Alejandro Gil Fernández, destituido el mes pasado como Ministro de Economía y actualmente bajo investigación, ejerció su cargo durante seis años (2018-2024), un periodo marcado por la caída significativa de los indicadores económicos y la realización de algunas reformas.
Estuvo al frente de políticas de impacto negativo sobre los cubanos, de la gestión de los momentos de agudización de la crisis económica y de la más importante apertura al sector privado de los últimos 30 años.
Al finalizar su gestión, sobresale que el nivel de precios aumentó 11 veces en los últimos tres años; la pobreza alcanzó al 88 por ciento de la población; se necesitan 11 salarios mínimos para que dos personas vivan un mes; y existe un nuevo sector privado formado por poco más 10.000 empresas pequeñas.
Durante su ejercicio, la producción nacional de alimentos cayó, llegando a ser menor que en el Periodo Especial, en el caso de algunos rubros. La importación estatal de los alimentos disminuyó, y la importación del nuevo sector privado también resultó insuficiente para satisfacer las necesidades, realidad que se hace notar en el aumento de escasez y altos precios correspondientes.
Las tiendas en pesos cubanos, moneda oficial y en la que cobran los trabajadores, se redujeron hasta casi su inexistencia, pasando casi todas a ser en MLC, lo cual encareció el acceso a productos de primera necesidad y aceleró el empobrecimiento de familias cubanas. Se eliminó la doble moneda para pasar a tener al menos tres, y varias tasas de cambio nuevamente, como parte de la "Tarea Ordenamiento".
Antes de cesar sus funciones, dejó diseñado un paquete de medidas para la “estabilización macroeconómica” que entró en vigor el primero de marzo. Dichas medidas se centran en aumentar seis veces los precios del combustible, dolarizar su venta y subir los costos de la electricidad, entre otras medidas.
Gil formó parte del equipo de implementación del "Ordenamiento", dirigido por Marino Murillo. Encabezó la presentación y defensa pública de las tiendas en MLC. Fue el rostro visible de la dolarización silenciosa, la bancarización y del “programa de estabilización macroeconómica”.
Era el ministro de Economía cuando en 2019 se desató la situación "coyuntural", en la que se agudizó la escasez de combustible y de alimentos, algo que no fue capaz de prever.
Lo fue también en 2022, 2023 y 2024, cuando sucedieron graves problemas de disponibilidad de harina para producir pan, que tampoco pudo anticipar.
El funcionario de 60 años ha estado en el cargo durante las recientes temporadas largas de apagones, las crisis por falta de agua potable y la escasez generalizada de alimentos, que perdura hasta hoy.
El exministro no se mostró públicamente interesado en la implementación de las 63 medidas de la agricultura, como tampoco en las 43 medidas para potenciar la industria estatal cubana. No ejecutó programas para el desarrollo de la producción de alimentos, de azúcar, de níquel, ni alguno de aquellos ramos en los que, como ministro de Economía, debía interesarse.
Desde su gabinete se impulsó la legalización de las pequeñas y medianas empresas privadas (pymes) y la importación privada mediada por empresas estatales, siendo hoy las pymes un sector rentable que importa cientos de millones de dólares anualmente.
Graduado de Ingeniería en Explotación del Transporte, Gil fue uno de los pocos ministros de Economía que en los últimos 30 años no tenía la formación profesional correspondiente.
La nota oficial que anunció la “rigurosa investigación” que pesa sobre el también ex vice primer ministro refiere que "ha reconocido graves imputaciones y en consecuencia renunció a su condición de miembro del Comité Central del Partido y de Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular".
Mientras el Estado lo juzga por su “corrupción, la simulación e insensibilidad”, los cubanos lo hacen por los resultados que tuvo como ministro.
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