El exagente retirado del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos, Pete Lapp, no estuvo conforme con la sentencia que recibió la espía del gobierno cubano, Ana Belén Montes.
Fue este hombre ya retirado, de hablar pausado y claro, el oficial que arrestó a Montes y que, por orden judicial, dirigió el registro en su apartamento en Cleveland Park, al norte de Washington, donde las autoridades hallaron mensajes cifrados, un radio de onda corta y otros dispositivos que utilizaba la informante para enviar secretos militares de Estado al cuartel general de la Dirección Cubana de Inteligencia, ubicado en la calle A y Línea, en la barriada de El Vedado, en La Habana.
“Siento un torbellino de emociones sobre esta excarcelación”, dijo desde Virginia a Radio Televisión Martí el exagente, que ya tiene listo el libro "Reina de Cuba. An FBI Agent's Insider Account of the Spy Who Evaded Detection for 17 Years, una compilación de los pormenores sobre el seguimiento y captura de la espía.
Puesta en libertad el pasado viernes, tras cumplir 20 de una condena de 25 años por conspirar para cometer espionaje a las órdenes de los servicios de inteligencia de Cuba, analistas y expertos consideran a Montes la espía más perjudicial para la seguridad nacional en la historia de EEUU.
Lapp opina que Montes merecía permanecer más años encerrada, por la información confidencial y secretos que envió al régimen cubano durante 17 años desde su puesto como analista principal sobre Cuba en la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA, en inglés), donde trabajaba desde 1985, incluidas las identidades de por lo menos cuatro agentes de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA en inglés).
En la primera mitad de ese mismo año, viajó a La Habana y recibió entrenamiento de inteligencia, incluida la codificación y decodificación de mensajes para transmitirlos por radio en altas frecuencias.
Se declaró culpable en 2002, ante el magistrado Ricardo Urbina, quien dictó sentencia. En el juicio, estuvo representada por el ya fallecido Platos Cacheris, un destacado abogado que tuvo a su cargo la defensa de Robert Philip Hanssen y Aldrich Ames, condenados a cadena perpetua por espiar a favor de Moscú; de Mónica Lewinsky, la becaria implicada en una relación impropia con el presidente Bill Clinton, y del coronel Oliver North, en el caso Irán-Contras, entre otros clientes de prominencia en el mundo de la política y el espionaje.
Montes, hoy con 66 años, fue arrestada el 21 de septiembre de 2001, nueve días después de los atentados terroristas en Washington y Nueva York. Su conocimiento de secretos de la defensa nacional la convirtieron en un grave peligro tras el 9/11.
Había sido asignada a una fuerza de tarea que se reuniría el sábado, 22 de septiembre, para elaborar el plan de la Operación Libertad Duradera (Operation Enduring Freedom), y el FBI temía que pasara los detalles a La Habana. Así quedaba destronada la Reina de Cuba.
“Una condena de 30, 35, 40 o perpetua hubiera sido mejor”, opinó Lapp.
Hija de padres puertorriqueños y dos hermanos que trabajaban en el FBI, Montes estuvo privada de libertad menos de 25 años porque “los presos federales solo cumplen técnicamente alrededor del 85 por ciento de su sentencia debido a las reglas y las normas”, señaló Lapp.
La que fuera experta principal en asuntos militares cubanos en la DIA, tiene ahora que cumplir cinco años de libertad condicional con ciertas condiciones.
En este sentido, Lapp indicó que, por ejemplo, si ella decide comprar una computadora, lo tendrá que hacer por medio del FBI, y el ente gubernamental tiene el derecho de colocar un dispositivo de vigilancia y rastreo en el aparato.
“Eso es parte del acuerdo que aceptó cuando se declaró culpable y, probablemente, ocurrirá lo mismo si decide adquirir un teléfono celular inteligente”, comentó, aunque dijo tener la sensación de que ella no compraría un teléfono inteligente o una computadora.
Tampoco podrá trabajar en entidades gubernamentales ni contactar a agentes extranjeros sin autorización.
Preguntado sobre la posibilidad de que Montes se vaya a vivir a Cuba, Lapp dijo que no lo sabe, pero señaló que la ex espía está muy apegada a su madre y anhela compartir tiempo con ella.
“Ella quiere pasar tiempo con su madre. Ese fue un factor determinante para que se declarara culpable. Ya sabes, con una sentencia de cadena perpetua nunca volvería a ver a su mamá. No la veo yendo a Cuba mientras su madre viva”, estimó.
Por su lado, el principal interrogador de Montes, el oficial retirado de la DIA, Chris Simmons, es de la opinión de que la Dirección de Inteligencia de Cuba está entre las diez mejores del mundo y sus bases de operaciones conocidas como “Centros” generalmente se ocultan en las sedes diplomáticas.
“Desde 1959, el pueblo cubano, a nivel nacional y extraterritorial, sigue siendo principal objetivo de la inteligencia cubana, ya que considera que su población es la mayor amenaza para la supervivencia del régimen”, comentó Simmons, que por más de cinco meses y muchas horas diarias se sentó, cara a cara, con Montes.
“El otro gran objetivo sigue siendo Estados Unidos. Sin embargo, su enfoque es puramente económico, ya que ahora se cree que la venta o el trueque de secretos estadounidenses constituye una de las mayores fuentes de ingresos que sustentan al gobierno cubano”, dijo.
Por su lado, Lapp espera con emoción el mes de octubre, cuando recibirá el visto bueno de las máximas autoridades para publicar su libro, una obra que describe el caso Montes desde el lado cubano, y que contiene entrevistas exclusivas con exoficiales cubanos de inteligencia.
“Creo que contiene información reveladora (el libro) sobre cómo comenzó el caso, y cómo los cubanos la reclutaron y llevaron la información que suministraba a La Habana”, dijo.
¿Su libro revelará quién reclutó a Ana Belén Montes? “Sí, estaré publicando algunos nombres”, respondió.
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