de ron Cubay; o tratando de aprender español en la escuelita privada que, aprovechando la alta demanda, montó una profesora de inglés ("¿Cómo se dice en español 'Yo soy la más grande estrella de Estados Unidos'?"); o cuando explica que bajo la especie de casco plástico que resguarda del sol y la lluvia a los teléfonos públicos, uno puede "a la vez llamar y hacerse la permanente".
Pero la mayor carcajada que provoca "Conan in Cuba" sobreviene cuando el comediante entra de improviso al mercado en divisas Palco, de Miramar, según se dice, uno de los mejor surtidos de la isla. Allí descubre una característica exclusiva de los mercados cubanos: Una larguísima estantería, con un solo producto, de una sola marca: Vino seco El Mundo.
Por supuesto, pronto aparece el consabido empleado a advertirle que allí no puede filmar sin una autorización: "No, no hay necesidad", responde Conan. "Yo sólo quería saber si, por casualidad, tienen vino seco El Mundo".