Las autoridades cubanas desestiman la violencia obstétrica que sufren las mujeres y siguen sin implementar los protocolos para evitar el maltrato en los servicios de salud reproductiva y durante el parto, así lo denuncia el estudio “Parto respetado en Cuba: un derecho que se quedó en palabras”, de la periodista Claudia Padrón.
A pesar de que fue reconocida por la prensa oficial y anunciada la distribución de una guía para hacer un pilotaje del “parto respetuoso” en ocho hospitales cubanos, la plataforma Partos Rotos ha constatado, mediante entrevistas a más de 1000 mujeres, que las medidas instrumentadas han sido aplazadas.
“Realmente no ha cambiado nada, que esa guía y ese proyecto piloto quedó, pues en una especie de teoría o en un limbo, porque no se aplicó de modo concreto dentro de los hospitales que seleccionaron. La guía se limitó a que reunieron a los especialistas, un día, les informaron que este protocolo existe y que bueno estimularlos a que lo aplicaran si querían, pero no se impuso, de modo obligatorio, cambiar los protocolos de parto aun cuando los protocolos de partos que hay hoy en Cuba son violentos hacia las mujeres y sus hijos recién nacidos”, expuso a Martí Noticias, la principal autora y coordinadora del trabajo de equipo.
En junio de 2022, surgió Partos Rotos, una plataforma que busca que las autoridades cubanas ejecuten acciones para impedir la forma sistemática en que sucede la violencia obstétrica en el país.
Partos Rotos nació con la publicación de un informe que recopiló datos sobre más de 500 nacimientos en Cuba, donde gran parte de las mujeres han experimentado formas de agravio médico durante el parto.
Desde el 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó de “alarmante” la cifra cada vez mayor de indagaciones que ponen al descubierto el trato “irrespetuoso, ofensivo o negligente durante el parto en centros de salud”.
En una declaración, el organismo internacional exhortaba a los gobiernos a medir la sistematicidad e impacto de la violencia obstétrica; y a que se respaldaran campañas para mejorar la calidad de la atención materna con énfasis especial en el trato respetuoso a las parturientas.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) se hizo eco de la violencia obstétrica como una violación a los derechos humanos en 2019, en particular, en contra de los derechos a la salud reproductiva y durante la atención al parto, definidos como una manifestación de violencia de género.
Se pueden considerar violencia obstétrica prácticas como el tacto realizado por más de una persona, la episiotomía como procedimiento de rutina, el uso de fórceps, la maniobra de Kristeller, el raspaje de útero sin anestesia, la cesárea sin verdadera justificación médica o el suministro de medicación innecesaria.
Yudisleidis Rillos Pao compartió con nuestra redacción su experiencia en el nacimiento de su hija: “A la niña me la sacaron con fórceps, decían que no quería salir. Me le desactivaron una clavícula. Todavía está en fisioterapia. Me decían que tenía que poner de mi parte porque si no a la niña le iba a pasar cualquier cosa. Los médicos me aconsejaban que era mejor que una cesárea”.
“Así es como tratan a uno por tal de que para, además te espetaban que estabas en esa situación porque habías querido”, comentó.
Los orígenes de la violencia obstétrica se remontan al mismo inicio de la humanidad, pero se ha mantenido a lo largo de siglos debido a la permanencia de prejuicios acerca de las conductas que las mujeres deben de tener durante los procesos reproductivos, como el embarazo, parto y puerperio.
Asimismo, las escasas políticas y estrategias de los estados para prevenir la violencia obstétrica y fortalecer la capacidad de mujeres y adolescentes para tomar decisiones sobre su propio cuerpo.
“En estos comportamientos violentos hacia las mujeres sí hay elementos culturales, elementos machistas, de concebir el parto como de que por sí tiene que ser un proceso doloroso, que es una especie de castigo, por llamarlo así, porque incluso médicos les decían a varias mujeres que nos contaron esto, que en el momento que ellas estaban dando a luz y que gritaban porque les dolía, el personal de salud les hacía comentarios sexuales muy groseros”, insistió la periodista.
“En este tipo de prácticas también influye la falta de recursos que hay en los hospitales cubanos, que hay muy pocos médicos. La Ginecología y Obstetricia es una de las especialidades más carentes de personal y eso hace que los médicos tengan que ir apresurando los partos y no puedan darle al proceso natural del alumbramiento todo el tiempo que requiere para que sea orgánico, para que no sea inducido”, dijo.
“Hemos visto que se les está negando a las madres cirugías porque son más costosas cuando realmente las requieren y los médicos confiesan, que las tienen que obligar a parir, aunque el bebé sea demasiado grande, aunque ellas no tenían la capacidad para tener un alumbramiento natural”, señaló Padrón.
Tras el surgimiento de Partos Rotos, la avalancha de mujeres relatando que habían sufrido violencia obstétrica en Cuba impactó en los medios oficiales que nunca antes habían abordado el tema.
“El gobierno tuvo que reconocer que en efecto era un problema porque nosotros no estábamos hablando de que una mujer, o dos o tres, nos contaron que habían sido violentadas porque ya cuando estás hablando de cientos de mujeres, mostraba que era un problema real, sistémico y sistemático y que por tanto debían tomar cartas en el asunto y mejorar las condiciones de parto de las mujeres”, recalcó la investigadora.
La violencia obstétrica es un flagelo mundial que muchos estados están tratando de eliminar. Estudiosos del tema han indicado que es necesario promover leyes que contemplen el derecho al parto respetado, crear observatorios sobre violencia obstétrica o difundir estadísticas que visibilicen el problema y que permitan dar seguimiento a su evolución.
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